De seguir ganando trofeos, Rafael Nadal, el campeón olímpico y número uno de tenis mundial puede acabar con sus dientes rotos. Lo digo por su costumbre de roer con ellos –aunque sólo sea para las fotos – las copas que le entregan para demostrar que son de plata. Le hemos visto tantas veces con un canto de plata blanca entre los dientes que tememos que estos acaben perjudicados por el roce. Por eso le aconsejamos que, si no puede dejar de ganar copas y trofeos, vieja costumbre del deportista mallorquín, que al menos tenga cuidado con su dentadura. La última vez que le vimos mordisqueando la plata fue el pasado domingo en Roma, donde, siguiendo con su buena racha de los dos títulos conseguidos recientemente en Montecarlo y en Barcelona, se alzaba de nuevo con el título del Máster que ya consiguiera en 2005, 2006 y 2007, tras vencer a su compatriota, Fernando Verdasco, y al serbio, Novak Djokovic, prolongando su tiranía en la tierra batida, en la que ya suman 29 triunfos consecutivos. Nadie ha podido con él este año sobre arcilla, elevando sus puntos ATP casi hasta los 16.000, embolsándose ya unos 2,6 millones de euros.
A falta de poder morder la plata, sus rivales y contrincantes hacen aspavientos y, en algún momento de desesperación, Djokovic arrojó la raqueta contra la pista, frustrados por la derrota. Y, desesperado por no poder vencerle, en la entrega de premios se contentó con imitarlo en sus gestos y mugidos. Pero nadie logra como nuestro héroe hincar el diente a la copa. Por eso pienso yo que, si sigue así, cualquier día se queda sin canino de tanto mordisquear la plata. Así que le sugiero que busque a un doble para que le haga este trabajillo. No importa ni su parecido, ni de dónde sea, ni el grado de afición que tenga al tenis. Lo importante, en este caso, es que esté en el paro y que sepa mordisquear como nadie. Y que sea de esos a los que el hambre les acentúa el mordisco, para suplir al campeón en esos menesteres. De esta manera, ahora que le espera Madrid y París para redondear su absolutismo en esta superficie, Nadal podría seguir con sus victorias sin necesidad de que peligre su dentadura. Porque lo que no se puede es acaparar las tres funciones: jugar bien al tenis, ganar trofeos y morderlos a la vez con la misma fuerza. Que no sea tan acaparador y que deje esto último para los parados.
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El escolta de Castro. Capítulo XXIV. El teniente coronel Sánchez sigue hablando de secretos cubanos: El Acuarama, yate de lujo en el que Fidel invitaba a grandes personalidades, y El Cayo, isla de reposo convertida en un fortín.
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