El rey de Bulgaria subió al trono cuando tenía seis años, pero tuvo que abandonarlo en 1946, una vez decretada la abolición de la monarquía. Se exilió en Egipto y en España, país en el que, desde 1951,vivió casi cincuenta años. Se educó en el liceo francés de Madrid, estudió derecho y pasó dos años en la Academia Militar de Waley Forge, en la Escuela de Oficiales Reservistas de Estados Unidos. Se casó con la aristócrata española, Margarita Gómez-Acebo, prima de Luis Gómez-Acebo, duque de Badajoz (esposo de la infanta Pilar de Borbón, hermana del rey don Juan Carlos I), con la que tuvo cinco hijos. Durante el mes de agosto, el segundo hijo del Rey Simenón II, el príncipe Kiryl de Bulgaria, banquero y esposo de la mallorquina Rosario Nadal, pasa sus vacaciones en Mallorca, practica el surf y aprovecha lo que puede del inestable buen tiempo.
Simeón II conservó excelentes relaciones con la familia real española y compartió con Juan Carlos su afición por la caza, interesándose sobre sobre todo por los elefantes y la caza mayor. Aunque en su historial no se conoce ninguna caza de osos borrados como la que la prensa rusa contaba de nuestro Rey. Ha vivido de los negocios, de las operaciones de comercio exterior, y fue directivo de la filial española Thomson. Su nombre figuró entre las listas de escuchas del Cesid que salieron a la luz.
No es que me interese especialmente por este monarca en el exilio, pero sí debo admitir que me llamó la atención su manera de hacerse con los habitantes de su tierra, sus hipotéticos súbditos. En mayo del 2001, con un grupo de candidatos a diputados casi desconocidos reunidos a toda prisa, Simeón se presentaba a las elecciones legislativas de su país y pronunciaba un discurso sin apenas contenidos y con la sola promesa de ser honrados. Los búlgaros, especialmente los gitanos, hartos de escuchar a unos candidatos cargados de promesas que nunca son cumplidas, se sintieron embelesados desde el primer momento por aquel ex Rey metido a candidato que no prometía nada en concreto y, a lo sumo, sólo decía lo que intentaría hacer. Sus detractores le tildaron de “fabricante de cuentos de hadas y de vendedor de ilusionismo”, pero su pueblo no dejó por eso de creerle y le votó.
En efecto, Simeón Borisov Sajonia-Koburgo, tras crear el Movimiento Nacional Simeón II (MNSII), conseguía el 45 % de los votos en las elecciones legislativas en la República de Bulgaria. Si no ando equivocado, esta era la primera vez en la historia de la humanidad que un rey, derrocado y expulsado de su país, era elegido para acceder a la jefatura del Gobierno republicano del mismo. Y fue investido por el Parlamento, como ciudadano preferido por los votos, sin que, en ningún momento, saliera a relucir la corona. Simeón había pedido un plazo de 800 días para hacer profundas reformas. El jefe del Gobierno búlgaro no negaba que, si el pueblo se lo pedía, restauraría la Monarquía, aunque todas las encuestas demostraban que más del 80 por ciento apoyaba la República. Tal vez por eso Simeón II optó por acceder al cargo sin abdicar de su corona que un día tal vez ofrecería al pueblo en un sutil pero profundo cambio.
Y, ante una Biblia y una cruz de plata, Simeón Borisov Sajonia-Koburgo pronunció las palabras mágicas: “Juro, en nombre de la República de Bulgaria, respetar la Constitución y las leyes del país, y en todas mis acciones, guiarme por los intereses del pueblo”. El nuevo primer ministro declaraba que su programa se centraría en elevar el nivel de vida de la población, en sacar al país de la miseria y en luchar por el desempleo, la corrupción y la delincuencia. Ninguno de los 16 ministros de un Gobierno de tecnócratas elegido contaba con una rica experiencia política, pero Simeón aseguraba que gobernaría Bulgaria en coalición con el Movimiento para los Derechos y las Libertades (DPS), de la minoría de origen turco, que contaría con dos ministros, y con dos más izquierdistas. De su proyecto de restaurar la Corona no dijo nada. “Tal vez más adelante –debió de pensar–, si consigo lo primero y si mis súbditos me reconocen, tal como hoy me aceptan como primer ministro... Todo es cuestión de tiempo. Si el experimento resulta, como ha funcionado la coronación de un Rey en una España que ha sido fascista, habrá que revisar la historia...”
Pero la historia nunca es del gusto de todos. Y, tras ganar las elecciones, en las que le convirtieron en primer ministro de Bulgaria, dos años más tarde, conoce la debacle en las munipales de 2003, sacando sólo un 7 por ciento de los votos. Su Gobierno culminaba el doble proceso de integración euro-atlántica y obtenía éxitos macroeconómicos, pero el incumplimiento de la promesa populista de elevar el nivel de vida de la población en un plazo de 800 días fracasaba estrepitosamente. Y, en los comicios de 2005, era castigado por los electores, retrocediendo hasta el 19,9 por ciento de los votos. Simeón II reconoció que el implacable voto de castigo era debido a su incapacidad para satisfacer las ansias de mejora social y económica de la población. Y que, no obstante, Bulgaria se encontraba, en términos estatales, en el mejor momento, económico e internacional, desde el establecimiento de la democracia en 1990, pero los simeonistas habían cargado en exclusiva con el desgaste gubernamental.
Lo curioso es que el 28 de abril del año pasado, Simeón Borisov Sajonia-Koburgo, a punto de cumplirse un año de su derrota electoral, en una conferencia pronunciada en el Círculo de Economía de Barcelona, intentaba vender su país con estas palabras: “Bulgaria ha puesto fin a la corrupción, ha fortalecido el sistema judicial y se encuentra totalmente preparado para ingresar dentro de siete meses en la Unión Europea” El ex Rey Simón II de Bulgaria y ex primer ministro, invitaba a empresarios y profesionales de las finanzas catalanas a invertir en su país, convertido ahora en “tranquilo, próspero y seguro”. Y negaba su derrota electoral o la ponía entre comillas. “Mi partido fue el segundo más votado en las elecciones, formamos actualmente parte de la coalición de Gobierno y poseemos cinco carteras ministeriales, algunas tan importantes como la de Defensa o la de Integración Europea", aseguraba el monarca, para recalcar a continuación que su edad le impidía tener ambiciones electoralistas y que su único objetivo era continuar sirviendo a su país. “Bulgaria es un trampolín entre Europa y Asia –siguió explicando, en su discurso–. Un ejemplo de convivencia. El 15 por ciento de nuestra población es musulmana. Nos llevamos bien con Rusia, con Turquía... Y muchos países se interesan por nosotros”.
Por cierto que, en las vacaciones de su hijo en Mallorca, el príncipe Kiryl de Bulgaria difruta de la isla y saludó al rey de España de parte suya y de su padre. Ambos admiran a su amigo, Juan Carlos, rey que volvió al trono tras una dictadura y que reina a su modo bajo una democracia. "Éste -piensan en sus adentros- sí que supo hacerlo".
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