Jesús Posada, Artur Mas y su mujer, Rodríguez-Gallardón y Fernández Díaz, este domingo en Tarragona. Foto Efe.
El Papa envía un mensaje sin referencia a los crímenes fascistas.
Ceremonia de beatificación de 522 mártires católicos celebrada este domingo en Tarragona.
En Misa de campaña en la Guerra Civil, con el altar repleto de armamento.
El pasado domingo, dos partidos antagónicos como
el PP y CiU, unieron el pasado domingo sus sentimientos religiosos.
Nacionalistas catalanes y españoles de derechas, que no pueden verse ni en
pintura, se reunieron en Tarragona en la ceremonia de beatificación de 522
religiosos, asesinados en su inmensa mayoría durante Guerra Civil. Al acto,
celebrado en una macroceremonia, acudió un total de 104 obispos (79 españoles y 25 extranjeros), ocho cardenales,
1.386 sacerdotes, 2.720 religiosos de todas las congregaciones y 3.947
familiares de los mártires, además de numerosas autoridades. Los dos partidos
mencionados acudieron sin resistencia alguna, escuchando el mensaje del
Pontífice, quien no hizo ninguna referencia al franquismo ni a la Guerra Civil. Allí estaba, por
una parte, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz (miembro
destacado del Opus Dei); el de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón: el presidente
del Congreso, Jesús Posada, y el inspector del Ejército, Ricardo Álvarez-Espejo.
Por la otra, el president de la
Generalitat , Artur Mas (Ciu) y su esposa, Helena Rakosnik,
junto a la vicepresidenta del Govern, Joana Ortega,
y los consellers Santi Vila y Josep Maria Pelegrí.
Alberto Ruiz-Gallardón, defendió en unas
declaraciones que esta ceremonia era un acto de “justicia” y de
“reconciliación” que “tiene que ser entendido tal como la Iglesia nos ha invitado a
entenderlo”. La consellera Ortega hizo hincapié en que “más de la mitad de los
mártires beatificados son catalanes y, en este sentido, es importante la
presencia de las autoridades catalanas”. Artur Mas consideró a aquellos religiosos “víctimas inocentes”. Según el mandatario catalán, los asesinatos por motivos religiosos han de
ser condenados de igual manera que el fusilamiento del expresidente catalán, Lluís Companys, por razones políticas.
“Y, del mismo modo que se ha condenado de forma enérgica el asesinato de la niña de 14 años, por razones de violencia de género,
se tiene que reprobar también el crimen contra los religiosos. No fueron
víctimas de violencia machista como Alba, ni los mataron por ser catalanistas
como Companys, sino que sufrieron otro tipo de violencia sólo por sus creencias
religiosas”, remarcó el líder de Convergència i Unió. “Con su presencia –aseguró
el cardenal, Antonio María Rouco Varela, presidente de los obispos españoles–, las
autoridades civiles, militare y académicas han puesto de manifiesto la armonía
que ha de existir entre todos los ámbitos de nuestra sociedad”.
El cardenal, Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, quien
presidió el acto, destacó que la
Iglesia “no busca culpables”. Y, en su homilía, defendió que la Iglesia es “casa del perdón”
y que, con este gesto, quiso “glorificar a estos testigos heroicos del
Evangelio”. Subrayó que estos mártires no eran provocadores sino personas
pacíficas. “No caídos de la
Guerra Civil ”, sino “víctimas de una radical persecución
religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia ”. Sectores de la
sociedad civil, como la
Coordinadora por lo Laico y la Dignidad , así como
cristianos de base, habían pedido a las autoridades eclesiásticas que el Papa
aprovechara la celebración para pedir “perdón” por el apoyo de la Iglesia al golpe de Estado
de 1936 contra la República
y por la complicidad con la dictadura franquista. Pero el Papa, pese a su
faceta de “renovador”, no hizo ni una sola alusión al respecto ni tuvo la decencia de disculpar a su Iglesia por tanta infamia
histórica. La plataforma por la
Comisión de la
Verdad , que reúne a más de 100 asociaciones de memoria
histórica, le había emplazado a pedir perdón a las víctimas de la
dictadura por el apoyo de la Iglesia al bando vencedor.
La entidad dirigió un acto en respuesta a la ceremonia y difundió un manifiesto
que tilda la beatificación de “acto político” y de ”insulto” frente a quienes
perdieron a sus familiares durante el franquismo.
Otros partidos, como el PSC, pidieron a la Iglesia católica que
confesase su apoyo al franquismo, ya que mientras no lo hiciese, “dudo que
tenga legitimidad histórica para recordar a sus mártires”, dijo su portavoz,
Jaume Collboni. En un homenaje a republicanos asesinados durante el franquismo,
Collboni, mostró respeto por esta beatificación pero pidió a la Iglesia que confesase, al
mismo tiempo, su respaldo a la dictadura porque todos tienen derecho a
homenajear a sus antepasados, pero “lo primero que tendría que hacer la Iglesia Católica
es denunciar el franquismo” y admitir que lo apoyó, lo que califica de error
histórico. Y aseguró que la mejor manera de combatir el fascismo “es recuperar la memoria histórica y no olvidar”.
Por su parte, el portavoz adjunto de ERC en el
Parlament, Oriol Amorós, expresó su respeto por esta beatificación, aunque
añadió que “no es una explicación de lo que pasó” durante la Guerra Civil y los
años 30 en España. Manifestó que la Iglesia
Católica es libre de celebrar los homenajes que crea
oportunos, pero “también es verdad que tuvo un papel durante aquellos años del que no se puede sentir nada orgullosa”. Grupos
más de base e izquierdistas de la Iglesia
Católica criticaron la beatificación porque creen que reabre
las heridas aún no curadas de la Guerra Civil , “ya
que los cientos de miles de víctimas del franquismo aún no han visto reparada
su memoria”. El pasado jueves, la Coordinadora por lo Laico y la Dignidad entregaba al
arzobispado más de 1.700 firmas en contra del acto. Ante estas críticas, el
arzobispo de Tarragona repitió insistentemente durante los últimos días que se
trata de un acto estrictamente religioso y no tiene ninguna connotación
política, además de hacer un guiño de solidaridad con las víctimas del otro
bando de la Guerra
Civil.
De los 522 mártires beatificados, únicamente dos,
ambos religiosos paúles, fueron asesinados en 1934, fuera de la contienda de la Guerra Civil. El
acto se celebró en Tarragona al contar con la causa más numerosa, con 147
mártires. Por lugar de nacimiento, la diócesis de Tarragona es la más numerosa,
con 75 mártires (entre ellos, el que fuera obispo auxiliar de Tarragona, Manuel
Borrás, ayudante del cardenal Vidal i Barraquer), seguida de Burgos con 68. La Iglesia rememoró a sus mártires,
pero los obispos, apoyados por el PP y el CiU, no se acordaron de los curas muertos por el
bando franquista, entre los que se hallan los 16 que fueron asesinados en
Euskadi por defender la legalidad de la República.
E , históricamente, la Iglesia desoyó los mandatos sagrados y alentó a sus párrocos
a que se unieran al golpe, al que, de inmediato, bautizaron como Cruzada,
otorgándole todas sus bendiciones. Desde entonces, la Iglesia española todavía
no ha hecho el gesto de pedir perdón por su actuación en aquellos años de
crimen y terror.
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