El Cristo de la Buena Muerte.
España, según la Constitución, es
un Estado aconfesional, aunque cuesta creerlo cuando se escucha a la ministra
de Empleo, Fátima Báñez, agradecer la “salida de la crisis” a la Virgen del
Rocío, o al ex ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, hablar de Marcelo, su
ángel de la guarda. Y es “muy difícil creer en la aconfesionalidad del Estado
cuando –como asegura Diariocrítico– se otorgan todo tipo de condecoraciones y
distinciones oficiales al santoral católico o cuando es el alcalde de Cádiz,
José María González 'Kichi' quien hace lo propio con la Virgen del Rosario”. De
esta forma, en 2014, Europa Laica denunciaba el a la sazón Ministro del
Interior, Fernández Díaz, por la concesión de la Medalla al Mérito Policial a
la Virgen del Amor. Y su predecesor en el cargo, Juan Ignacio Zoido, optaba por
seguir sus pasos con la concesión de la Cruz al Mérito Policial a la cofradía del
Cristo de la Buena Muerte.
La Ley de 1964 que regula la
concesión de medallas en la Policía señala que un civil podrá recibir tal
condecoración si ha protagonizado “cualquier hecho que evidencia un alto
sentido del patriotismo o de la lealtad con prestigio para la Corporación o
utilidad para el servicio”; si “ha sobresalido en su empleo o cargo y eso ha
redundado también en beneficio de la Policía; o si se ha distinguido “de cualquier
modo no previsto” con las citadas consecuencias. ¿Cuáles de estos requisitos se
han cumplido? El Gobierno se ha limitado a responder que “al ser una potestad
de la Administración con carácter discrecional, no ha existido irracionalidad o
arbitrariedad en la concesión de la misma”. Pero su explicación no a convencido
a casi nadie.
Para Carles Mulet, senador de
Compromís, esta condecoración atenta contra la misma de concesión de medallas
de mérito policial. “Desgraciadamente, a pesar de existir civiles ejemplares,
que se han esforzado por el beneficio común de la sociedad, tenemos una panda
de ministros de Interior que condecoran vírgenes y cristos. Estos actos, en un
estado aconfesional y moderno, son absurdos, ridículos y atentan contra el
propio espíritu constitucional y lo que nos responden es poco más que, al ser
una potestad discrecional, hacen con estas condecoraciones lo que les da la
gana”.
Según Mulet, “el integrismo
religioso y el radicalismo nacional-católico del PP, se ha dedicado a imponer
su visión de los años 40 a una sociedad como la actual. Las creencias
religiosas son todas respetables mientras respeten los derechos humanos, la
igualdad y la legislación en vigor, y los ministros pueden actuar como ultras
del OPUS en su tiempo libre, como ciudadanos, pero no como cargos públicos.
Imponer medallas policiales a figuras religiosas es propio de otro tipo de
regímenes”.
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