Una vez más, Francia ha
dicho “no” a la extrema derecha. El candidato centrista, Emmanuel Macron, se
alzó con la victoria en las elecciones presidenciales con el doble de votos (un
66,06%) más que Marie Le Pen (33,94%) su contrincante xenófoba del Frente Nacional.
El papel interpretado por la candidata frentista en el debate televisado del
pasado miércoles, incurriendo en graves contradicciones, no logró arrebatar a
Macron su popularidad. Este celebró ante miles de seguidores su victoria en la
Explanada del Louvre mientras no sonaba La Marsellesa, himno nacional cantado también
por Le Pen, sino la Oda a la Alegría de la novena sinfonía de Beethoven, himno
de la Unión Europea.
El candidato centrista
deberá ratificar su victoria frente a la ultraderecha en las elecciones
legislativas a celebrar dentro de un mes para poder llevar a cabo su programa
socioliberal. El delfín de Hollande tiene como prioridad ratificar su victoria
consiguiendo una mayoría suficiente en la Asamblea Nacional. Sin los apoyos
parlamentarios necesarios, el joven exbanquero tendrá muy difícil implantar sus
medidas económicas de corte liberal y se vería obligado a nombrar un primer
ministro de la fuerza más votada. Los socialistas franceses, desterrados de la
segunda vuelta de las presidenciales y con una fragmentación interna sin
precedentes, jugarán un papel clave en la consolidación del nuevo presidente.
Sus candidatos tendrán que echar números en base a los resultados de las
presidenciales y ver si les conviene pasarse al bando del centrista. Lo mismo
harán algunos candidatos de Los Republicanos. Pero ambas familias –gaullistas y
socialistas–, cuentan con ventaja gracias al sistema mayoritario. De hecho, el
Frente Nacional solo cuenta con dos diputados en la cámara actual.
Macron llega al más
alto puesto en Francia tras una cortísima carrera política. Nunca hasta ahora
se había presentado a elecciones de ningún tipo. Su primer acercamiento a la
política fue en 2012, cuando el presidente socialista, François Hollande, lo
nombró secretario general adjunto. Dos años después, ascendió a ministro de
Economía, y, en agosto de 2016, renunció a ese puesto en un momento en que
parecía que cualquier candidato relacionado con la presidencia de Hollande
estaba condenado a fracasar en las urnas. Será el octavo presidente de la Quinta
República francesa. El más joven de todos ellos, con sólo 39 años. Y el primero
en llegar a ese sillón sin el apoyo de un gran partido. El resultado ha sido
recibido como una excelente noticia para la Unión Europea, que temblaba ante la
posibilidad de una victoria de Le Pen. Angela Merkel, Jean-Claude Juncker y
Donald Tusk se han apresurado a enviar mensajes de felicitación al ganador. Y
la Unión Europea ya no se ve directamente amenazada por Le Pen, quien pretendía
dinamitar el futuro del proyecto comunitario. ¿Pero cuánto durará el antídoto?
El izquierdista
Jean-Luc Mélenchon, cuarto de la primera vuelta de las presidenciales
francesas, ha asegurado en una comparecencia que los resultados demuestran que
“una vez más, nuestro país ha rechazado la extrema derecha de forma masiva”. Tras
haberse quedado a un millón de votos de entrar en la segunda vuelta, decidió no
desvelar qué haría en esta ronda, una decisión muy criticada a pesar de que
precisó que no votaría por Le Pen. El aspirante izquierdista convocó una
consulta entre los 450.000 militantes del movimiento, Francia Insumisa, tres
cuartos de los cuales se pronunciaron contrarios a votar por el socioliberal,
Emmanuel Macron. En su declaración tras la victoria de Macron, celebró la
derrota de la ultraderechista y aseguró que “la señora Le Pen ha quedado
tercera en esta elección, después de Macron y las abstenciones y votos blancos
y nulos”. Un voto que ha alcanzado un nivel inédito. A juicio de Mélenchon, el
país “no está condenado ni al poder de los ricos ni al de quienes odian”, en
una clara alusión al presidente electo y a Le Pen.
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