Se acabó el ciclo de Rouco Varela. A nueve días del comienzo de la
primavera, tuvo que irse y sin poder pilotar su sucesión, renunciando a la
presidencia del episcopado y aguantando la llegada de un sucesor no querido o,
al menos, no preconizado por él. Hasta hace muy poco, había tenido hilo directo
con el Papa Ratzinger, con el que hablaba en alemán, y con su secretario, el
entonces todopoderoso Georg Gaenswein.
Era el hombre de Roma en España. Llevaba siendo una especie de “vicepapa” español desde que aterrizó
en Madrid, en el año 1994, para suceder a su amigo y padrino, el cardenal Suquía. Como presidente de la Conferencia Episcopal ,
mantuvo “atada y bien atada” a la Iglesia española durante
casi dos décadas. Nada se hacía, ni se movía, sin contar con su
“placet”. Con la llegada de la “primavera” de Francisco al Vaticano, Rouco fue
perdiendo apoyos a marchas forzadas. Hasta que dejó de pilotar su sucesión,
llevada personalmente por Bergoglio, el papa Francisco.
“Jamás se le ha visto o oído –escribe
Rosa María Artal en “El Periscopio”, a modo de despida de este cardenal– al
lado de los más débiles. De los hambrientos, desahuciados de sus casas,
empobrecidos por las políticas de esos individuos o grupos a los que él
defiende. Solo se ha movido –y mucho– por perpetuar la ideología política más
ultraconservadora y el catolicismo más integrista. Se ha metido en las camas,
cuerpos y cerebros de quién le ha parecido, salvo en los abusos de la
pederastia de sus sacerdotes. Ni una palabra sobre la corrupción de individuos y grupos
sin escrúpulos a quienes tan bien conoce. Y así hasta el final…
“Rouco Varela amparó que, desde la COPE , la emisora de los
obispos se difundiera y alentara la teoría de la conspiración del 11M,
inventada por El Mundo de Pedro J. Ramírez. Destrozó la vida de muchas
personas. En algunos casos, literalmente. Y aún tiene el valor de dar lecciones
y el Gobierno de encomendarle ese funeral. Bien pensado, no es extraño: son
iguales. Del mismo grupo. Le escuchaba atentamente la crème del Gobierno:
Santamaría, Gallardón y Cospedal…
Con él se va “la España de sotana e
incienso, de púrpura y velatorio. De reyes. Hasta mal avenidos que aguantan el
tipo por interés. De autoridades enlutadas capaces de jugar con la vida y los
sentimientos de las personas como hicieron el 11M de 2004 y darse golpes en el
pecho 10 años después… Ésa es la
España de Rouco. La que elige a un presidente de obispos
ambicioso y maniobrero hasta el último de sus días en el puesto. Cómo serán sus
electores. O la que, de entre todo el empresariado español, opta por los Díaz
Ferrán o Arturo Fernández que manipulan empresas o estafan a sus trabajadores.
Cómo serán quienes les votan”.
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