En 2012, la mayoría de
los votantes franceses eran seducidos por François Hollande que clamaba contra
la impunidad de los poderes financieros. El nuevo presidente logró capitalizar
el descontento de la población con Nicolas Sarkozy, convirtiéndose en el primer presidente de izquierdas desde
hacía quince años. Cuatro años después, el paro ha aumentado, se ha recortado
el gasto público, se ha subido el IVA y liberalizado las profesiones reguladas…
Pero la medida más impopular, con un 70% de rechazo ciudadano, ha sido la
reforma laboral que propone primar los acuerdos de empresa sobre los convenios
colectivos, rebajar las indemnizaciones, aumentar el horario laboral legal y
facilitar los despidos.
El líder de la CGT
(Confederación General del Trabajo), Philippe Martíne, advirtió hace unos días
que la pelota estaba en el tejado del Gobierno. E insistió en que, de no ser
desechada la ley de la reforma laboral, interrumpirían el torneo de la Eurocopa
que se celebra este verano en Francia., culpando de ello al propio Gobierno.
Pero
el primer ministro, Manuel Valls, advirtió que “no se puede bloquear un país”
ni poner en riesgo “sus intereses económicos”. Y, a pesar de las semanas de
movilizaciones callejeras y de todas las huelgas convocadas, Hollande se negó a
ceder a las demandas presentadas y a retirar su reforma laboral.
A ocho días del
comienzo de la Eurocopa de fútbol, el Gobierno francés trató, por todos los
medios y con desigual fortuna, de desactivar las huelgas que amenazaban con
paralizar el transporte por carretera, aéreo y ferroviario. Valls envió un
mensaje de calma a los aficionados que tenían previsto desplazarse al torneo de
fútbol: “Se puede venir a Francia en coche, en avión y espero que en tren
–dijo–. Pero no cederé en la reforma laboral porque haya una amenaza de huelga
en los trenes”.
La CGT
advirtió que continuaría con su campaña de paros y manifestaciones para
presionar al Gobierno. El Gobierno se encontró bajo presión para encontrar una
solución antes de que comenzase la Eurocopa 2016 de fútbol en Francia, una
competición que la CGT amenazó con interrumpir. Pero, el Ejecutivo no estuvo
dispuesto a renunciar a esa ley, aunque admitió enmiendas que no cuestionasen
su “filosofía”. Y los sindicatos formalizaron una cascada de convocatorias de paros
en el transporte público. El paro en el transporte metropolitano de París se ha
prolongado más allá del inicio de la Eurocopa. Todas estas protestas han sido el
preludio de nuevas jornadas de movilización general para el 14 de junio, cuando
el país estaba sumergido en el interés mediático internacional del torneo de
fútbol.
Hollande asegura que su
reforma laboral “no se retirará” pese a las protestas en toda Francia. En una
entrevista concedida al diario Sud Ouest, Hollande reiteró su determinación y
afirmó que no cedería ante las presiones. Defendió que su proyecto “proporciona
un mejor rendimiento a las empresas y ofrece nuevos derechos a los empleados”,
algo que considera “necesario”. Y ha sido duramente criticado por la sociedad. Renfe
afrontó nuevas jornadas de huelga de las convocadas por el sindicato de
maquinistas Semaf, al no haber ningún acercamiento con la operadora.
El líder de la CGT, Philippe
Martinez, se enfrentó al Gobierno con miles de personas reunidas en asamblea
contra la reforma laboral, a través de flashmobs, la ocupación de espacios
públicos o la incorporación de jóvenes alejados del mundo sindical. Y el 14 de
junio, con la Eurocopa ocupando ya portadas y horas de televisión en todo el
mundo, se producía la última gran jornada de manifestaciones. Según los
sindicatos convocantes, Force Ouvriere, CGT y Solidaires, más de un millón de
personas desfilaron en París, cifra reducida por la Prefectura. Y, tras los
incidentes violentos de la marcha de París, el Gobierno francés ha anunciado su
intención de no autorizar más manifestaciones si la preservación de “bienes y
personas” no puede ser “garantizada”. Manuel Valls criminalizó las protestas
contra la reforma laboral y quiere prohibir las manifestaciones. Y denegaron
los permisos para más protestas en las calles si no sacaban de ellas a los
alborotadores, un día después de los violentos disturbios entre jóvenes
enmascarados y policía durante manifestaciones en París. El primer ministro
Manual Valls acusó al CGT de no hacer nada para frenar a cientos de violentos
que saquearon tiendas, arrancaron los adoquines de la calle y rompieron las
ventanas de un hospital infantil durante varias batallas campales el martes. La
policía respondió con gases lacrimógenos y cañones de agua, con docenas de heridos
en ambos lados. Y los sindicatos culpan al Gobierno de provocar el caos. La
policía ha arrestado a más de 60 personas. Muchos de los alborotadores iban
vestidos de negro, con bufandas y gafas para repeler el gas lacrimógeno y
cascos en caso de haya cargas policiales. Aunque no pertenecen a ningún grupo
identificable, los expertos dicen que son una mezcla de jóvenes desilusionados,
anarquistas y anticapitalistas.
Masivas protestas contra las reformas laborales en París
RT en Español
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