El sábado pasado, ochenta y un años después la proclamación de la IIª República española, se celebraba en Madrid el aniversario de la efemérides. La marcha, organizada por la Coordinadora Republicana, contó con el respaldo de una veintena de formaciones sociales y políticas entre las que se encontraban IU, PCE, Izquierda Anticapitalista y el Movimiento 15-M. Los asistentes gritaron consignas contra la monarquía mientras se enteraban por la prensa del accidente del rey, Juan Carlos, en un safari por tierras de Botswana. Y aprovecharon para criticar la monarquía. Entre sus cánticos y consignas: “España, mañana, será republicana”, “No hay dos sin tres, República otra vez”, “Juan Carlos, mangante, deja al elefante” o “Elefantes africanos son republicanos”. Y la plaza madrileña de Cibeles volvió a acoger, como cada año, a los manifestantes, reivindicando su deseo de que la monarquía entrase definitivamente en barrena. El Himno de la República puso fin al acto.
Foto publica en la web de la compañía Rann Safaris, que suele utilizar el rey para sus matanzas, organizadora de la “aventura” en la que el monarca se rompió la cadera.
Tras el improvisado viaje de vuelta, el rey, con su cadera rota, regresó con urgencia de Botswana, en donde había pasado la semana, y fue ingresado en la clínica en donde había sido intervenido quirúrgicamente en el hospital USP San José, de Madrid. “Ha sufrido una fractura en tres fragmentos de la cadera derecha, asociada a artrosis de dicha articulación”, añadía la nota de la Casa del Rey. Y especificaba que el doctor Ángel Villamor le había realizado una reconstrucción “de los fragmentos de la fractura femoral, colocándose, en el mismo acto quirúrgico, una prótesis de cadera”. Poco a poco, fuimos recomponiendo los últimos días del rey, ausente de España y ubicado en Sudáfrica, sin que los españoles lo supieran, en donde se encontraba “cazando elefantes”. A don Juan Carlos se le había visto por última vez en un acto público el pasado 8 de abril, cuando había acudido a la tradicional misa del Domingo de Pascua en la catedral de Palma, en compañía de la Reina, los Príncipes de Asturias y su hija, Infanta Elena. Nos enteramos de su estancia en Botswana a su repentino regreso, tras una caída al tropezar con un escalón cuando se levantaba por la noche en el campamento en el que pernoctaba. El accidente había ocurrido a las cinco de la mañana del viernes. En 2005, Juan Carlos de Borbón ya había estado de caza en esa región africana, unos días después de que 17 militares españoles fallecieran en Afganistán, tras estrellarse el helicóptero en el que viajaban. El rey fue operado por cuarta vez en 24 meses. Desde los años 80, se había sometido a ocho operaciones. Tres de ellas se produjeron por accidentes sufridos mientras practicaba deporte y el resto por motivos de salud. El Rey no había pasado por el Hospital Quirón de Madrid donde permanecía ingresado su nieto, Felipe Juan Froilán, quien el lunes, 9 de abril, se había disparó accidentalmente una escopeta de pequeño calibre en su pie derecho, mientras hacía prácticas de tiro con su padre en la finca familiar de Soria.
La princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein, amiga del Rey, el joyero británico Patrick Mavros y el Rey, en el hotel Ritz de Madrid.
Ese mismo lunes, don Juan Carlos había viajado a la república Botswana para participar en una cacería de elefantes. Según “El Confidencial”, la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein, amiga del rey y varios empresarios españoles, acompañaron al monarca en un jet privado. La princesa y atractiva empresaria con negocios en países árabes que, además, le había ayudado a conseguir para España contratos ventajosos como petróleo en Kuwait o trenes de alta velocidad para Arabia Saudita, organizaba cacerías en África para nobles y multimillonarios a través de Boss&Company Sporting Agency. Corinna llegó a ser consejera delegada de esta empresa y ofrecía “únicamente los mejores disparos”, según asegura la propia firma, creada en el año 2000 por uno de los principales fabricantes de armas de fuego del Reino Unido. Divorciada y madre de dos hijos, dicha princesa, de 46 años, es una gran aficionada a la caza y a la vela, dos pasiones que comparte con don Juan Carlos. Pasó, según el diario digital mencionado, largas temporadas en España y ha sido vinculada sentimentalmente con el Rey de forma reiterada en los últimos años. Actuó como “representante” del monarca ante el príncipe Alwaleed bin Talal, que posee una de las mayores fortunas de Arabia Saudí y ocupa el puesto 29 en la lista Forbes de los personajes más ricos del mundo. Boss&Company Sporting Agency se encarga de todas las gestiones necesarias para que sus acaudalados clientes disfruten de safaris y cacerías en el continente africano y cualquier otro rincón del mundo. La firma británica impulsada por la princesa Sayn-Wittgenstein se compromete a “satisfacer todas las necesidades”, desde el transporte en vuelos charter o comerciales al alquiler de rifles, pasando por la munición, las licencias de caza, los permisos en el país de destino, el alojamiento y la manutención.
Mientras tanto, la prestigiosa revista “Time” anunciaba en un artículo publicado el 12 de abril, un día antes de que el Rey se rompiera la cadera en Batsuana: “No es el mejor momento para ser Rey de España”, teniendo en cuenta los últimos acontecimientos que ponían a don Juan Carlos bajo el intenso escrutinio de la opinión pública en los últimos meses, desde la investigación sobre el Duque de Palma, Iñaki Urdangarín, hasta el reciente accidente de su nieto Froilán, durante unos ejercicios de tiro el pasado 9 de abril, que le dejaron heridas en un pie. “Durante décadas –apuntaba el periódico– los Borbones han evitado la clase de censura y escrutinio públicos que han acosado a otras monarquías europeas”. Sin embargo, el artículo subrayaba que “esta reticencia está comenzando a cambiar, gracias en parte a los recientes escándalos legales”. La revista analizaba las dificultades de la monarquía y los últimos escándalos. Si bien, la imagen de Don Juan Carlos todavía se encontraba protegida, no sucedía lo mismo con sus familiares. El magacín hacía referencia, por ejemplo, a los rumores de desórdenes alimenticios que habían rodeado a la Princesa Leticia, al divorcio de la Infanta Elena de Jaime de Marichalar en 2009, “que escandalizó a ciertos sectores del país”. Sin embargo, “ninguna infracción ha afectado tanto a la Familia Real como el proceso contra Iñaki Urdangarín”, acusado de desviar millones de euros en fondos públicos a través del Instituto Noos, la fundación que encabezaba. “Está claro que la Familia Real siente el cálido aliento del escrutinio público”, remarcaba Time, que hacía referencia a una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, en la que destacaba que la popularidad de los Borbones había descendido por debajo del 50% por primera vez en 17 años.
Mañana, continuará: “¿Entró la Corona en barrena?” (II)
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