Hunter Halder, un estadounidense de 61 años, fundador de Re-food, organización sin ánimo de lucro cuyo lema es “Aprovechar para alimentar”, ha demostrado con su coraje que no hace falta atracar supermercados y ocupar fincas para dar de comer a miles de desamparados que pululan por las calles de Lisboa. Hace unos años, a este norteamericano afincado en esta ciudad desde 1992, se le ocurrió una de las formas más simples y baratas de llevar alimentos gratis a personas con hambre y sin trabajo. Ocurrió cuando la crisis portuguesa se llevó por delante su trabajo y se quedó en paro. Entonces puso en práctica algunos proyectos filantrópicos como el de repartir comida entre la gente que no tenía trabajo ni comida.
Halder imaginó la manera de evitar el desperdicio de comida elaborada día a día y la hizo llegar, de forma organizada, a los que no tenían qué llevarse a la boca. Para empezar, dividió su propio barrio lisboeta, de clase media, el de Nuestra Señora de Fátima. Eligió cuatro manzanas y las peinó con su bicicleta. Con su pinta de Papá Noel y su determinación contagiosa en busca de dueños de restaurantes, propietarios de casas de comida y encargados de pastelerías y supermercados, se comprometió a recoger, en días determinados, la comida elaborada que les sobraba y a distribuirla después entre las personas necesitadas del barrio, cada vez más numerosas a causa de la crisis que desarbola el país desde 2008. Para localizar a los nuevos pobres procedió de la misma manera metódica y exhaustiva con que había acudido a los restaurantes: visitó todos los edificios del área en cuestión y preguntó, piso por piso, si necesitaban lo que él, con un cierto eufemismo pudoroso, denominó “refuerzo alimentario”.
Entonces descubrió que cada vez había más gente que necesitaba comida y que muchos, por vergüenza, no se atrevían a pedirla. Conoció a María Incógnita, una señora mayor que vivía muy cerca de la iglesia, bautizada así por él mismo, y convertida ya en un símbolo. “Me dijo que no tenía dinero. Que necesitaba comida, pero que jamás aceptaría que sus conocidos supieran que pasaba necesidad. Que antes se dejaría morir de hambre que pasar una vergüenza parecida. Yo le contesté que cada día subiría a su casa con una bolsa. Ella me respondió que eso tampoco bastaba, que podían verme. Así que me dio una llave del patio de la casa. Cada noche yo entro, dejo una bolsa escondida allí y ella luego la recoge. Nadie excepto yo sabe quién es, en verdad, esta María Incógnita”.
Al principio, Halder, conocido por el mote de “El loco de la bicicleta”, trabajaba solo. Trasportaba bolsas de comida en la cesta del manillar, yendo de un lado a otro. A los treinta días, ya contaba con treinta colaboradores. Ahora son ya un centenar. La primera sede del proyecto fue la propia cocina de Halder. Después, se trasladó a un local pequeño de una vieja tienda de productos congelados. La asociación alimentaba a casi 200 personas diariamente (muchas en sus propios domicilios), recogía comidas preparadas de 45 restaurantes y pastelerías de la zona acotada y contaba con un comedor en un ala de una parroquia. Pronto, se extendió hasta un radio de acción de 285 restaurantes y piensa conquistar, en un futuro no muy lejano, Lisboa entera. Está convencido de que lo conseguirá. También de que la crisis que estrangula Portugal (y Europa) acarrea, como contrapartida, una metamorfosis en la escala de valores de la gente. Y asegura que los portugueses son hoy más solidarios que hace un año. Él no cobra nada desde hace dos años. “Aceptamos donativos. Pero son para la asociación”, dice. Algunas veces, él también se lleva a casa, en la cesta de su bici, una de las bolsas de comida reciclada de algún restaurante, recogida por su asociación.
Re-Food no es la única asociación portuguesa dedicada a la asistencia alimenticia que acusa un incremento de peticiones. El Banco “Alimentar contra a Fome” reparte también comida a 330.000 personas. Su presidenta, Isabel Jonet, afirma que la cifra engorda sin parar: “No servimos la comida directamente a la gente. La distribuimos entre instituciones que se encargan de ello. Pero notamos que estas instituciones cada vez nos piden más. El problema no es el hambre: es el paro y el endeudamiento de las familias. La clase media se está hundiendo. Son gente angustiada que nunca se había visto así, que ve cómo, tras quedarse en el paro, no puede, por ejemplo, pagar la comida de la niña en la guardería, ni ve cómo va a mejorar esto a corto o medio plazo”.
El samaritano de la bicicleta
by Miss Douce on Jan 03, 2013
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