(Foto de Manuel P. Barriopedro)
Eduardo Sotillos, director entonces de RNE, no sabía entonces lo que iba a pasar, ni lo supo hasta muy avanzada la madrugada. “Sabía –me recuerda Sotillos– que cualquier palabra, matiz o giro que se pronunciara o produjera podía tener repercusiones y provocar quién sabe qué reacciones contra la persona que lo emitiera. Me parecía que yo era como un capitán de un barco que se podía hundir y que era el único que debía tomar el compromiso final de cada operación. Y pronuncié el editorial ante los micrófonos. Lo importante, en ese momento, era lo que estaba saliendo en antena. Por eso estuve allí toda la noche ante los micrófonos. Pensaba en una situación parecida a la de Chile. Había un riesgo físico inevitable. La prueba de ello es que la emisora de La Voz de Madrid fue ocupada a las cuatro de la madrugada y sabía que había posibilidades de que volviera a ocurrir”.
Francisco Umbral se enteró de lo que estaba sucediendo mientras circulaba en un taxi. Y, como iba a casa de una amiga, se quedó un día o dos con ella. “Yo creo –me comentó medio en broma medio en serio– que, en el fondo, mi amiga, pese a ser muy de izquierdas, quería que el golpe triunfase para que yo me quedase con ella”. Umbral llamó a la transición española la “España post-coño”, por el famoso exabrupto de Tejero. “Estamos tratando de superar el coño de la España de Tejero. Un personaje definido por Peridis como ‘de esos que se cuelan por la puerta falsa de la historia’. No están en el drama, sino que lo complican. El drama va a seguir luego sin ellos, aunque hay una interferencia permanente. Además, son personajes que mueven los hilos del drama. Son como los espontáneos de una corrida”.
Aquel intento de golpe de Estado se convirtió para las ondas en la tarde-noche de los transistores. Fernando Onega, reconoce que, instantes después de producirse, Gran Vía, una de las calles más céntricas de Madrid, se quedó vacía de gente. “Todo el mundo se encerró en sus casas y el único refugio y comunicación con el exterior fue el teléfono y la radio en donde se oían las últimas noticias. Una radio callada en ese momento hubiera contribuido al desánimo colectivo y quien sabe si no hubiera sido una invitación a que otros militares, en otros lugares de España, se sumaran al golpe. La labor de la radio, dando noticias reales, fue vital para tranquilizar a los ciudadanos y para desanimar a los golpistas”.
Onega hizo la labor de coordinación y dirección de la SER. “Visto a posteriori –reconoce el entonces jefe de informativos de la cadena– tuvimos un poco de insensatez, de sana y buena insensatez, por supuesto. Yo no sé si la palabra correcta era miedo. De lo que sí estamos seguros es de que, cada vez que dábamos una información, estábamos convencidos de que era la última. La instrucción que habíamos dado a los porteros, cuando llegaran los presuntos ocupantes de la emisora, era que entraran sin provocar una situación de violencia. No decíamos: ‘si llegan’ sino ‘cuando lleguen’.
Aquel intento de golpe de Estado se convirtió para las ondas en la tarde-noche de los transistores. Fernando Onega, reconoce que, instantes después de producirse, Gran Vía, una de las calles más céntricas de Madrid, se quedó vacía de gente. “Todo el mundo se encerró en sus casas y el único refugio y comunicación con el exterior fue el teléfono y la radio en donde se oían las últimas noticias. Una radio callada en ese momento hubiera contribuido al desánimo colectivo y quien sabe si no hubiera sido una invitación a que otros militares, en otros lugares de España, se sumaran al golpe. La labor de la radio, dando noticias reales, fue vital para tranquilizar a los ciudadanos y para desanimar a los golpistas”.
Onega hizo la labor de coordinación y dirección de la SER. “Visto a posteriori –reconoce el entonces jefe de informativos de la cadena– tuvimos un poco de insensatez, de sana y buena insensatez, por supuesto. Yo no sé si la palabra correcta era miedo. De lo que sí estamos seguros es de que, cada vez que dábamos una información, estábamos convencidos de que era la última. La instrucción que habíamos dado a los porteros, cuando llegaran los presuntos ocupantes de la emisora, era que entraran sin provocar una situación de violencia. No decíamos: ‘si llegan’ sino ‘cuando lleguen’.
Eduardo Sotillos, director entonces de RNE, no sabía entonces lo que iba a pasar, ni lo supo hasta muy avanzada la madrugada. “Sabía –me recuerda Sotillos– que cualquier palabra, matiz o giro que se pronunciara o produjera podía tener repercusiones y provocar quién sabe qué reacciones contra la persona que lo emitiera. Me parecía que yo era como un capitán de un barco que se podía hundir y que era el único que debía tomar el compromiso final de cada operación. Y pronuncié el editorial ante los micrófonos. Lo importante, en ese momento, era lo que estaba saliendo en antena. Por eso estuve allí toda la noche ante los micrófonos. Pensaba en una situación parecida a la de Chile. Había un riesgo físico inevitable. La prueba de ello es que la emisora de La Voz de Madrid fue ocupada a las cuatro de la madrugada y sabía que había posibilidades de que volviera a ocurrir”.
Oiga, ese Fernando Onega del que habla ¿es el mismo que en 1975, cuando Franco iba a fusilar a los últimos que pudo escribió en Arriba que "no es lícito abrir debate sobre estas penas de muerte". Es decir que predicaba que a callar todos?
ResponderEliminarEfectivamente, se trata de "único periodista español que aplaudiera y apoyara en el diario Arriba -según escribe Marcelo, en Estrella Digital del 18/12/2006- la condena a muerte y la ejecución de aquellos presuntos terroristas de ETA y FRAP que fueron sometidos a una burla judicial y posteriormente fusilados con una especial crueldad en el otoño de 1975, poco antes de la muerte del dictador. Lo que provocó la condena universal del régimen franquista y la retirada de los nueve embajadores de la entonces Comuniad Europa en Madrid"
ResponderEliminarSantiago Miró
Posteé en la primera columna, joder... INTRODUCCION a ver si lo miras...
ResponderEliminarNo opino porque tengo prisa, pero quise decir algo, respecto del periodismo claro
(aunque de seguro me hallen pendeja)Es igual...
Saludos
Ary
La sección de Onega me parece que se llamaba El péndulo aunque no lo aseguro. Pero eso de que fue "el único periodista que..." es una estupidez. Hubo bastantes más; lean Fuerza Nueva si quieren comprobarlo y en la prensa regional, docenas. Lo que ocurre es que toda esa mierda de gente, salvo Carlos Emilio Rodríguez, acabaron muertos por edad o apartados en sus casas y jubilaciones. Onega es el único que pasó a la radio y televisión de la democracia siempre avalado y apoyado por personas con influencia en el momento y por empresarios, esa es su única característica, junto a la de hablar sin decir nada.
ResponderEliminarPero ¿qué es lo que dice la subnormal esa de Arantxa? ¿Está borracha? ¿Alguien es capaz de entender qué dice? No me gustan las desequilibradas vestidas de negro. Dan mala suerte y mala vida. Os lo dice El Cagadios.
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