Cinco días después de su nombramiento de ministra de Igualdad, Bibiana Aído puntualizaba que a la Iglesia le corresponde decir “qué es pecado, pero no qué es delito”, en alusión a la última arenga rouconiana. Mientras los curas y los obispos marcan el “correcto” camino a su feligreses y condenan a pecadores impenitentes, el Gobierno elabora leyes que afectan “a toda la ciudadanía”, sea ésta católica, sea protestante, sea atea o agnóstica. Y la ministra de Igualdad, pese a su inexperiencia y juventud –sólo tiene 32 años y sólo ha sido alcaldesa de Alcalá de los Gazules–, da una lección al experimentado Rouco Varela, presidente de la Conferencia Episcopal Española, doctor y azote de incrédulo y herejes, quien asegura que la democracia no puede funcionar bien como mero juego de mayorías y minorías con independencia de su sustrato ético.
Con sus 73 años a cuestas, el cardenal de Madrid exhibe su cátedra de Derecho Canónico, pretendiendo enmendar la plana a todo Cristo sin reparar en que ha sido condenado por el Tribunal Supremo como responsable civil subsidiario de un caso de abusos sexuales continuados a un menor por parte de un sacerdote madrileño y por no vigilar a curas pederastas. Pese a todo, sintiéndose representante de los católicos españoles, Rouco Varela carga contra la reforma de la Ley del Aborto, denunciando que “ese crimen ensombrece la historia de la humanidad en todo el mundo, especialmente en España”. No obstante, para la ahijada de Manuel Chávez, la ministra más joven de la democracia, el Ejecutivo ha afrontado “con serenidad, con sosiego y con diálogo” la reforma de una normativa que equipara a España con el resto de países de su entorno y lo hará “sin tener en cuenta criterios religiosos o criterios extremos”, aún a sabiendas de que en esta materia no se puede “contentar a todo el mundo”.
Los obispos que dirigen la Conferencia Episcopal Española no dejan de dar lecciones al Gobierno socialista. No se acaban de instalar en la estructura democrática de la que siguen chupando del bote y no cesan de intentar moldear al Estado de acuerdo con los nostálgicos tiempos de la “democracia orgánica” franquista. Insaciables, mantienen (a pesar de la que está cayendo) una financiación privilegiada que sustenta su pantagruélica vida episcopal, pero no les basta. Y meten las narices en todo como si fueran los canes vigilantes que defienden a toda costa y conducen a su rebaño: en el bautismo, en la sexualidad de los españoles, en sus creencias religiosas, en las manifestaciones públicas de Semana Santa, en la objeción de conciencia, en la asignatura de educación para la ciudadanía, en la vida y en la muerte de todo ser que se mueve y que respira. Y, ahora que las elecciones europeas están al caer, en la misma campaña para convertirnos a todos en sus fieles ovejitas.
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El escolta de Castro. Capítulo XXII. Quién es quien en el círculo íntimo de Castro.
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El escolta de Castro. Capítulo XXII. Quién es quien en el círculo íntimo de Castro.