Pedro Sorela, escritor y
periodista que nació en Bogotá y vivió en Madrid, colaboró con diversos medios
de comunicación y publicó cuentos, novelas y teatro. Doctor en Periodismo y
profesor titular de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, trabajó
en la agencia Europa Press, durante ocho años, y en el periódico El País otros
catorce, esencialmente como entrevistador y reportero de literatura en la sección
de Cultura. “En la vida -le dijo su padre, desde un barco anclado en Barcelona-
hay que aprender a irse”. Apenas entrado en la adolescencia, confesó aprender
la lección con la fuerza de lo que se aprende muy pronto. “Me he marchado no
pocas veces en mi vida, y casi siempre sin mirar atrás”, escribió en uno de sus
textos de viaje y emprendió su último y definitivo viaje el pasado 18 de abril.
Montse Morata escribe, en
“Fronterad, revista digital” sobre Pedro Sorela: “Por resumir todas las facetas
que reunió (escritor, profesor, periodista, viajero, pensador, dibujante,
jardinero de los hombres…) yo diría que Pedro Sorela fue un poeta, pero
enseguida me corregiría para decirme que eso por sí solo no significa nada. Enseñaba
a huir de las grandes palabras, de las ideas hechas, de las cáscaras vacías que
pensaba que eran los lugares comunes, de los cajones, de las etiquetas. Pero
insistimos en que fue un poeta y no sólo porque entendiese la escritura como
sugerencia y ritmo, con esa economía del lenguaje y esa tensión hacia la
exactitud de la imagen poética. Pedro Sorela era un poeta en el sentido
primordial de su etimología, ‘el hacedor, el que crea’, un significado incluso
anterior a la escritura. ‘3 14 16 Desierto, acercándose’, titulaba en uno de
sus cuentos más sugerentes, dentro de Historia de las despedidas, en el que
formula su ideal de escritura coincidiendo de nuevo con Saint-Exupéry, para el
que ‘la perfección se alcanza no cuando no hay nada más que sumar sino cuando
no hay nada más que restar’. Ambos escritores encontraron la representación de
esta idea de escritura en el desierto, donde la tierra se desnuda, sencilla y
profunda, para revelarnos lo esencial. Pedro Sorela decía que una una ‘es un punto
intermedio entre la tierra y el agua, o quizá el aire’ y que ‘ciertamente está
viva’, mientras que sobre el desierto pensaba que es ’la tierra que se toma más
tiempo y espacio para anunciarse’, ‘y no por casualidad’, sino porque en ella
nos espera una revelación que cambia el propio lugar en el mundo: el infinito… Sostenía que lo más importante para el
creador es preservar la mirada poética de los poderosos enemigos que la acechan
e insistía en que es algo muy delicado que hay que afilar, sacándole punta a
los ojos todos los días, como se hace con los lápices de dibujo. Como una obra
dibujada por la sugerencia, la esencia misma del arte, señalaba que ‘el viaje
es lo que sucede detrás de los ojos, no delante, y al igual que la literatura
hace posible que de nuestro mundo hagamos una creación’.
Heredero de Stendhal y
Saint-Exupéry, siempre desconoció cualquier sentimiento de pertenencia
exclusiva a un país, a una patria, o a un nosotros, palabra de la que
desconfiaba casi más que de ninguna otra. El viaje fue para él un modo de estar en el
mundo: “El viaje es lo que sucede detrás de los ojos, no delante, y al igual
que la literatura hace posible que de nuestro mundo hagamos una creación”. “Pedro
Sorela escribió hasta el final, como las semillas, cuando sabía que ya no
alcanzaría a ver sus últimas páginas publicadas ni los libros inéditos que
dejó. Decía que eso le daba una libertad que ciertamente nunca le faltó en esa
Historia de las despedidas que siempre fue su escritura, y su biografía. Dibujaba
la tormenta, de la que decía que es lo que cambia el paisaje. La tormenta que
siempre fue Pedro Sorela”.
Homenaje Pedro Sorela UCM
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