Intermón
Oxfam resalta que el 1% de la población más rica acapara cerca de la
mitad de la riqueza mundial. Pero no es de esto de lo que queríamos hablarles,
como decía Ibáñez Serrador en sus habituales preguntas en el programa
televisivo “Un, dos, tres… responda otra vez”, sino de la España
que va a la cabeza de los índices mundiales de desigualdad. Porque
los 20 individuos más ricos de este país ingresan tanto como el 20% más pobre
de toda la población. La desprotección social es grotesca y muy pocos pueden
planificar con esperanza su vida sin riesgo de pobreza y hambre. En un breve
documental, Vidrios partidos, incorporado, con otros tres de autoría
varia, en la película Centro Histórico (2013), se filma la memoria
obrera. Víctor Erice recupera
la memoria de sagas de trabajadores que bajo condiciones penosas, de abuelos a
nietos, en la fábrica textil de Río Vizela, desde el siglo XIX y hasta su
cierre en el 2000, pudieron dar estudios a un hijo acordeonista. Fueron muy
malos tiempos de caciquismo y oligarquías económicas, explotadoras de jornadas
extenuantes. Pero, tras la lamentación de aquellos trabajadores portugueses
que recuerdan a sus abuelos, quedó uno que puso música a la mirada cansada de
sus antepasados, fotografiados en un comedor hacinado. El trabajo era,
entonces, un cepo de hierro que arrancar. Ahora, es vapor que muchos están
dispuestos a aprehender a manotazos y a cualquier precio.
“Las élites –señala el informe titulado “Gobernar
para las élites; secuestro democrático y desigualdad económica”– están
secuestrando el poder político para manipular las reglas
del juego económico”. Un informe que destaca que la mitad más pobre de la
población mundial posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del
mundo. En el mismo, Intermón publica un conjunto de recomendaciones a los
líderes del Foro Económico Mundial, que se reunieron en Davos sin poder acabar –hay
quien dice que no eran estas sus intenciones– con las desigualdades sociales.
Entre sus propuestas, pidieron que los países se comprometan a no utilizar
paraísos fiscales para evadir impuestos, que no se utilice la riqueza económica
para obtener favores políticos, que las inversiones sean públicas y que se
destine la recaudación fiscal para proporcionar a los ciudadanos sanidad,
educación y protección sociales universales. “La crisis económica, financiera, política y
social que padece España –explica José María Vera, director de Intermón Oxfam– tiene
buena parte de su origen precisamente en esas dinámicas perniciosas donde el
interés público y los procesos democráticos han sido secuestrados por los
intereses de una minoría”. El informe destaca que este foro mundial identificó
la creciente disparidad de ingresos como el segundo riesgo más importante a
nivel mundial, ya que estima que “está
socavando la estabilidad social y atenta contra la
seguridad a escala global. No podemos pretender ganar la lucha contra la pobreza sin
abordar la desigualdad; esta creciente lacra está creando un círculo vicioso en
el que la riqueza y el poder están cada vez más concentrados en manos de unos
pocos, dejando al resto de la ciudadanía las migajas”.
El informe explica que “el caso de España es
especialmente preocupante” por el efecto de la crisis financiera y de las
políticas que se han adoptado, “que
han castigado de manera especial a las clases medias y a las personas más
desfavorecidas”. Por ello, Intermón Oxfam plantea como urgente: “Tomar
medidas claras para reducir la desigualdad, acabar con la riqueza y la pobreza
extremas y promover los mecanismos que previenen que los intereses de las
élites económicas y financieras sean los que marquen la agenda política, en
detrimento de los intereses de la mayoría de la población”. Bonitas palabras,
pero sólo queda en eso, en un intento de dejar patente las buenas intenciones.
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