Caitlin
Doughty, experta en el sector funerario, emprendió, en 2017,
un viaje por el mundo para conocer cuáles son los rituales en torno a la muerte
que se llevan a cabo en diferentes culturas. De su periplo nació el libro “De
aquí a la eternidad”, una vuelta al mundo en busca de la muerte, con
ilustraciones de Landis Blair, publicado por la editorial Capitán Swing. No se
trata de una macabra guía de viajes, sino de una demostración de que morirse no
tiene por qué ser tan caro ni tan gélido como en Occidente, en donde la muerte
es un supenegocio. “En un periodo de tiempo sorprendentemente corto -enuncia la
escritora- el sector funerario estadounidense se ha encarecido, corporativizado
y burocratizado más que el de cualquier otro país del mundo. Si destacamos en
algo, es en mantener a los deudos bien lejos de sus muertos”.
De entrada, Caitlin
Doughty piensa que la gestión habitual de la muerte en España no tendría que
distar demasiado de la de Estados Unidos (dejando de lado las tradiciones
religiosas que pueden marcar la diferencia). Pero sí hay detalles que llaman la
atención a la escritora, que pasó por Barcelona, en 2016, con la promoción de
su libro. Uno de ellos es la costumbre de tener al fallecido dentro de su ataúd
presente en la sala del tanatorio, pero separado de los vivos por un cristal. El
embalsamamiento no es frecuente, así que se mantiene al finado entre los seis y
los cero grados para evitar la descomposición. También se sorprende de las
fosas comunes en las que se echan los restos de los muertos, cuando el alquiler
del nicho (mínimo cinco años) finaliza. Según sus palabras: “En Estados Unidos
nos estremeceríamos ante la idea de que, en un idílico cementerio como aquel,
hubiese una fosa común repleta de restos de cientos de personas”.
En 2015, Caitlin Doughty
montó su propia funeraria, Undertaking La, que permite que las familias
recuperen el control legítimo del proceso de muerte y el cuidado del cadáver. Uno
de los servicios que ofertan es un entierro natural, en el que la tumba se cava
a mano y el cuerpo reposa en un ataúd de madera renovable, mimbre o incluso
papel. El cuerpo no puede estar embalsamado y, de hecho, en su empresa no
llevan a cabo esa práctica ya que intenta “ser lo más ecológica posible”. Además,
Doughty tiene su propio programa de Youtube, Ask A Mortician, en el que habla
-de manera muy divertida sin dejar de ser rigurosa- de sus cementerios
preferidos, tumbas famosas, tanatopraxia o consejos legales para los familiares
del fallecido. Asimismo, es una de las principales representantes del
movimiento de “la muerte positiva”, que alienta a las personas a hablar
abiertamente sobre la muerte, morirse y los muertos.
El Salón de la Muerte
fomenta las conversaciones sobre la mortalidad y el luto y sus efectos
resonantes en nuestra cultura e historia. Celebra conferencias, eventos
públicos e incentiva el debate sobre este tema tabú a nuestra comunidad online.
El trabajo investigador de Doughty tuvo una predecesora de lujo: Jessica
Mitford. La más rebelde de las famosas hermanas británicas publicó, en 1963,
The American Way of Death (1963), una durísima crítica a la industria funeraria
norteamericana. Fue un auténtico Best Seller para disgusto de las compañías que
bautizaron con su nombre el modelo de ataúd más barato de sus catálogos. En
1998, publicó de manera póstuma The American Way of Death Revisited, una
ampliación del primero. Pero el ensayo de Mitford se centraba básicamente en el
abuso económico de las empresas funerarias. Doughty va más allá y se ocupa del
plano emocional y el contacto con los muertos que se ha perdido en la sociedad
actual.
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