Desnudas en el Congreso de Diputados.
Desnudss en el Congreso de Ecuador.
Lo ocurrido el miércoles pasado en el Congreso
descolocó a los diputados. Sucedió cuando Ruiz Gallardón respondía a una
pregunta de Irene Lozano, de UPyD, sobre inmigración. En ese momento, los diputados
escucharon unos gritos procedentes de la tribuna de invitados. Eran tres
activistas de Femen que se habían desprendido de su ropa hasta la cintura y,
subidas a la barandilla, mostraban sus pechos con el tatuaje “Aborto es
sagrado”. El presidente del Congreso, Jesús Posada miraba lo ocurrido con la boca
abierta, sin pronunciar palabra y sin creerse lo que sus ojos le mostraban. Tras
unos segundos de indecisión, mostró su preocupación ante el riesgo físico de
una desgracia y ordenó a los ujieres y agentes de seguridad de la cámara que
desalojaran la tribuna “con cuidado”. Estos obedecieron pero no podían con las
tres activistas que no paraban de gritar
y de aferrarse cada una a lo suyo: una columna, la barandilla y un asiento.
Tras unos segundos de forcejeo, desde la bandada popular se oyó a unos
diputados gritar “Fuera, fuera”, mientras otros, de Izquierda Plural,
aplaudían. Los peperos calificaron de patético e indignante el espectáculo en
tanto que el ministro de Justicia consideró aquella osada acción feminista de
“una falta de respeto a la soberanía popular”. Hasta que consiguieron retirar a
aquellas invitadas semidesnudas que no dejaban de lanzar gritos.
En unos instantes se había desarrollado el
principio de una película de ficción que más de un director de cine le hubiera
gustado filmar y desarrollar. La segunda escena continuó en los juzgados, donde
una de las activistas reconoció ser Lara Alcázar, líder del movimiento Femen en
España, y las otras dos se declararon de nacionalidad extranjera. En contra de
lo esperado por un PP que había clasificado la situación provocada de alto
riesgo, el juez decretó la inmediata puesta en libertad, al entender que unos
pechos de mujer no perturbaba el orden del Congreso. En
su auto, el magistrado consideró “harto difícil” que se pudiera catalogar el
acto de protesta de Femen como un hecho de perturbación grave, penado como un
delito de alteración de orden público en el Congreso, lo que suponía una condena
de entre seis meses y un año de cárcel. Señaló que “el análisis contextual
ponderado impide apreciar perturbación grave del orden de la sesión” y añadió
que, de acuerdo al nuevo Código Penal, grave es un término “polisémico y
abierto” que no puede ser utilizado de un “modo discrecional o sin consistencia
factual”. Recordó que las activistas ucraniana y francesa asistieron al
Congreso “en calidad de invitadas” y de forma “pacífica”, y recurrió al
artículo 3 del Código Civil para sostener que “no parece razonable reconducir
la protesta desnudándose el torso a un episodio capaz de producir
subjetivamente una perturbación grave del orden”. El auto indica que lo que se
tiene que someter al artículo 497.2 del Código Penal es si gritar “aborto
sagrado” habría perturbado la sesión.
Al mismo tiempo, muy lejos de
Madrid, sucedía un acto parecido en el Congreso de Ecuador, en donde otras
mujeres con los pechos al aire, protestaban por lo decía el Código Penal sobre
la mujer. La policía de la institución trató de desalojarlas, pero esta vez Roxana
Alvarado, presidenta en funciones de la asamblea, lo impidió, dirigiéndose a
los agentes con un “señores de la fuerza pública, no hemos solicitado su
intervención”. Como en Madrid, aquellas mujeres intervinieron en la sesión para
pedir que el nuevo Código Penal defendiese sus derechos, especialmente en lo referente
al aborto, y contemplase penas mayores en los delitos de violencia machista. Y
Alvarado señalaba que “este es un espacio abierto y toda manifestación está
permitida. Pido a la fuerza pública que se retire y las deje manifestarse con
libertad”.
Una de cada cuatro mujeres en Ecuador es víctima de violaciones, y el 30 por ciento de ellas se queda embarazada como resultado de la violación. Las estadísticas arrojan que el aborto es la segunda causa de muerte materna en ese país, pero sólo se reconoce ese derecho para el 0,98% de las mujeres, que es el porcentaje de las que padecen algún tipo de discapacidad mental. Ante este mismo hecho en España y Ecuador, Edurne Uriarte, fémina perfectamente vestida conocida por ser columnista de ABC, se lanzaba veloz sobre su blog para tildar de “espectáculo machista” el de “las strippers de Femen”, que comparaba con “una revista o película erótica”. Hablaba Uriarte del “bochorno” que producen estas protestas en “las mujeres españolas”. Sonaba curioso, viniendo de alguien que hace unas semanas se autodenominaba “Barbie complementos” y mostraba su desazón porque un guapo camarero le hubiera manchado su “bolso de Gucci”. Edurne arrancaba así con su blog: “Los sucesivos shows montados en el Congreso por los propios parlamentarios de la izquierda no podían más que empeorar. Y lo han hecho, con el espectáculo machista montado por las strippers de Femen para bochorno de las mujeres españolas y de todos los demócratas. Espectáculos que consisten en todas sus apariciones en lo hecho hoy en el Congreso, en desnudos montados con una estética muy semejante a la de una revista o película erótica”, continúaba la tertuliana, expareja del ministro Wert quien añadía “a falta de portadas en Interviú, las chicas de Femen se lo montan en espacios políticos como éste”.
Lara Alcázar, fundadora de Femen España, ya respondía este verano desde las
páginas de El País a quienes como Uriarte critican su semidesnudez.
“Cuando mostramos nuestro cuerpo se crea una tensión. Supone llevar la
contraria a lo que la sociedad patriarcal quiere. “Al mostrar su cuerpo –le
preguntó un periodista–, ¿no da la razón a quien ven a las mujeres como objetos
decorativos?”. Lara contestó: “Esta pregunta me la hacen recurrentemente. No,
la diferencia radica en que escoges cuándo enseñar tu cuerpo para molestar.
Tengo el control sobre él y lo muestro como pancarta”. Contestación que, al
parecer, molesta a Uriarte. Lo mismo que molestó a Gallardón la irrupción en el
Congreso de los Diputados de las tres mujeres en la tribuna de prensa, con el
pecho tatuado por “El aborto es sagrado”. Tal vez si la pintada hubiera sido “El
aborto es un crimen” otro gallo hubiera cantado. Francisco Miguel, en su blog Pelearocorrer,
escribe: “Para Gallardón el cuerpo no existe, solo existe un ente
indeterminado, carente de corporeidad, una máquina abstracta que fabrica recién
nacidos, la mujer reducida a su misión biológica: parir. A Gallardón no debería
escandalizarle que unas muchachas en flor protesten enseñando sus pechos, son
(los pechos), al fin y al cabo, glándulas que alimentarán a recién nacidos y no
pequeños botones que accionan el placer. Para reivindicar la vida hay que pasar
primero por reivindicar el cuerpo y, también quizá, por tener la valentía de
entender la vida como un acto voluntario, un acto definitivo en el que la mujer
tendrá siempre la última palabra, porque es ella la que porta dentro de su
vientre esa promesa”.
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