Alejandro Fernández, el día de su ingreso en prisión.
Alejandro Fernández junto a su abogado, Javier Gómez Rosales.
Esta es la historia de
Alejandro Fernández, un caso que ha conmocionado a la opinión pública. Según
los documentos judiciales, en enero del 2010, Fernández se acercó a un centro comercial
de Málaga en un Golf rojo en el que viajaban otros tres amigos suyos con
antecedentes penales por hurto y lesiones. En el establecimiento realizaron dos
operaciones con tarjetas falsas y, cuando intentaron realizar una tercera, fueron
sorprendidos por las autoridades, que consiguieron solo detener a uno de los
cuatro estafadores. Pocos días después, Alejandro Fernández y otro compañero se
entregaron. Pero no su amigo Kamal, de nacionalidad nigeriana, quien desapareció
sin haber vuelto a dar nunca señales de vida. Los tres acusan al huido de
haberles engañado para conseguir beneficios a través de las tarjetas falsas.
Fernández se gastó con la suya un importe de sólo 80 euros.
El joven granadino ingresó
hace unos días en el centro penitenciario de Albolote (Granada) después de que el
Gobierno de Rajoy le negara el indulto solicitado. Llegó acompañado de
familiares y dijo a los periodistas, justo antes de entrar, que no se iba a
“rendir” y que pensaba “pelear”. Recordó que el caso se remontaba a hace seis
años, periodo en el que no ha cometido ningún delito. Criticó que existiesen
informes desfavorables de la Audiencia Nacional y de la Fiscalía a su indulto,
rechazado por el Consejo de Ministros el 18 de marzo, y que él estaba
“totalmente reinsertado en la sociedad”, con un “trabajo y una vida estable”.
Consideró que había “cometido un error” y que su entrada en prisión era una
“injusticia”. Dijo desconocer que su amigo, hoy en busca y captura,
perteneciera a un grupo dedicado a clonar tarjetas. “Era una persona de mi
confianza, veinte años mayor que yo, y que me había ayudado mucho. Cuando me
dijo que era una tarjeta para no llevar dinero encima, con mi nombre, yo pensé
que era verdad”. Su abogado, Javier Gómez Rosales, lamenta que si ingreso en
prisión se hubiera producido tras no salir adelante ninguna de las medidas para
evitarlo y que los informes desfavorables al indulto “no son vinculantes, de
modo que el Ministerio de Justicia se lo podría haber concedido igualmente”,
especialmente teniendo en cuenta que era una condena “desproporcionada”. De
nada sirvió que Changw.org lanzase una petición a favor de su indulto con más
de 300.000 firmas.
Fernández y otro
compañero se entregaron días después en la comisaría de Málaga si bien uno de
ellos, Kamal, de nacionalidad nigeriana y considerado por Fernández como su
"hermano mayor", todavía sigue en paradero desconocido. La defensa de
Fernández se basó en acusar al africano de haberles engañado para obtener beneficios
a través de las tarjetas falsas que él poseía. Fernández declaró el día del
juicio que Kamal, en lugar de entregarle dinero efectivo (para las compras) le
dio dos tarjetas con el nombre y apellidos del declarante, pero él 'nunca había
visto una tarjeta'. No obstante, pensó que todo era legal. La conclusión de la
juez no deja lugar a dudas: "Lo que realmente sucede es que este acusado,
como los otros dos, en juicio, pretendieron descargar en parte de sus
respectivas responsabilidades en el ausente Kamal, manteniendo los tres al
unísono que este mandaba sobre ellos, ordenándoles realizar compras con
tarjetas que resultaron ser inauténticas, donde figuraban sus respectivos
nombres, y que aquél les entregaba. Esta versión la rechazamos por inverosímil
y contraria a la lógica más elemental”.
La sentencia de la
Audiencia Nacional fue recurrida en casación ante el Tribunal Supremo, que ocho
meses después la ratificó por completo. El juez Joaquín Giménez desestimó los
recursos aduciendo que Fernández fue “cooperador
necesario al haber aportado a los autores materiales de la falsificación sus
propios datos de identidad para hacerlos constar en las tarjetas”, argumenta, “el
recurrente actuando de común acuerdo con los otros dos acusados y utilizando
tarjetas espurias realizaron dos compras e intentaron otra en Carrefour por un
importe superior a 400 euros, lo que revela la existencia de un perjuicio para
el titular de las tarjetas o para un tercero”.
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