Pocos asuntos exasperan tanto a la Santa Sede como dar a conocer los abusos sexuales de sus sacerdotes y prelados. De hecho, cada vez que la cuestión desborda los cauces eclesiásticos y el escándalo se apodera de la prensa, la reacción del Vaticano es siempre la misma: discreción y silencio. Y, cuando alguien se atreve a denunciar la castidad de la Iglesia, ésta intenta zanjar toda discusión con la misma respuesta: la norma que prohíbe el casamiento de los curas no se discute. Lo reiteró Benedicto XVI en Austria, donde la edad promedio del clero es de 64 años y la escasez de sacerdotes empujó al movimiento progresista Wir sind Kirche (“Nosotros somos la Iglesia”) a exigir al Pontífice la supresión del celibato obligatorio.
A finales de mayo pasado, monseñor Antonio Cañizares hacía unas declaraciones sobre el aborto y la pederastia. El aborto, para el cardenal (llamado a Roma para ocupar un ministerio en la Curia del Vaticano), es algo mucho peor que la pederastia. Cañizares ha comentado que los abusos sexuales y sevicios a menores cometidos en escuelas católicas irlandesas entre 1950 y 1980, “no son comparables con los millones de vidas destruidas por el aborto”. Las declaraciones fueron aplaudidas por Mayor Oreja.
La Iglesia se siente obsesionada por el sexo y obcecada por el sexto mandamiento. En cambio, los abusos sexuales y el maltrato a menores por parte de sacerdotes y monjas en escuelas católicas irlandesas son tratados con menor rigor. El Papa Benedicto XVI parece “visiblemente disgustado” por esta clase de abusos, pero no muestra ante los mismos la beligerancia mostrada en otros temas. Diarmuid Martin, arzobispo de Dublín habla del “dolor y la aversión del Papa ante estos hechos”. Pero la posición condescendiente que la Iglesia ha mantenido durante muchos años sobre las graves denuncias de pedofilia que pesan sobre muchos sacerdotes, apenas ha cambiado con los años. Y, si bien, Benedicto XVI ha pedido perdón por los sacerdotes católicos que han abusado de niños y adolescentes en todo el mundo, la Iglesia intenta ocultar las denuncias y se limita a trasladar al supuesto responsable hacia otras parroquias, actuando como encubridora y evitando eventuales causas judiciales.
Según el informe irlandés publicado, todas las órdenes religiosas (un total de 18), incluida la de los Hermanos Cristianos, se han comprometido a dar una mayor indemnización a las miles de víctimas de los abusos, cediendo a la presión social desatada. En 2007, la archidiócesis católica de Los Ángeles (EEUU) se encargó de pagar 600 millones de dólares a 500 víctimas de abusos sexuales cometidos por sacerdotes. Fue, hasta el momento, la indemnización más cuantiosa de este tipo. Hoy, se espera que el fondo de compensación aportada por las órdenes religiosas irlandesas ascienda a 1000 millones de euros. En cambio, no se hace ninguna referencia a los nombres de los responsables de los abusos.
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