La derecha, en España:
Santiago Abascal (VOX), Pablo Casado (PP) y Albert Rivera (C's).
El pasado lunes, Fernando
López Agudín, en un clarividente artículo aparecido en Público, decía. “La desesperada
obsesión electoralista de Pablo Casado y Albert Rivera, que no paran de exigir
la inmediata apertura de las urnas generales, obedece a esa oscura confusión
entre la apariencia de la realidad y la realidad. Obnubilados aún por la moción
de censura, que amputó las manos de Casado tanto como los pies de Rivera,
buscan devolverle la operación a Pedro Sánchez, impidiéndole que saque adelante
los Presupuestos del Estado y, sobre todo, el gasto social. No con la finalidad
de que el Partido Popular y Ciudadanos puedan hoy mejorar sus perspectivas
electorales, ni su horizonte político, sino con el evidente objetivo de que el
Partido Socialista empeore las suyas tanto electoral como políticamente”.
La derecha de Albert
Rivera y de Pablo Casado no aprobó hace unos días una moción del PSOE para
condenar el franquismo, prefiriendo abstenerse que la moción socialista que
condenaba “rotundamente” la dictadura franquista. El PSOE y Unidos Podemos,
junto a los nacionalistas catalanes y vascos, sí dieron su respaldo explícito a
esta iniciativa que, además, reclamaba la ilegalización de las fundaciones que
exalten el franquismo y apoyen la decisión de exhumar los restos de Francisco
Franco del Valle de los Caídos. El PP ya había advertido previamente que no
apoyaría la moción si no se pedía también la ilegalización de las fundaciones
que amparan el “comunismo y todas aquellas ideologías populistas que fomentan
el enfrentamiento entre ciudadanos” comparándolas al mismo nivel que el
fascismo y el nazismo. Es el mismo PP que rechazara extraditar o juzgar a los
ministros franquistas. “Dejen en paz a los muertos”, dijeron. El mismo que, en
2017 votó en contra de una proposición no de ley del PSOE en la que se instaba
al Gobierno a exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos.
Las tres derechas, PP, Cs
y Vox, saben bien que, necesitan ya de unas elecciones que, de celebrarse
después del verano, cambiarían el voto catalán. Y, volviendo con el artículo de
Lopez Agudín: “Las encuestas indican un descenso en la intención de voto de la
derecha y, lo que es más importante, su triple fragmentación. Cuanto más se
retrasen las urnas, más aumentarán estas tendencias con un claro coste
electoral y político. Si, en apenas un semestre, el presidente Sánchez ha
rentabilizado su gobierno en los nítidos porcentajes que ya marcan los sondeos,
¿cuánto lo podría rentabilizar hasta otoño de 2019?, se preguntan Casado y
Rivera. Máxime cuando el bumerán de la demagogia se estampa con el rostro de
Abascal en las caras de Casado y Rivera. No estamos ya en los tiempos de Blas
Piñar, pura resaca de la dictadura, sino en los de VOX, claro embrión del
populismo de derechas, ya desembarcado en las costas de Almería y a punto de
hacerlo también en las playas de Málaga y Murcia. Quizás el dato político más
preocupante de la actual coyuntura sea que Abascal les ha robado la bandera
rojigualda a Casado y a Rivera, por no haber sabido sustraerla de las manos
sucias. Por decirlo gráficamente, el mismo día que se inauguraba una bandera de
España de 294 metros en la plaza de Colón de Madrid, el 2 de octubre de 2002,
aparecía un concreto apunte en la contabilidad de Bárcenas de unos 27.000 euros
para quien la izaba”. Casado y Rivera se ven como únicos “interlocutores” en Andalucía,
pero no cierran del todo la puerta a Santiago Abascal”.
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