El ministro de Interior indio, P. Chidambaram, esquiva la zapatilla lanzada por el periodista.
“Por favor –indica el ministro indio con toda corrección– sacadlo fuera con cuidado”.
El periodista sij, Jarnail Singh, (a la derecha) confiesa que, también él quería protestar, aunque “mi intención no era herir los sentimientos de nadie”
Tras el zapatazo a Bush por parte de Montazer al Zidi, en diciembre pasado en Bagdad, cuando el entonces presidente americano ofrecía la última rueda de prensa con el primer ministro iraquí, (el periodista de la caderna de televisión Al Bagdadiya fue condenado a tres años de cárcel que fueron reducidos a uno), otro periodista, esta vez indio, ha repetido la acción de protesta contra el ministro del Interior, P. Chidambaram, durante una rueda de prensa en la que éste explicaba la política de seguridad llevada a cabo por el Gobierno. Sucedió ayer en Nueva Delhi. Jarnail Singh, que trabaja en “Dainik Jagra”, diario de información general en hindi, arrojó una de sus zapatillas de deporte contra el titular de Interior sin que diera en el blanco. Pero, esta vez, en el acto retransmitido en directo por el canal delhí NDTV, todo sucedió con más diplomacia. “Por favor –indicó el ministro indio, señalando al tirador– sacadlo fuera con cuidado”. El lanzamiento tuvo lugar después de que Singh preguntara al ministro por el informe de la Oficina Central de Investigación (CBI) que pedía a las Cortes la retirada de cargos contra Jagdish Tytler, miembro del gobernante Partido del Congreso. Tytler estuvo siendo investigado por su supuesta implicación en la ola de violencia antisij, desatada en Nueva Delhi en 1984, tras el asesinato de la entonces primera ministra, Indira Gandhi, a manos de dos de sus guardaespaldas de este credo, en la que murieron miles de personas.
El periodista sij, Jarnail Singh, confesó después de su gesta y fuera de la sala de prensa, que, también él quería protestar. “Mi intención no era herir los sentimientos de nadie. Mi método puede haber sido incorrecto, pero mis razones no los son”. Por su parte, Chidambaram se excusaba: “Ni el Ministerio del Interior ni ningún otro Ministerio presionó a la CBI. Ésta sólo ha entregado un informe. La Corte debe decidir si lo acepta o no”. Con su gesto, tanto Singh como Al Zidi consiguieron que todo el mundo hablaran de ellos. Aunque les haya costado a ambos un ojo de la cara. En estas ocasiones, ¿vale la pena mantener el reto? Aunque esté de acuerdo con la ética de los que lo provocan, me pregunto si vale la pena mantener tal gesto.
Aquí, en España, nadie se ha atrevido a tanto. Aunque las palabras a veces superan a los gestos. Las del presidente del PP, Mariano Rajoy, por ejemplo, en relación al cambio de ministros. No ha esperado ni los cien días para criticar a los nuevos ministros, asegurando que “no se ha apostado por los mejores” y añadiendo que la remodelación pretende “resolver los problemas internos” del PSOE y “tapar la desgraciada situación por la que se encuentra en este momento” el Gobierno. “No hay precedentes de un Gobierno que cambie y que sufra una remodelación tan importante cuando no lleva ni un año al frente de sus responsabilidades –dijo Rajoy desde Las Palmas–. Este es el reconocimiento explícito de un fracaso del presidente del Gobierno, del equipo nombrado por el presidente del Gobierno y de las políticas que ha llevado a cabo Zapatero”. Y, aunque declaraba que no quería valorar los nuevos ministros ni “hacer juicios sobre las personas”, afirmó que “no se habían nombrado a los mejores” ni “está acreditado que las personas que forman parte del Gobierno sean mejores que las que lo dejan”. Y su intención, al contrario de la de Singh, era herir los sentimientos de los gobernantes del partido en el poder. Hay quien califica sus palabras como más fuertes que el simple gesto de lanzar un zapatazo o una zapatilla.
----------------------------------------------------------------------------------
El escolta de Castro. Capítulo XI. El doble de Fidel.
Tras el zapatazo a Bush por parte de Montazer al Zidi, en diciembre pasado en Bagdad, cuando el entonces presidente americano ofrecía la última rueda de prensa con el primer ministro iraquí, (el periodista de la caderna de televisión Al Bagdadiya fue condenado a tres años de cárcel que fueron reducidos a uno), otro periodista, esta vez indio, ha repetido la acción de protesta contra el ministro del Interior, P. Chidambaram, durante una rueda de prensa en la que éste explicaba la política de seguridad llevada a cabo por el Gobierno. Sucedió ayer en Nueva Delhi. Jarnail Singh, que trabaja en “Dainik Jagra”, diario de información general en hindi, arrojó una de sus zapatillas de deporte contra el titular de Interior sin que diera en el blanco. Pero, esta vez, en el acto retransmitido en directo por el canal delhí NDTV, todo sucedió con más diplomacia. “Por favor –indicó el ministro indio, señalando al tirador– sacadlo fuera con cuidado”. El lanzamiento tuvo lugar después de que Singh preguntara al ministro por el informe de la Oficina Central de Investigación (CBI) que pedía a las Cortes la retirada de cargos contra Jagdish Tytler, miembro del gobernante Partido del Congreso. Tytler estuvo siendo investigado por su supuesta implicación en la ola de violencia antisij, desatada en Nueva Delhi en 1984, tras el asesinato de la entonces primera ministra, Indira Gandhi, a manos de dos de sus guardaespaldas de este credo, en la que murieron miles de personas.
El periodista sij, Jarnail Singh, confesó después de su gesta y fuera de la sala de prensa, que, también él quería protestar. “Mi intención no era herir los sentimientos de nadie. Mi método puede haber sido incorrecto, pero mis razones no los son”. Por su parte, Chidambaram se excusaba: “Ni el Ministerio del Interior ni ningún otro Ministerio presionó a la CBI. Ésta sólo ha entregado un informe. La Corte debe decidir si lo acepta o no”. Con su gesto, tanto Singh como Al Zidi consiguieron que todo el mundo hablaran de ellos. Aunque les haya costado a ambos un ojo de la cara. En estas ocasiones, ¿vale la pena mantener el reto? Aunque esté de acuerdo con la ética de los que lo provocan, me pregunto si vale la pena mantener tal gesto.
Aquí, en España, nadie se ha atrevido a tanto. Aunque las palabras a veces superan a los gestos. Las del presidente del PP, Mariano Rajoy, por ejemplo, en relación al cambio de ministros. No ha esperado ni los cien días para criticar a los nuevos ministros, asegurando que “no se ha apostado por los mejores” y añadiendo que la remodelación pretende “resolver los problemas internos” del PSOE y “tapar la desgraciada situación por la que se encuentra en este momento” el Gobierno. “No hay precedentes de un Gobierno que cambie y que sufra una remodelación tan importante cuando no lleva ni un año al frente de sus responsabilidades –dijo Rajoy desde Las Palmas–. Este es el reconocimiento explícito de un fracaso del presidente del Gobierno, del equipo nombrado por el presidente del Gobierno y de las políticas que ha llevado a cabo Zapatero”. Y, aunque declaraba que no quería valorar los nuevos ministros ni “hacer juicios sobre las personas”, afirmó que “no se habían nombrado a los mejores” ni “está acreditado que las personas que forman parte del Gobierno sean mejores que las que lo dejan”. Y su intención, al contrario de la de Singh, era herir los sentimientos de los gobernantes del partido en el poder. Hay quien califica sus palabras como más fuertes que el simple gesto de lanzar un zapatazo o una zapatilla.
----------------------------------------------------------------------------------
El escolta de Castro. Capítulo XI. El doble de Fidel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario