Nace en Logroño, el 28 de Noviembre de 1957. Es licenciado en Medicina y Cirugía, está casado y tiene una hija. Entre 1988 y 2001 fue secretario general del PC. En octubre de 2000 fue elegido coordinador general de IU.
Gaspar Llamazares es “trigo” limpio, pero sumamente tímido, adusto y frío con la gente. Llega a los mítines con el tiempo justo y se va como alma que lleva al diablo al hotel. No besa, no abraza, no hace gestos de cariño. Su equipo dice que sería hipócrita forzar una situación. Que no derrocha carisma pero sí inspira confianza. Que está siempre disponible para lo que sea. Que es un currante nato... Pero le falta sangre en las venas y eso, en una campaña, es grave.
No obstante, los periodistas que le acompañan en la campaña reconocen que, en los últimos mítines, el SuperGaspi al menos sí ha estado más apelativo y que, en ocasiones, ha tenido un subidón. Que ha intentado ganarse la complicidad de la gente, infundiendo pasión al discurso. Que ha mejorado, aunque no rematado. Le queda recorrer el camino de la emoción, tirar del corazón. Aunque su discurso no tiene nada de superfluo.
"Soy médico de profesión –dice, al presentarse–, especialista en Salud Pública. Estoy en la política como compromiso en una determinada etapa de mi vida". Esa es su tarjeta de visita ante un público al que habla de sus sueños, proyectos, exigencias. Le cuesta el yo. Prefiere el colectivo, como esencia de su vida. “De pequeño –según cuenta Juanma Romero–, se trasladó a Asturias, anillo rojo y obrero de una España gris y atrasada. Después, los estudios en Medicina, en Madrid y Oviedo, cuando arraiga con fuerza la preocupación por los otros. Se rebela. Intenta imbricar a la Medicina de una visión social de la que carecía. Y decide marcharse a La Habana a estudiar un máster en Salud Pública”.
A primeros de los ochenta, intenta compatibilizar la actividad pública con la docencia de Medicina en las universidades de Santiago de Compostela y Cazoña (Cantabria). “Se mueve en un PCE baqueteado por los resultados electorales. Enfrente, un omnipotente PSOE, subido a la montaña rusa del triunfo absoluto. Tocaba reconstruir la izquierda alternativa a Felipe González, desde la plataforma Izquierda Unida. En 1991, obtiene acta de diputado en la Junta General del Principado. Cuatro años más tarde, es candidato a la Presidencia de Asturias. Y, en 2000, Madrid le reclama. IU había cambiado. La etapa de Julio Anguita se había liquidado. La experiencia de Paco Frutos se salda con fracaso. La VI Asamblea Federal le unge como coordinador general. Desde entonces, nada ha sido fácil. Las urnas le castigan en 2004, hurtándole cuatro escaños y reduciendo el grupo parlamentario a cinco únicos diputados".
El 14-M le deja, a pesar de todo, en una posición privilegiada. Por primera vez IU puede "influir" en La Moncloa. Llamazares se convierte en un "socio preferente" de Zapatero. Juntos harán las grandes leyes sociales de la primera fase de la legislatura. Hasta que el PSOE se enamora fugazmente de CiU y PNV y Llamazares de nuevo se convierte en colaborador. Nada es ya igual. Gaspar ya no quiere que el Gobierno socialista siga jugando a dos bandas. O pacta con los nacionalistas o con ellos. La especial coyuntura de 2004 no es repetible.
“Llamazares no quiere hablar de crisis internas –prosigue Juanma Romero–. Ni critica, ni acusa, ni polemiza con los tiempos de Anguita. Él prefiere explotar su mejor arma: trabajo, trabajo y trabajo para hacer de IU una fuerza visible ante los ciudadanos. Sabe que no le sobra carisma, ni derrocha sonrisas. Le acompaña un perenne gesto adusto, reflexivo. El suyo es un compromiso personal, pero su proyecto siempre será colectivo. Y espera que vaya a más. El 'yo' no le importa, aunque a veces lo acaricie. Le haría falta para domeñar una federación viva, difícil e irredenta. Es el tercer barco invitado a la política española que pide un puerto estable al que arribar”.
Es el único líder que, si no consigue el suficiente número de votos para mantener su grupo parlamentario en el Congreso, hará las maletas y se irá a su casa. Plantea al PSOE denunciar y revisar el Concordato con el Vaticano, elaborar un reglamento laico de ceremonias civiles y una ley de libertad religiosa. Propone una ley de 35 horas de trabajo, la reducción del IVA de los productos básicos, fijar en el 35 por ciento el impuesto de sociedades para el sector financiero, defender un aumento del salario mínimo interprofesional hasta los 1.100 euros y que ninguna pensión contributiva sea inferior a 800 euros.
El único que ha sabido aglutinar a su alrededor un nutrido grupo de artistas que le apoyan. Aunque algunos de ellos votarán esta vez por Zapatero. Me refiero a Joaquín Sabina, a Miguel Ríos, a Tina Sainz... Sabina, uno de los símbolos del comunismo español, fue el primero en anunciarlo en las páginas de “Interviú”, donde colabora semanalmente. El artista anunciaba que dejaba IU porque el PP venía muy crecido y había que ponerle freno. Y prefería elegir “lo menos malo tapándose la nariz”. El coordinador de IU le contestó “Para ‘joder a los míos’, como tú bien escribiste, debes comer más alpiste y no creer que somos críos”. Y añadió: “Si mi memoria no falla, en privado me dijiste hace años, aún muy triste, que no serías más canalla. Podrás fingir un desliz/ y escribir todo con Z /pues clara tienes tu meta/ ponte que hablas de Madriz”.
Pero unos 155 representantes de la cultura, entre los que están Pilar Bardem, Guillermo Toledo, la escritora Almudena Grandes y el músico Luis Pastor, siguen pidiendo el sufragio para IU porque “hará posible que el PSOE gobierne en la próxima legislatura a la izquierda, en diálogo con los sindicatos y los movimientos sociales, sin plegarse una vez más a la presión de los intereses más conservadores de nuestra sociedad”.
Gaspar Llamazares es “trigo” limpio, pero sumamente tímido, adusto y frío con la gente. Llega a los mítines con el tiempo justo y se va como alma que lleva al diablo al hotel. No besa, no abraza, no hace gestos de cariño. Su equipo dice que sería hipócrita forzar una situación. Que no derrocha carisma pero sí inspira confianza. Que está siempre disponible para lo que sea. Que es un currante nato... Pero le falta sangre en las venas y eso, en una campaña, es grave.
No obstante, los periodistas que le acompañan en la campaña reconocen que, en los últimos mítines, el SuperGaspi al menos sí ha estado más apelativo y que, en ocasiones, ha tenido un subidón. Que ha intentado ganarse la complicidad de la gente, infundiendo pasión al discurso. Que ha mejorado, aunque no rematado. Le queda recorrer el camino de la emoción, tirar del corazón. Aunque su discurso no tiene nada de superfluo.
"Soy médico de profesión –dice, al presentarse–, especialista en Salud Pública. Estoy en la política como compromiso en una determinada etapa de mi vida". Esa es su tarjeta de visita ante un público al que habla de sus sueños, proyectos, exigencias. Le cuesta el yo. Prefiere el colectivo, como esencia de su vida. “De pequeño –según cuenta Juanma Romero–, se trasladó a Asturias, anillo rojo y obrero de una España gris y atrasada. Después, los estudios en Medicina, en Madrid y Oviedo, cuando arraiga con fuerza la preocupación por los otros. Se rebela. Intenta imbricar a la Medicina de una visión social de la que carecía. Y decide marcharse a La Habana a estudiar un máster en Salud Pública”.
A primeros de los ochenta, intenta compatibilizar la actividad pública con la docencia de Medicina en las universidades de Santiago de Compostela y Cazoña (Cantabria). “Se mueve en un PCE baqueteado por los resultados electorales. Enfrente, un omnipotente PSOE, subido a la montaña rusa del triunfo absoluto. Tocaba reconstruir la izquierda alternativa a Felipe González, desde la plataforma Izquierda Unida. En 1991, obtiene acta de diputado en la Junta General del Principado. Cuatro años más tarde, es candidato a la Presidencia de Asturias. Y, en 2000, Madrid le reclama. IU había cambiado. La etapa de Julio Anguita se había liquidado. La experiencia de Paco Frutos se salda con fracaso. La VI Asamblea Federal le unge como coordinador general. Desde entonces, nada ha sido fácil. Las urnas le castigan en 2004, hurtándole cuatro escaños y reduciendo el grupo parlamentario a cinco únicos diputados".
El 14-M le deja, a pesar de todo, en una posición privilegiada. Por primera vez IU puede "influir" en La Moncloa. Llamazares se convierte en un "socio preferente" de Zapatero. Juntos harán las grandes leyes sociales de la primera fase de la legislatura. Hasta que el PSOE se enamora fugazmente de CiU y PNV y Llamazares de nuevo se convierte en colaborador. Nada es ya igual. Gaspar ya no quiere que el Gobierno socialista siga jugando a dos bandas. O pacta con los nacionalistas o con ellos. La especial coyuntura de 2004 no es repetible.
“Llamazares no quiere hablar de crisis internas –prosigue Juanma Romero–. Ni critica, ni acusa, ni polemiza con los tiempos de Anguita. Él prefiere explotar su mejor arma: trabajo, trabajo y trabajo para hacer de IU una fuerza visible ante los ciudadanos. Sabe que no le sobra carisma, ni derrocha sonrisas. Le acompaña un perenne gesto adusto, reflexivo. El suyo es un compromiso personal, pero su proyecto siempre será colectivo. Y espera que vaya a más. El 'yo' no le importa, aunque a veces lo acaricie. Le haría falta para domeñar una federación viva, difícil e irredenta. Es el tercer barco invitado a la política española que pide un puerto estable al que arribar”.
Es el único líder que, si no consigue el suficiente número de votos para mantener su grupo parlamentario en el Congreso, hará las maletas y se irá a su casa. Plantea al PSOE denunciar y revisar el Concordato con el Vaticano, elaborar un reglamento laico de ceremonias civiles y una ley de libertad religiosa. Propone una ley de 35 horas de trabajo, la reducción del IVA de los productos básicos, fijar en el 35 por ciento el impuesto de sociedades para el sector financiero, defender un aumento del salario mínimo interprofesional hasta los 1.100 euros y que ninguna pensión contributiva sea inferior a 800 euros.
El único que ha sabido aglutinar a su alrededor un nutrido grupo de artistas que le apoyan. Aunque algunos de ellos votarán esta vez por Zapatero. Me refiero a Joaquín Sabina, a Miguel Ríos, a Tina Sainz... Sabina, uno de los símbolos del comunismo español, fue el primero en anunciarlo en las páginas de “Interviú”, donde colabora semanalmente. El artista anunciaba que dejaba IU porque el PP venía muy crecido y había que ponerle freno. Y prefería elegir “lo menos malo tapándose la nariz”. El coordinador de IU le contestó “Para ‘joder a los míos’, como tú bien escribiste, debes comer más alpiste y no creer que somos críos”. Y añadió: “Si mi memoria no falla, en privado me dijiste hace años, aún muy triste, que no serías más canalla. Podrás fingir un desliz/ y escribir todo con Z /pues clara tienes tu meta/ ponte que hablas de Madriz”.
Pero unos 155 representantes de la cultura, entre los que están Pilar Bardem, Guillermo Toledo, la escritora Almudena Grandes y el músico Luis Pastor, siguen pidiendo el sufragio para IU porque “hará posible que el PSOE gobierne en la próxima legislatura a la izquierda, en diálogo con los sindicatos y los movimientos sociales, sin plegarse una vez más a la presión de los intereses más conservadores de nuestra sociedad”.
Llamazares defiende sus propuestas con argumentos. Reclama el voto útil para la federación, reivindica el “voto rebelde, libre”, y azuza a una derecha “desahuciada” y a un PSOE timorato en políticas sociales. Y, antes de conocerse el resultado de las elecciones, se ofrece a Zapatero: “Si los ciudadanos nos otorgan su confianza, el PSOE tendrá que pactar un programa y aceptar ministros de IU”. El subidón de Llamazares no baja, se mantiene.
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