“Esta mañana –escribe Carlos Torres, bajo el
artículo ‘Spanien, tierra feudal’, en Público.com– el emisario real ha leído un
bando en la plaza del pueblo. Es tanta la costumbre que yo ya no me paro a
escucharlos. Quizás diría algo así como que el señor feudal alemán exige a sus
vasallos ibéricos, señores de la marca hispánica, que reformen las pensiones
del populacho. No les habrá bastado con hacinar a familias enteras de abuelos,
padres y nietos en casas compartidas o en someter a todo el estamento más bajo
al marqués del Euribor, casado en segundas nupcias con su prima de riesgo. No,
ahora también quieren que los guerreros retirados después de cuarenta años de
servicio renuncien a la vejez por la que lucharon y, lo que es peor, que los
jóvenes que deberían ocupar sus puestos trabajen a perpetuidad por 400 euros.
Ah, en estos días aciagos que vivimos en nuestras ciudades, hemos perdido la
guerra de los Minijobs sin poder siquiera librarla. Quién iba a saber que
agarrotados por el miedo, nos iba a vencer el noble CIS, un muerto que cabalga
a lomos de un caballo llamado Inem. Triste mañana nos espera si no le ponemos
remedio (…)
“Sin embargo, desde que el cardenal Zapatero
primero y el caballero Mariano, después, les otorgó plenos poderes de nuevo,
los señores no han parado hasta recuperar todo el terreno que les habían ganado
las revueltas del populacho. Encomendados a la virgen del ERE y bajo la
protección de la reforma laboral han devastado nuestras cuentas corrientes y
esterilizado con sal nuestro futuro. Si es que alguna vez fuimos otra cosa, ya
solo somos peones, víctimas de las OPAs que se lanzan entre ellos los
fronterizos, carnaza de una guerra donde los ejecutivos ponen las armas y el
pueblo pone los muertos. Lo más curioso es que aquí, en los barrios de
extramuros, todavía quieren hacernos creer que somos libres con sus promesas.
Como las que le hicieron a Sir Robert de Freelance, un polifacético soldado que
hace la guerra por su cuenta y batalla a deshoras por poco más que la comida.
Algo me dice que a los del Castillo ya les va bien hacerles creer a éste que él
va por su cuenta, pues paga el diezmo por adelantado sin necesidad de tomar las
armas y se le puede posponer el pago hasta las siguientes pascuas si el señor
así lo conviene.
“¿Con quién está el clero en estas tropelías? –finaliza
Torres– ¿Con qué otros dioses nos prometerán el paraíso? Ayer oí que Don
Mariano se ha arrodillado ante la cruz para ofrecernos Gibraltar. Torpe
recompensa para un pueblo que ha sido estafado, que pierde sus galenos y que ya
no gana para educarse. No perdamos la fe, quizás algún día nosotros también
sepamos despertar. Al fin y al cabo, un peón por si sólo no sirve para nada,
pero todos juntos pueden poner en jaque al rey”.
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