Marzahn, primer campo de internamiento para gitanos en el III Reich.
El fascismo, movimiento totalitario italiano, al igual que el nazismo del III Reich, surgieron gracias, en parte, al silencio y complicidad de la Iglesia. El mismo Dios se puso en manos del Führer. “Con Dios, con Hitler y el Capital” era un lema práctico. En el curso de un gran meeting en el Palacio de los Deportes de Berlín, los cristianos alemanes, dirigidos por Ludwig Müller, reclamaron el nazismo total de la Iglesia Evangélica (protestante). Y, según las leyes de Nuremberg, votadas el 15 de septiembre de 1935, los judíos no podían ser ni ciudadanos del Reich ni miembros de una comuna. La “Ley sobre la protección de la sangre” prohibía las boda de judíos con “individuos de sangre alemana o semejantes”.
Ansioso por proteger la libertad de culto y enseñanza en Alemania, Eugenio Pacelli, a la sazón nuncio papal en Munich y Berlín, quien seis años más tarde subiría al papado con le nombre de Pío XII, negoció y firmó un polémico concordato. Sucedió el 10 de julio de 1933 y fue explicado de forma distinta por ambas partes. Un concordato que provocó la indignación de poetas universales como el español, Federico García Lorca, quien, en su “Grito hacia Roma”, lanza una dura requisitoria contra el Papa, “El hombre vestido de blanco”, acusándole de connivencia con los poderes fascistas y de traicionar el mensaje de Cristo.
La discreción del Papa sobre el nazismo y su silencio sobre la aniquilación de los judíos –hecho que Costa Gavras denuncia en la película “Amén” que el lunes pasado vi por la Televisión 2–, facilitó el triunfo del nazismo, movimiento que no sólo estaba contra los judíos, sino contra los gitanos, los oponentes políticos y los discapacitados físicos o mentales. Los roms (gitanos) estuvieron entre los grupos elegidos por razones raciales y fueron perseguidos por el régimen nazi y sus aliados. Su destino era paralelo al de los judíos. Estuvieron sujetos a encarcelación, a trabajos forzados y a la masacre y fueron también inmolados en los campos de concentración.
Me permito recordar estos hechos porque la historia, por lo que se ve, es una eterna repetición. Me refiero a los constantes ataques del actual Gobierno italiano contra los gitanos. Margherita Boniver, diputada del Pueblo de la Libertad, partido de Berlusconi, propone que los “sin papeles”, a cambio de que se regularice su situación, recojan las toneladas de basura amontonadas en las calles napolitanas tras una larga huelga de basureros. Propuesta que es tachada de "digna de los tiempos de la esclavitud". Pero la investigación de la eurodiputada húngara, Viktoria Mohacsi, enviada por el Parlamento Europeo a Italia para analizar la situación de la comunidad romaní, es demoledora. “La situación es gravísima –señala Mohacsi, “asustada y horrorizada” por la realidad que encuentra en Nápoles–. Hay redadas nocturnas aleatorias, detenciones gratuitas, agresiones en los calabozos y un clima general de persecución indigna de un país que se llama democrático. Los roms –insiste Mohacsi– no tienen derechos, viven en condiciones pésimas y se violan sus derechos fundamentales. Muchos políticos italianos, incluido el primer ministro Berlusconi, han alentado las redadas contra esta comunidad”.
El fascismo, movimiento totalitario italiano, al igual que el nazismo del III Reich, surgieron gracias, en parte, al silencio y complicidad de la Iglesia. El mismo Dios se puso en manos del Führer. “Con Dios, con Hitler y el Capital” era un lema práctico. En el curso de un gran meeting en el Palacio de los Deportes de Berlín, los cristianos alemanes, dirigidos por Ludwig Müller, reclamaron el nazismo total de la Iglesia Evangélica (protestante). Y, según las leyes de Nuremberg, votadas el 15 de septiembre de 1935, los judíos no podían ser ni ciudadanos del Reich ni miembros de una comuna. La “Ley sobre la protección de la sangre” prohibía las boda de judíos con “individuos de sangre alemana o semejantes”.
Ansioso por proteger la libertad de culto y enseñanza en Alemania, Eugenio Pacelli, a la sazón nuncio papal en Munich y Berlín, quien seis años más tarde subiría al papado con le nombre de Pío XII, negoció y firmó un polémico concordato. Sucedió el 10 de julio de 1933 y fue explicado de forma distinta por ambas partes. Un concordato que provocó la indignación de poetas universales como el español, Federico García Lorca, quien, en su “Grito hacia Roma”, lanza una dura requisitoria contra el Papa, “El hombre vestido de blanco”, acusándole de connivencia con los poderes fascistas y de traicionar el mensaje de Cristo.
La discreción del Papa sobre el nazismo y su silencio sobre la aniquilación de los judíos –hecho que Costa Gavras denuncia en la película “Amén” que el lunes pasado vi por la Televisión 2–, facilitó el triunfo del nazismo, movimiento que no sólo estaba contra los judíos, sino contra los gitanos, los oponentes políticos y los discapacitados físicos o mentales. Los roms (gitanos) estuvieron entre los grupos elegidos por razones raciales y fueron perseguidos por el régimen nazi y sus aliados. Su destino era paralelo al de los judíos. Estuvieron sujetos a encarcelación, a trabajos forzados y a la masacre y fueron también inmolados en los campos de concentración.
Me permito recordar estos hechos porque la historia, por lo que se ve, es una eterna repetición. Me refiero a los constantes ataques del actual Gobierno italiano contra los gitanos. Margherita Boniver, diputada del Pueblo de la Libertad, partido de Berlusconi, propone que los “sin papeles”, a cambio de que se regularice su situación, recojan las toneladas de basura amontonadas en las calles napolitanas tras una larga huelga de basureros. Propuesta que es tachada de "digna de los tiempos de la esclavitud". Pero la investigación de la eurodiputada húngara, Viktoria Mohacsi, enviada por el Parlamento Europeo a Italia para analizar la situación de la comunidad romaní, es demoledora. “La situación es gravísima –señala Mohacsi, “asustada y horrorizada” por la realidad que encuentra en Nápoles–. Hay redadas nocturnas aleatorias, detenciones gratuitas, agresiones en los calabozos y un clima general de persecución indigna de un país que se llama democrático. Los roms –insiste Mohacsi– no tienen derechos, viven en condiciones pésimas y se violan sus derechos fundamentales. Muchos políticos italianos, incluido el primer ministro Berlusconi, han alentado las redadas contra esta comunidad”.
Mañana, continuará: (y II) Cuando la inmigración clandestina es delito.
En cuanto a la iglesia, con suerte dentro de doscientos o cuatrocientos años pedirán perdón por su actitud o condenarán el nacismo, que si las cosas de palacio van despacio en la embajada de la corte celestial en la tierra ni te cuento.
ResponderEliminarEn cuanto a las persecuciones en Italia de los roms no tenía idea, pero vamos visto lo que se hace aquí en los CIE con los "sin papeles", cosa que tampoco trasciende a los medios, no me extraña. Es lo que tienen los países civilizados, que la persecución y el maltrato se ejercen con más estilo, no le se le vaya a indigestar al contribuyente la cena al ver qué se hace con su dinero.
Daniel: la descripción de Marta, contada por la Asociación de Vecinos de Aluche y recordada en su web por Soledad Muñoz me parece estremecedora y demuestra que también en la CIES ocurren casos como éstos por lo que tampoco nosotros podemos taparnos los ojos. Lo que demuestra que los diez CIES (Centros de internamiento de extranjeros) abiertos en España pueden igualmente ser peores que cárceles, aunque las faltas cometidas por sus "moradores" son simplemente administrativas (están en situación irregular), sin tener un carácter penitenciario, al no haber cometido ningún delito. Cosa el Gobierno de Berlusconi pretende por las buenas.
ResponderEliminarSe persigue a los gitanos, a los suramericanos,a los subsaharianos, a los indios, a los asiaticos. Los actuales fascistas se hacen pasar por liberales, conservadores, e incluso socialdemocratas.
ResponderEliminarchiflos.