Hace una semana, las chirigotas
volvieron a Cádiz con su humor, su ingenio y sus polémicas de cada año. Entre
sus temas más polémicos, el de Catalunya, y más concretamente, un nombre, el de
Puigdemont. En efecto, una de las 137 agrupaciones que se presenta al COACC (Concurso
Oficial de Agrupaciones Carnavalescas de Cádiz), concretamente, “La familia
Verdugo”, se propone decapitar al expresident, Carles Puigdemont, en pleno escenario.
“Según el artículo 155 de la Constitución de España y la humanidad se condena
por alta traición al gafas que está ahí atrás”, arranca la letra. Y prosigue:
“No sabemos si cortarle la cabeza o mandarlo a pelar / Que entre el condenado
que tenemos que empezar a cantar”. En pleno escenario del Teatro Falla, repleto esta vez de verdugos, se entona el
himno de España mientras tres dobles de Puigdemont entran en acción, saludando
al público con un “bona nit” y sosteniendo, entre lamentos, una estelada. Y, después
de meter la cabeza y las manos en la guillotina, suena la versión del tema “Devuélveme la vida”, de
Antonio Orozco. “Pido perdón por haber celebrado un referéndum –ruega el personaje–. Pido perdón por las
urnas que allí coloqué. En realidad eran cajas de ropa de invierno, pero es que
allí es ver las cajas y echar un papel. Yo te pido perdón, que no quiero
cumplir más condena. Te pido perdón de la única forma que sé. Perdóname la
vida”. Tras las súplicas, el verdugo lo espanta con la bandera de España, que
acaba siendo sustituida por la estelada. El aguacil que dirige la sentencia
pregunta al público: “¿Le perdonamos la vida a Puigdemont, sí o no?”. La
respuesta es unánime: “¡No!”. Y concluye: “La sentencia es bastante clara, son
las cosas de la democracia”.
La chirigota, en la que Carles
Puigdemont se enfrenta a la picota y al hacha del verdugo, no fue bien vista
por aquellos que están a favor de la independencia. A pesar de ello, uno de los
tuiteros que la difundió señala que era una sátira contra el artículo 155.
Reconoce que muchos catalanes se han sentido humillados y no comparten esa
visión crítica. E indica que defender, al mismo tiempo que prohibir o penalizar
estas sátiras no es el camino. Dice que el gran alcance que está tomando el
COAC ha provocado que, desde Catalunya, se hable de delito de odio. La
asociación Círculo Catalán de Negocios ha pedido públicamente la intervención
de la Fiscalía y, con mucha ironía, habla de “catalanofobia”. “Una chirigota de
Cádiz propone degollar a Puigdemont y el público aplaude. Estamos ansiosos por
ver cómo la Fiscalía les lleva a juicio por delito de odio. Ah, no. Que la catalanofobia no es”.
Por otra parte, la chirigota de
Chiclana, presenta una letra de Álvaro García, que pone al borde de la decapitación a los Reyes
Magos por no concederles el deseo de cantar más adelante en el concurso porque
no han tenido tiempo de preparar bien sus letras. Históricamente, a la vista de
estas chirigotas, se recuerdan críticas muy duras a la Casa Real, al Gobierno
de turno e incluso a cuestiones religiosas. Pero algunos abogados penalistas
consideran que hay que hablar del animus iocandi. Una expresión que impide
tomar en serio una declaración de voluntad y evita el surgimiento de
obligaciones (ni contractuales, ni de otro orden, inclusive penal), cuando se
evidencia que el compromiso fue efectuado en broma.
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