Al Assa, hipócrita asesino.
Mientras la ONU trata de frenar la escalada de violencia y Amnistía denuncia las torturas sistemáticas de ambos bandos, el régimen sigue bombardenado Homs.
Mientras la ONU trata de frenar la escalada de violencia y Amnistía denuncia las torturas sistemáticas de ambos bandos, el régimen sigue bombardenado Homs.
El 15 de marzo del año pasado, miles de sirios se concentraron en las principales ciudades del país para reivindicar el derrocamiento de la “tiranía”. Un año después, la represión y violencia del régimen sirio, se ha cobrado más de 8.000 víctimas mortales, según la ONU, y el desplazamiento de decenas de miles. Y, pese la creación de una nueva Constitución que entró en vigor el 27 de febrero, anunciando elecciones legislativas para el próximo 7 de mayo, el régimen brutal contra los civiles sigue en pie aplastando todas las protestas. El pretexto de Al Asad de “la conspiración extranjera” y de la existencia de “grupos terroristas” en su territorio pretende justificar sus acciones represivas. Pero, según publica “The Guardián”, los mensajes lanzados por el Gobierno sirio durante este año revelan cómo Siria recibe los consejos de Teherán. Los documentos, interceptados entre junio y principios de febrero por el grupo opositor, Consejo Supremo de la Revolución, hacen un “retrato de la familia Al Asad, aislada por la crisis pero que continúa disfrutando de una vida llena de lujos”.
Los países occidentales reclaman de forma abierta la renuncia de Al Asad e imponen sanciones económicas. Pero, otros países como Rusia o China bloquean cada iniciativa presentada en el Consejo de Seguridad de condena contra el régimen. En Deraa, la ciudad donde comenzaron las protestas, unos 20 tanques y vehículos blindados rodearon el distrito de Al Balad y dispararon contra los edificios. Los intensos ataques de artillería precedieron a las redadas casa por casa. Y las negociaciones llevadas a cabo entre los cinco miembros permanentes del Consejo –EEUU, Rusia, China, Francia y Reino Unido– y Marruecos, para sacar adelante una resolución de firma estadounidense, se encuentran paralizadas.
Mientras tanto, Amnistía Internacional, en un informe que cataloga los 31 tipos de torturas que está empleando contra la población, habla de crucifixiones, descargas eléctricas, golpes o violaciones del régimen de Bachar al Asad a los civiles y rebeldes sirios capturados desde hace un año, cuando comenzó la revuelta. “Los testimonios que hemos escuchado –denuncia A.I.– describen los oscuros entresijos de un sistema de detenciones e interrogatorios que, un año después de que comenzaran las protestas, parece destinado a degradar, humillar y aterrorizar a las víctimas para que guarden silencio”. Para Amnistía, este informe debe ser utilizado como una prueba más de los crímenes contra la humanidad que está cometiendo el régimen de Asad. Pero la organización de Derechos Humanos con sede en Nueva Cork acusa también a los opositores sirios de cometer graves abusos contra civiles, soldados y miembros de las milicias pro-gurbernamentales. Torturas, secuestros o ejecuciones son algunos de los crímenes de los que HRW acusa a los rebeldes que, con manifestaciones pacíficas, pero también por las armas, aspiran a derrocar al presidente, Bacha el Asad. “Los métodos brutales del régimen sirio –escribe la directora de dicho organismo, Sarah Leah Whistson– no pueden justificar los abusos de los grupos armados de la oposición”.
Según Amnistía, algunas víctimas dicen haber sido obligadas a meterse dentro de un neumático de coche para quedar inmovilizado y haber recibido golpes hasta perder la consciencia. Otros dicen haber sido colgados durante horas u obligados a permanecer de puntillas mientras los golpeaban o les arrancaban la piel con pinzas para carne. En otros casos, los arrestos se alargan durante semanas, en las que los detenidos viven en pequeñas celdas atestadas de gente, sin apenas poder ir al baño ni recibir asistencia médica, y alimentados a base de un trozo de pan diario. Varios testigos afirman haber sido aislados durante días en espacios diminutos o encerrados con cadáveres o presos moribundos. Amnistía denuncia que la tortura es sistemática en Siria desde la “época oscura de los ochenta y los noventa”, pero que, en el último año, se ha recrudecido, “recordando a las técnicas que empleaba el expresidente Hafez al Asad”, el padre del actual mandatario. Además, la violencia sexual es una práctica habitual entre las fuerzas de seguridad que, según algunos testimonios, han llegado a violar a algunos detenidos con botellas de cristal rotas o les han atado objetos pesados a los genitales.
Los países occidentales reclaman de forma abierta la renuncia de Al Asad e imponen sanciones económicas. Pero, otros países como Rusia o China bloquean cada iniciativa presentada en el Consejo de Seguridad de condena contra el régimen. En Deraa, la ciudad donde comenzaron las protestas, unos 20 tanques y vehículos blindados rodearon el distrito de Al Balad y dispararon contra los edificios. Los intensos ataques de artillería precedieron a las redadas casa por casa. Y las negociaciones llevadas a cabo entre los cinco miembros permanentes del Consejo –EEUU, Rusia, China, Francia y Reino Unido– y Marruecos, para sacar adelante una resolución de firma estadounidense, se encuentran paralizadas.
Mientras tanto, Amnistía Internacional, en un informe que cataloga los 31 tipos de torturas que está empleando contra la población, habla de crucifixiones, descargas eléctricas, golpes o violaciones del régimen de Bachar al Asad a los civiles y rebeldes sirios capturados desde hace un año, cuando comenzó la revuelta. “Los testimonios que hemos escuchado –denuncia A.I.– describen los oscuros entresijos de un sistema de detenciones e interrogatorios que, un año después de que comenzaran las protestas, parece destinado a degradar, humillar y aterrorizar a las víctimas para que guarden silencio”. Para Amnistía, este informe debe ser utilizado como una prueba más de los crímenes contra la humanidad que está cometiendo el régimen de Asad. Pero la organización de Derechos Humanos con sede en Nueva Cork acusa también a los opositores sirios de cometer graves abusos contra civiles, soldados y miembros de las milicias pro-gurbernamentales. Torturas, secuestros o ejecuciones son algunos de los crímenes de los que HRW acusa a los rebeldes que, con manifestaciones pacíficas, pero también por las armas, aspiran a derrocar al presidente, Bacha el Asad. “Los métodos brutales del régimen sirio –escribe la directora de dicho organismo, Sarah Leah Whistson– no pueden justificar los abusos de los grupos armados de la oposición”.
Según Amnistía, algunas víctimas dicen haber sido obligadas a meterse dentro de un neumático de coche para quedar inmovilizado y haber recibido golpes hasta perder la consciencia. Otros dicen haber sido colgados durante horas u obligados a permanecer de puntillas mientras los golpeaban o les arrancaban la piel con pinzas para carne. En otros casos, los arrestos se alargan durante semanas, en las que los detenidos viven en pequeñas celdas atestadas de gente, sin apenas poder ir al baño ni recibir asistencia médica, y alimentados a base de un trozo de pan diario. Varios testigos afirman haber sido aislados durante días en espacios diminutos o encerrados con cadáveres o presos moribundos. Amnistía denuncia que la tortura es sistemática en Siria desde la “época oscura de los ochenta y los noventa”, pero que, en el último año, se ha recrudecido, “recordando a las técnicas que empleaba el expresidente Hafez al Asad”, el padre del actual mandatario. Además, la violencia sexual es una práctica habitual entre las fuerzas de seguridad que, según algunos testimonios, han llegado a violar a algunos detenidos con botellas de cristal rotas o les han atado objetos pesados a los genitales.
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