David Bollero publicaba
el pasado viernes el artículo que sigue en Público.es: “Todo el mundo anda
estos días preocupado, diría incluso que alarmado, por la posible ruptura de
España. Las luces rojas se han encendido ante el intento de independencia por
parte de Artur Mas y los suyos y se agitan las fantasmas del pasado, asegurando
que España se enfrenta a su mayor reto desde la Transición. Ayer mismo, sin ir
más lejos, el rey Felipe VI afirmaba que ‘el pueblo español no está dispuesto a
que se ponga en cuestión su unidad’. Lo cierto es que ignoro de qué pueblo
habla y, sobre todo, por qué se apropia de nuestra voz si somos muchos los que
no le elegimos, los que, de hecho, preferiríamos que no estuviera donde está -y
mucho menos que sea nuestro portavoz.
“Lo peor de todo es que
Felipe VI oculta un hecho a ese pueblo español del que se erige vocero: su
padre, Juan Carlos I, ya rompió la unidad de España hace 40 años. El 14 de
noviembre de 1975, el Borbón lideró la firma de los Acuerdos de Madrid, también
llamados Acuerdos Tripartitos, por los que regalaba una provincia española: el
Sáhara Occidental. Es cierto que era príncipe todavía, pues Juan Carlos I no
fue coronado hasta ocho días después de la firma, ya muerto el dictador, pero
desde el 31 de octubre ya asumía la Jefatura de Estado. Con aquella firma, el
monarca rompió la unidad de España y los españoles estaban tan preocupados y –alegres–
porque al fin se moría Franco que a nadie pareció importarle, aunque la
fractura estaba hecha y cientos de miles de ciudadanos españoles de la noche a
la mañana quedaban a merced de un invasor, de Marruecos, que violaría así el
Derecho Internacional con la connivencia de la Comunidad Internacional,
culminando definitivamente la tropelía en febrero de 1976.
“Desde entonces, una
guerra, un alto el fuego auspiciado por la ONU que promovió una misión para
preparar el referéndum de autodeterminación que Marruecos sistemáticamente ha
impedido, 650 saharauis desaparecidos, torturas, asesinatos –de españoles, incluso, aunque a ministras
como Trinidad Jiménez le diera igual–, expolio de los recursos naturales
saharauis… y nada parece importar. 170.000 saharauis expulsados en los
campamentos de refugiados y otros cientos de miles en los Territorios Ocupados
reprimidos y, ¿qué más le da a Felipe VI, que con su corona también ha heredado
la desvergüenza de pertenecer a la estirpe que rompió España? El Sáhara
Occidental continúa siendo el último territorio de África que, jurídicamente,
está pendiente de su descolonización y España, de hecho, sigue siendo su
potencia administradora”.
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