Felipe VI intervino el pasado
marte en una cumbre de jefes de Estado de la ONU en la que intentó afrontar las
necesidades humanitarias generadas por la peor crisis de refugiados. Más de
cien jefes de Estado y ochenta jefes de Gobierno escucharon las palabras del
rey español: “España seguirá dando prueba de solidaridad y generosidad los
próximos años”. En su intervención, el monarca recalcó que España había
aceptado el compromiso de acoger a los refugiados en un plazo de dos años, pero
se olvidó de reconocer que aún no han sido acogidos ni el 3% de dicha cifra.
Tampoco explicó por qué de los 17.386 refugiados que España pactó con la UE acoger,
sólo 516 llegaron al país. El monarca aseguró que todos los “remedios
paliativos” eran “insuficientes” si no se ponía fin a los conflictos y actos
terroristas que provocan los desplazamientos. “Debemos combatir con
determinación –dijo con gran énfasis– el azote del terrorismo que está en el
origen de desplazamientos forzosos en extensas zonas” de ambas regiones y
también de Asia. Y concluyó así sus palabras: “España hará cuanto esté en su
mano para estar a la altura de un reto que debemos afrontar juntos con
inteligencia y generosidad”. Sin embargo, muchos dudan de ello.
Felipe VI también lanzó un
mensaje de confianza en la capacidad de España y de sus ciudadanos de superar “tiempos
difíciles” y “coyunturas complejas”, como las que representan en la actualidad
la incapacidad de los partidos para formar Gobierno y la relación con Catalunya.
“Todas las democracias avanzadas, como la nuestra –dijo el monarca– atraviesan
en algún momento de su historia coyunturas complejas. Pero las superan por la
fortaleza y cohesión de su sociedad, la solidez de sus instituciones, la
vigencia de su sistema de libertades; por su firme convicción en que las
diferencias se resuelven con voluntad de acuerdo dentro del respeto a las
reglas que se han dado”. El rey hizo un llamamiento a “combatir la desigualdad
y trabajar por un modelo económico que favorezca la prosperidad compartida y
proporcione oportunidades de empleo a los jóvenes y, en general, a quienes más
han sufrido los efectos de la crisis durante estos años. Nadie debe quedar
atrás por nuestra acción o por nuestra omisión”.
“Felipe VI –advierte en
Público.es Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra– ha
demostrado que, de tartamudear, nada, aunque la ocasión merecía tartamudeos,
sudores y tembleques. No se amedrentó por nuestra infamia y pidió, como un
Zapatero cualquiera, ‘actuar como un solo mundo’ y transformarlo ‘en los
próximos 15 años’ para ‘librarlo de la pobreza extrema y del hambre que todavía
hoy afligen a buena parte de la Humanidad’. Si no le conociera, hasta lloraría
de emoción al creer que El Preparao es un gran humanista. España solo ha
acogido a 480 refugiados de los más de 17.000 a los que se comprometió, por lo
que si el compromiso al que se refiere Felipe VI es semejante, el mundo no se
cambia ni en quinientos años… Así pues, el discurso de Felipe VI no es más que
un chiste borbónico, uno más de los muchos que acumula la historia, ante un
auditorio responsable de lo que acontece. Al mundo le iría mucho mejor si la
alocución se hubiera pronunciado en una prisión, al menos existirían más
posibilidades de cumplirse los vaticinios realizados”.
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