Manifestación antifascista, el sábado pasado en Sol.
Observo, desde cierta distancia, cómo las manifestaciones, actos de desagravio, marchas, homenajes y concentraciones de azules y rojos, fascistas y antifascistas que pretendían convertir a Madrid en un polvorín, no han despertado las expectativas esperadas. Las Fuerzas de Seguridad –unos 700 antidisturbios– vigilaron el sábado y domingo las difersas concentraciones convocada por diversos grupos fascistas y antifascistas en las inmediaciones de la Puerta del Sol. Sin embargo, los incidentes, pese a las prevenciones tomadas, no desbordaron en ningún momento las perspetivas previstas.
Jorge Verstrynge, ex secretario general de Alianza Popular, advertía hace unos días de que “la ultraderecha antisistema en España está encerrada en una caja de Pandora y Ángel Acebes está sentado sobre ella”. Mostraba cómo una buena parte de la derecha española de carácter nacional católico se ha integrado en el PP. Y advertía de que la inmigración era el factor clave que ha podido impulsar a la extrema derecha, llevando al PP a una radicalización en sus tesis migratorias. “El racismo –sostenía– parece la única herencia del nazismo destinada a sobrevivir y a expandirse, si no se controla”. Y Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia, consideraba que los grupos de extrema derecha que se mueven en España son “marginales”, pero que “su capacidad de incitar al odio y a la xenofobia es importante”. Su ONG calculaba que en España se registran cada año unos 4000 incidentes racistas, xenófobos homófobos y contra indigentes. Para él, la nueva ultraderecha “persigue rentabilizar los conflictos sociales y aspira a recoger los frutos de su agitación cuando se atraviese por un momento económico más crítico”.
SOS-Racismo señalaba cómo, a lo largo de 2006, las fuerzas de seguridad detuvieron alrededor de 50 personas identificadas como ultras y neonazis por actos violentos. Y recordaba cómo se localizan en Internet más de 300 páginas webs en las que se incita a la discriminación y al odio contra diversos colectivos, entre ellos, los inmigrantes. Partidos ultraderechistas como “Democracia Nacional” insistían en negar la importancia de las bandas neonazis y acusaban a las autoridades y medios de comunicación de proteger a grupos que no dudan en calificar de “racistas ‘antiespañoles’ y violentos de izquierda con nexos terroristas”. Por el contrario, la Coordinadora Antifascista de Madrid, que agrupa a diversos colectivos bajo el lema “Madrid antifascista, anticapitalista y antirracista”, aseguraba que su trabajo es “únicamente político”.
El crimen de Calos Javier Palomino, joven de 16 años que, el domingo, 11 de noviembre, fue apuñalado en el Metro de Legazpi por un soldado de supuesta ideología neonazi, ocurría poco antes de la manifestación contra los inmigrantes, convocada por el partido de extrema derecha “Democracia Nacional”. Hecho que coincidía con la desaparición del grupo de extrema derecha en la Eurocámara, en Brusealas. Los falangistas habían anunciado una manifestación para el sábado, 17 de octubre, en homenaje a José Antonio Primo de Rivera, manifestación denegada por la Delegada del Gobierno aunque, posteriormente, permitida por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Pero, llegado el momento, no se atrevieron a lanzarse a la calle. Pese a todo, el despliegue de antidisturbios no consiguió impedir que unos 2.000 antifascistas se concentraran en la Puerta del sol, en recuerdo de Angel Palomino, con gritos y consignas que provocaron alguna situación tensa. En cambio, en Barcelona, la protesta de un millar de jóvenes se convirtió en una batalla campal, con un balance de siete jóvenes detenidos y un número indeterminado que recibieron asistena médica, además de veintidós Mossos d’Esquadra, heridos.
El jefe nacional del Movimiento Católico Español y de Acción Juvenil Española, José Luis Corral, considera que el acusado de la muerte de Carlos Javier Palomino es "un verdadero soldado español, un héroe que merece una condecoración". Para Corral "no fue una pelea de bandas”, sino "un ataque contra un soldado español que, al defenderse, produjo un "fatal resultados". Sin embargo, para los antifascistas, esta muerte no fue un hecho aislado ni un producto de un enfrentamiento entre bandas, sino “un asesinato debido a su condición política”. La extrema izquierda recuerda cómo, desde el 5 de octubre de 1991, en que Sonia, una transexual, fuera asesinada en Barcelona, esta clase de actos son cada vez menos aislados. Lucrecia Pérez, inmigrante dominicana, fue asesinada en Madrid el 13 de noviembre de 1992; Guillem Agulló i Salvador, apuñalado en Castellón el 11 de abril de 1993; Ricardo Rodríguez García, asesinado el 21 de mayo de 1995, en Alcorcón; David González Rubio, apuñalado en Madrid, el 20 de enero de 1996; Omar Amhandi, magrebí, muerto a golpes el 11 de julio en Barcelona; Augusto Ndombele Domingos, angoleño, asesinado en Madrid, el 20 de junio del 2002. Ocho asesinatos de tinte claramente ultraderechista que han movilizado la Coordinadora Antifascista de Madrid contra las manifestaciones de grupos “fascistas”. A Esteban Ibarra le salen 70 muertos desde el asesinato de Lucrecia Pérez.
Frente a estos hechos, los hay que se empeñan en que todo es fruto de la casualidad y que no hay que preocuparse. “En España –advierte el periodista Fermín Cobos–, la extrema derecha política es residual. En las elecciones del 2004, obtuvo menos de treinta mil votos, pero si algunos medios de comunicación se empeñan en exagerar el tamaño de las repercusiones sociales de sus actos, acabará creciendo”. Según él, algo parecido puede ocurrir al crecimiento del Frente Nacional de Jean Marie Le Pen, bajo la presidencia del socialista François Mitterand. Otros siguen insistiendo en el peligro de estos hechos. “¿Cómo pudo la Delegación del Gobierno permitir una manifestación contra la inmigración en un barrio obrero como el de Usera –se pregunta la Coordinadora Antifascista de Madrid–, donde conviven diferentes culturas y donde conviven trabajadores de diferentes procedencias? Por este motivo, queremos denunciar la terrible irresponsabilidad cometida al legalizar y permitir la manifestación racista y xenófoba del pasado domingo. Y hacer frente a las agresiones neonazis contra inmigrantes, mendigos, homosexuales, gentes de izquierda, etcétera. A lo largo de estos 18 años, la Coordinadora se ha convertido en espacio de confluencia de muy diversos colectivos, y una de sus más destacadas convocatorias ha sido la celebración, cada año, de la tradicional manifestación antifascista en torno a la fecha del 20 de noviembre. Carlos ha sido asesinado a manos de un fascista que acudía con un machete a una manifestación xenófoba autorizada por la Delegación del Gobierno, y a los compañeros y compañeras de esa víctima mortal se nos impide ejercer ese mismo derecho que sí se garantizó para los asesinos. Esto, que es muy difícil de digerir, resulta simple y llanamente increible”.
”Fascistas y antifascistas –escribe Antonio Casado en el diario digital El Confidencial– se enseñan los dientes a través de Internet y teléfonos móviles. Nunca se parecieron tanto unos y otros en el uso de la violencia o la amenaza de usarla. Empatados en las ganas de bronca. En vísperas de jornadas difíciles, especialmente en Madrid, se abre paso la enésima constatación de que, por supuesto, los extremos se tocan y se necesitan”. Y Federico Quevedo, en otro artículo titulado: “Ni izquierda, ni derecha: los ultras sólo conocen la ideología del racismo y la violencia”, señala: “La semana pasada un joven fue asesinado salvajemente en el metro de Madrid. Murió a manos de un grupo de chávales de extrema derecha, jóvenes ‘neonazis’ que acudían a una marcha contra la inmigración. El muchacho asesinado, por su parte, militaba en la ultraizquierda, en lo que se da en llamar movimientos antifascistas, y que, a su vez, habían organizado otra marcha contra los primeros. No ha sido el único incidente protagonizado por energúmenos ultras estos días. Nos hemos enterado del ataque a un colombiano al que le propinaron toda clase de golpes, hemos asistido al juicio por la paliza a un congoleño al que unos bestias dejaron paralítico... Parece que algo que en nuestro país no daba señales de vida, salvo en lugares como el País Vasco o Cataluña, despierta como de un mal sueño y encuentra en una juventud sin rumbo el caldo de cultivo de ideas que ya antaño tuvieron, también, innumerables seguidores en toda Europa”.
“Los medios de comunicación –advierte la CAO (Coordinadora Antifascista y Obrera)– insisten e insistirán en intentar hacer ver que sólo ha sido una reyerta entre bandas opuestas. La realidad es bien distinta para los que nos atrevemos a mirarla de frente. Estas agresiones vienen a sumarse a la lista de víctimas que el fascismo y el racismo ha ocasionado en toda la Historia. La herida entre las dos Españas está hoy muy viva para muchos, a pesar de que la intenten disimular con alguna ley tibia e incompleta”.
Observo, desde cierta distancia, cómo las manifestaciones, actos de desagravio, marchas, homenajes y concentraciones de azules y rojos, fascistas y antifascistas que pretendían convertir a Madrid en un polvorín, no han despertado las expectativas esperadas. Las Fuerzas de Seguridad –unos 700 antidisturbios– vigilaron el sábado y domingo las difersas concentraciones convocada por diversos grupos fascistas y antifascistas en las inmediaciones de la Puerta del Sol. Sin embargo, los incidentes, pese a las prevenciones tomadas, no desbordaron en ningún momento las perspetivas previstas.
Jorge Verstrynge, ex secretario general de Alianza Popular, advertía hace unos días de que “la ultraderecha antisistema en España está encerrada en una caja de Pandora y Ángel Acebes está sentado sobre ella”. Mostraba cómo una buena parte de la derecha española de carácter nacional católico se ha integrado en el PP. Y advertía de que la inmigración era el factor clave que ha podido impulsar a la extrema derecha, llevando al PP a una radicalización en sus tesis migratorias. “El racismo –sostenía– parece la única herencia del nazismo destinada a sobrevivir y a expandirse, si no se controla”. Y Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia, consideraba que los grupos de extrema derecha que se mueven en España son “marginales”, pero que “su capacidad de incitar al odio y a la xenofobia es importante”. Su ONG calculaba que en España se registran cada año unos 4000 incidentes racistas, xenófobos homófobos y contra indigentes. Para él, la nueva ultraderecha “persigue rentabilizar los conflictos sociales y aspira a recoger los frutos de su agitación cuando se atraviese por un momento económico más crítico”.
SOS-Racismo señalaba cómo, a lo largo de 2006, las fuerzas de seguridad detuvieron alrededor de 50 personas identificadas como ultras y neonazis por actos violentos. Y recordaba cómo se localizan en Internet más de 300 páginas webs en las que se incita a la discriminación y al odio contra diversos colectivos, entre ellos, los inmigrantes. Partidos ultraderechistas como “Democracia Nacional” insistían en negar la importancia de las bandas neonazis y acusaban a las autoridades y medios de comunicación de proteger a grupos que no dudan en calificar de “racistas ‘antiespañoles’ y violentos de izquierda con nexos terroristas”. Por el contrario, la Coordinadora Antifascista de Madrid, que agrupa a diversos colectivos bajo el lema “Madrid antifascista, anticapitalista y antirracista”, aseguraba que su trabajo es “únicamente político”.
El crimen de Calos Javier Palomino, joven de 16 años que, el domingo, 11 de noviembre, fue apuñalado en el Metro de Legazpi por un soldado de supuesta ideología neonazi, ocurría poco antes de la manifestación contra los inmigrantes, convocada por el partido de extrema derecha “Democracia Nacional”. Hecho que coincidía con la desaparición del grupo de extrema derecha en la Eurocámara, en Brusealas. Los falangistas habían anunciado una manifestación para el sábado, 17 de octubre, en homenaje a José Antonio Primo de Rivera, manifestación denegada por la Delegada del Gobierno aunque, posteriormente, permitida por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Pero, llegado el momento, no se atrevieron a lanzarse a la calle. Pese a todo, el despliegue de antidisturbios no consiguió impedir que unos 2.000 antifascistas se concentraran en la Puerta del sol, en recuerdo de Angel Palomino, con gritos y consignas que provocaron alguna situación tensa. En cambio, en Barcelona, la protesta de un millar de jóvenes se convirtió en una batalla campal, con un balance de siete jóvenes detenidos y un número indeterminado que recibieron asistena médica, además de veintidós Mossos d’Esquadra, heridos.
El jefe nacional del Movimiento Católico Español y de Acción Juvenil Española, José Luis Corral, considera que el acusado de la muerte de Carlos Javier Palomino es "un verdadero soldado español, un héroe que merece una condecoración". Para Corral "no fue una pelea de bandas”, sino "un ataque contra un soldado español que, al defenderse, produjo un "fatal resultados". Sin embargo, para los antifascistas, esta muerte no fue un hecho aislado ni un producto de un enfrentamiento entre bandas, sino “un asesinato debido a su condición política”. La extrema izquierda recuerda cómo, desde el 5 de octubre de 1991, en que Sonia, una transexual, fuera asesinada en Barcelona, esta clase de actos son cada vez menos aislados. Lucrecia Pérez, inmigrante dominicana, fue asesinada en Madrid el 13 de noviembre de 1992; Guillem Agulló i Salvador, apuñalado en Castellón el 11 de abril de 1993; Ricardo Rodríguez García, asesinado el 21 de mayo de 1995, en Alcorcón; David González Rubio, apuñalado en Madrid, el 20 de enero de 1996; Omar Amhandi, magrebí, muerto a golpes el 11 de julio en Barcelona; Augusto Ndombele Domingos, angoleño, asesinado en Madrid, el 20 de junio del 2002. Ocho asesinatos de tinte claramente ultraderechista que han movilizado la Coordinadora Antifascista de Madrid contra las manifestaciones de grupos “fascistas”. A Esteban Ibarra le salen 70 muertos desde el asesinato de Lucrecia Pérez.
Frente a estos hechos, los hay que se empeñan en que todo es fruto de la casualidad y que no hay que preocuparse. “En España –advierte el periodista Fermín Cobos–, la extrema derecha política es residual. En las elecciones del 2004, obtuvo menos de treinta mil votos, pero si algunos medios de comunicación se empeñan en exagerar el tamaño de las repercusiones sociales de sus actos, acabará creciendo”. Según él, algo parecido puede ocurrir al crecimiento del Frente Nacional de Jean Marie Le Pen, bajo la presidencia del socialista François Mitterand. Otros siguen insistiendo en el peligro de estos hechos. “¿Cómo pudo la Delegación del Gobierno permitir una manifestación contra la inmigración en un barrio obrero como el de Usera –se pregunta la Coordinadora Antifascista de Madrid–, donde conviven diferentes culturas y donde conviven trabajadores de diferentes procedencias? Por este motivo, queremos denunciar la terrible irresponsabilidad cometida al legalizar y permitir la manifestación racista y xenófoba del pasado domingo. Y hacer frente a las agresiones neonazis contra inmigrantes, mendigos, homosexuales, gentes de izquierda, etcétera. A lo largo de estos 18 años, la Coordinadora se ha convertido en espacio de confluencia de muy diversos colectivos, y una de sus más destacadas convocatorias ha sido la celebración, cada año, de la tradicional manifestación antifascista en torno a la fecha del 20 de noviembre. Carlos ha sido asesinado a manos de un fascista que acudía con un machete a una manifestación xenófoba autorizada por la Delegación del Gobierno, y a los compañeros y compañeras de esa víctima mortal se nos impide ejercer ese mismo derecho que sí se garantizó para los asesinos. Esto, que es muy difícil de digerir, resulta simple y llanamente increible”.
”Fascistas y antifascistas –escribe Antonio Casado en el diario digital El Confidencial– se enseñan los dientes a través de Internet y teléfonos móviles. Nunca se parecieron tanto unos y otros en el uso de la violencia o la amenaza de usarla. Empatados en las ganas de bronca. En vísperas de jornadas difíciles, especialmente en Madrid, se abre paso la enésima constatación de que, por supuesto, los extremos se tocan y se necesitan”. Y Federico Quevedo, en otro artículo titulado: “Ni izquierda, ni derecha: los ultras sólo conocen la ideología del racismo y la violencia”, señala: “La semana pasada un joven fue asesinado salvajemente en el metro de Madrid. Murió a manos de un grupo de chávales de extrema derecha, jóvenes ‘neonazis’ que acudían a una marcha contra la inmigración. El muchacho asesinado, por su parte, militaba en la ultraizquierda, en lo que se da en llamar movimientos antifascistas, y que, a su vez, habían organizado otra marcha contra los primeros. No ha sido el único incidente protagonizado por energúmenos ultras estos días. Nos hemos enterado del ataque a un colombiano al que le propinaron toda clase de golpes, hemos asistido al juicio por la paliza a un congoleño al que unos bestias dejaron paralítico... Parece que algo que en nuestro país no daba señales de vida, salvo en lugares como el País Vasco o Cataluña, despierta como de un mal sueño y encuentra en una juventud sin rumbo el caldo de cultivo de ideas que ya antaño tuvieron, también, innumerables seguidores en toda Europa”.
“Los medios de comunicación –advierte la CAO (Coordinadora Antifascista y Obrera)– insisten e insistirán en intentar hacer ver que sólo ha sido una reyerta entre bandas opuestas. La realidad es bien distinta para los que nos atrevemos a mirarla de frente. Estas agresiones vienen a sumarse a la lista de víctimas que el fascismo y el racismo ha ocasionado en toda la Historia. La herida entre las dos Españas está hoy muy viva para muchos, a pesar de que la intenten disimular con alguna ley tibia e incompleta”.
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