El gesto mayestático de Rajoy demuestra que se puede llegar a la Moncloa sin ruedas de prensa y sin salirse del guión establecido.
Más que el resultado cantado de las elecciones generales del domingo pasado, lo que me llamó la atención fueron las imágenes en la 'balconada' del PP, en la calle Génova, en donde el grupo de élite del partido vencedor fue ovacionado. No me extrañaron los títulos de los diarios del día siguiente, en los que se hablaba de un triunfo histórico de la derecha, del debacle socialista, del salto dado por IU-ICV que alcanzó 11 diputados frente a los dos del 2008, del avance de Amaiur, coalición integrada por la izquierda abertzale, Aralar, EA y Alternatiba, así como del apoyo de la Iglesia institucional al PP (el presidente de la Conferencia Episcopal dio su “apoyo espiritual” al futuro presidente del Gobierno). Todo ello se veía venir. Lo que sí me llamó la atención fue la presentación de Rajoy en el balcón de la sede del PP, la reacción de su público, entusiasmado por vitorearlo y sus palabras, pronunciadas por primera vez sin leer los papeles.
Trataré de explicarme. Lo primero que me sorprendió no fue su primer discurso en el interior de la sede en el que intentó gustar a todos los españoles, “incluso a los que no me han votado”, nombró con respeto a Rubalcaba y a Zapatero e intentó indicar que la moderación sería su brújula de Gobierno. Un discurso en el que, siguiendo con su campaña, evitaba todo enfrentamiento y solicitaba el concurso de todos los españoles para, con un “esfuerzo solidario”, dar la batalla a la crisis”, aunque también reconocía que “no habría milagros”. Lo que me sorprendió fue su posterior salida al balcón con su aparente espontaneidad para presentarse con los prebostes del PP frente a los suyos que le aclamaban desde la calle y no dejaban de ondear las banderas azules así como alguna nacional. La gente, entusiasmada por el triunfo del PP, le vitoreaba con gritos de “presidente, presidente”. Y hubo también gritos de “Rubalcaba, el mentiroso” o al “inútil de Zapatero”. Y, desde el jolgorio de la calle, entre los cánticos de “Que viva España”, “Socialista el que no bote” y “yo soy español, español”, Rajoy se presentaba por primera vez sin sus papeles ni un discurso preparado, lo que le hizo improvisar sus palabras y actos.
Cada uno de los políticos que le acompañaban en su primera comparecencia ante el pueblo se colocó por orden de importancia en ese balcón. Las cuatro mujeres que le flanqueaban eran sus más cercanas colaboradoras: a su derecha, su propia esposa, Elvira Fernández, quien no había dejado de creer nunca en él y a la que Rajoy besó recatada y rápidamente en los labios; más allá, Ana Mato (la guardiana de Génova y encargada de la campaña electoral) y a su izquierda, Dolores de Cospedal (secretaria general de su partido y primera presidenta de Castilla-La Mancha) y Soraya Sáenz de Santamaría (la número dos del PP). Luego, más a su derecha, Esteban González Pons (vicesecretario de Comunicación del PP) y Alberto Ruiz Gallardón (alcalde de Madrid); y más a su izquierda, Pío García Escudero (portavoz del Grupo Popular en el Senado) y Esperanza Aguirre (presidenta de la Comunidad de Madrid). Curiosamente, en un extremo se veía a Gallardón y, en el otro, a Esperanza Aguirre. A nadie se le escapaba la distancia bien clara que había entre ambos personajes. El alcalde de la capital, diputado con el número 4 en las listas del PP de Madrid, estaba ahí con el supuesto beneplácito de Aguirre (en el otro extremo). Pero a nadie se le escapaba que ambos hacen lo imposible por estar más cerca de Rajoy y ambos han protagonizado escenas de enemigos acérrimos, cada uno en su lado, disimulan sus diferentes puntos de vistas. Y es que hay cosas que, pese a la victoria, nunca cambiarán.
Todos los periódicos nacionales publicaron en portada la imagen triunfante de los ganadores, en el balcón de la sede del PP, agradeciendo a sus seguidores el triunfo electoral del domingo. Y sólo ABC y Público, no recogían la imagen del día: la del beso de Rajoy a su mujer. Y, curiosamente, a los gritos de los concurrentes que exigieron que botaran, el presidente y su mujer lo hicieron tímidamente mientras que Esperanza botó con convicción y regodeo. Eso si, Rajoy salió en defensa de Soraya que acaba de ser madre: “Que boten todos menos Soraya, que no le conviene”. Pero, el resto me pareció que se abstuvo. Mañana, llegará el momento de abandonar las ambigüedades y Rajoy tendrá que revelar, al fin, su programa y ponerlo en práctica. Ahí no creo que haya tanto fervor ni admiración por el futuro presidente del Gobierno. Pero todo llegará a su debido tiempo.
Trataré de explicarme. Lo primero que me sorprendió no fue su primer discurso en el interior de la sede en el que intentó gustar a todos los españoles, “incluso a los que no me han votado”, nombró con respeto a Rubalcaba y a Zapatero e intentó indicar que la moderación sería su brújula de Gobierno. Un discurso en el que, siguiendo con su campaña, evitaba todo enfrentamiento y solicitaba el concurso de todos los españoles para, con un “esfuerzo solidario”, dar la batalla a la crisis”, aunque también reconocía que “no habría milagros”. Lo que me sorprendió fue su posterior salida al balcón con su aparente espontaneidad para presentarse con los prebostes del PP frente a los suyos que le aclamaban desde la calle y no dejaban de ondear las banderas azules así como alguna nacional. La gente, entusiasmada por el triunfo del PP, le vitoreaba con gritos de “presidente, presidente”. Y hubo también gritos de “Rubalcaba, el mentiroso” o al “inútil de Zapatero”. Y, desde el jolgorio de la calle, entre los cánticos de “Que viva España”, “Socialista el que no bote” y “yo soy español, español”, Rajoy se presentaba por primera vez sin sus papeles ni un discurso preparado, lo que le hizo improvisar sus palabras y actos.
Cada uno de los políticos que le acompañaban en su primera comparecencia ante el pueblo se colocó por orden de importancia en ese balcón. Las cuatro mujeres que le flanqueaban eran sus más cercanas colaboradoras: a su derecha, su propia esposa, Elvira Fernández, quien no había dejado de creer nunca en él y a la que Rajoy besó recatada y rápidamente en los labios; más allá, Ana Mato (la guardiana de Génova y encargada de la campaña electoral) y a su izquierda, Dolores de Cospedal (secretaria general de su partido y primera presidenta de Castilla-La Mancha) y Soraya Sáenz de Santamaría (la número dos del PP). Luego, más a su derecha, Esteban González Pons (vicesecretario de Comunicación del PP) y Alberto Ruiz Gallardón (alcalde de Madrid); y más a su izquierda, Pío García Escudero (portavoz del Grupo Popular en el Senado) y Esperanza Aguirre (presidenta de la Comunidad de Madrid). Curiosamente, en un extremo se veía a Gallardón y, en el otro, a Esperanza Aguirre. A nadie se le escapaba la distancia bien clara que había entre ambos personajes. El alcalde de la capital, diputado con el número 4 en las listas del PP de Madrid, estaba ahí con el supuesto beneplácito de Aguirre (en el otro extremo). Pero a nadie se le escapaba que ambos hacen lo imposible por estar más cerca de Rajoy y ambos han protagonizado escenas de enemigos acérrimos, cada uno en su lado, disimulan sus diferentes puntos de vistas. Y es que hay cosas que, pese a la victoria, nunca cambiarán.
Todos los periódicos nacionales publicaron en portada la imagen triunfante de los ganadores, en el balcón de la sede del PP, agradeciendo a sus seguidores el triunfo electoral del domingo. Y sólo ABC y Público, no recogían la imagen del día: la del beso de Rajoy a su mujer. Y, curiosamente, a los gritos de los concurrentes que exigieron que botaran, el presidente y su mujer lo hicieron tímidamente mientras que Esperanza botó con convicción y regodeo. Eso si, Rajoy salió en defensa de Soraya que acaba de ser madre: “Que boten todos menos Soraya, que no le conviene”. Pero, el resto me pareció que se abstuvo. Mañana, llegará el momento de abandonar las ambigüedades y Rajoy tendrá que revelar, al fin, su programa y ponerlo en práctica. Ahí no creo que haya tanto fervor ni admiración por el futuro presidente del Gobierno. Pero todo llegará a su debido tiempo.
Temprano madrugó la oposición bloguera maoista-castrista-leninista, o requetemarxista, de la que mi amigo Santiago Miró supone un destacado y claro ejemplo. Les amanece de nuevo, -que no es poco- con el rencor y la insidia, y sobre todo con el abrumador tonelaje existencial de la impaciencia a cuestas. Angustiosamente desesperados por no poder ofrecernos -incomprensiblemente- sus valores universales y solidarios, consustanciales a la especie humana. Si no gobiernan ellos, es porque los ciudadanos se equivocan, equivocando a su vez a la historia, los periodos y los tiempos. Son las mismas convicciones de siempre para todas las formas del totalitarismo. Pero ya nos vamos conociendo.
ResponderEliminarchiflos.
Ponerme como ejemplo de la oposición bloguera maoísta-castrista-lenilista o requetemarxista es un chiste demasiado fácil que ha conseguido hacerme destornillar de risa. Decir que amanezco con el rencor, la insidia, la impaciencia y otras afirmaciones por el estilo o que si no gobierno es porque el resto de ciudadanos se equivocan, me dejan patidifuso. Me guardo estas acusaciones en mi memoria para recodarlas a su debido tiempo. ¿Realmente creen conocerme quienes así me califican?
ResponderEliminarLa tormenta neoliberal arrecia. El invierno se presenta crudo y largo, pero la venidera estación de las cerezas, promete ser tórrida.
ResponderEliminar20N Sucedáneo democrático. Caspa, oscurantismo y superstición: http://15mikel.blogspot.com/2011/11/20n-sucedaneo-democratico.html
Saludos indignados!!!
http://15mikel.blogspot.com/