José Ignacio Wert publicaba el lunes pasado un documento en el que hacía una invitación a la lectura. El ministro Educación, Cultura y Deporte, recordaba a todos los españoles que el 23 de abril era un día muy especial para los 450 millones de hispanohablantes y ensalzaba la figura de Nicanor Parra, el poeta chileno galardonado este año con el Premio Cervantes. El ministro recordaba que “las letras y la lectura están presentes en todos los rincones de nuestro mundo” y animaba a frecuentar “las magníficas librerías y bibliotecas que tenemos en este país”. Pero lo hacía cometiendo varios errores gramaticales: faltas de concordancia en algunas frases o signos de puntación equivocados o inexistentes. En varias oraciones, aparecían puntos o comas que no debían existir y se obviaban cuando sí eran necesarios. El final del segundo párrafo y el comienzo del tercero eran casi idénticos, aludiendo de manera prácticamente consecutiva al “… premio de las letras hispánicas más importante del mundo”. Y repetía la palabra “mundo” siete veces en apenas una página.
En la carta, se citaba a la “Universidad de Alcalá de Henares” como el lugar donde se hace entrega del Premio Cervantes, aunque el nombre oficial de la institución es solo Universidad de Alcalá. También aparecía escrito en minúscula el nombre propio de la red social Twitter, o se nombraba —también con minúscula— a Plinio el Viejo. El ministro, que se reconocía como un “apasionado lector”, terminaba la carta engrandeciendo cualquier tipo de literatura con esta frase: “No hay libro tan malo que no tenga algo bueno”.
Siento desmentirle. No todos los libros son buenos. Los hay malos y detestables tanto por su contenido como por su continente. Como hay lectores que, en su lectura, son incapaces de discernir entre un bodrio de una obra de arte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario