Pérez Tapias, un socialista autocrítico.
Manu Garrido, en un
artículo titulado “El sacrificio de Pedro Sánchez fue una operación de Estado”,
escribe en Público “La insoportable contradicción de una democracia cínica”, una
recopilación de textos en los que José Antonio Pérez Tapias, decano de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, y analiza y
contextualiza, desde la izquierda, la situación política de nuestro país y la
europea. ¿Se encuentran los sistemas democráticos en un punto de no retorno? Es
la primera pregunta que se hace Pérez Tapias contestando: “Están en un momento
crítico, crucial. Estamos viendo cómo en muchísimos países se está dando una
crisis de representación política, con una distancia muy grande entre la
ciudadanía y sus representantes. Y esa distancia es un síntoma claro de que
algo está fallando en los sistemas democráticos. Por tanto, es ahí donde urge
encontrar esas soluciones que vayan en el camino de una democracia más
participativa, donde esa conexión entre ciudadanía y representantes sea mucho
más viva y fluida, y donde, además, la participación democrática no quede
restringida al momento electoral”.
Perez Tapias llega a
decir que, como proyecto político, la Unión Europea está muerta. “Lo que la
mantiene hasta ahora es el euro. Por conservar el euro, la propia Unión Europea
está autodestruyéndose, con políticas económicas que van en una dirección muy
contraria a las demandas y necesidades de la ciudadanía”… Hablando sobre el
papel de España en este contexto, recuerda: “Está en esa posición, no solo
económica sino geopolítica, que ocupamos los países del sur de Europa. Y el sur
está en una posición en la que sufre un neocolonialismo interno de la misma
Unión Europea. Los países del sur, a los que hace unos años se les aplicó el
acrónimo de PIGS (Grecia, España, Italia y Portugal), están en una posición
subalterna en el seno de la Unión Europea, con unas determinadas funciones
asignadas y con controles muy fuertes establecidos desde fuera por instancias
económicas y sin atender a otros mecanismos de legitimación democrática. España
está acomodándose bajo esas presiones que le vienen de fuera y que responden a
un patrón colonial interno, en este caso la gran metrópoli es Alemania. ¿Y qué
constatamos? Pues que las reformas necesarias, tanto económicas como sociales y
políticas, no las puede hacer un país ni ninguna fuerza política en solitario.
Hay que coordinar las políticas europeas también en este sentido. Y ahí hay un
vacío notable y una carencia importante de recorrido colectivo que hacer en
este sentido”.
Entre otras preguntas y
repuestas de calado, habla del clima social que lo contamina todo. “Este
cinismo político penetra por todos los poros de las organizaciones y por eso
nos encontramos cosas que, para cualquier observador externo o interno, son muy
chocantes, si no escandalosas. Vemos constantemente que, en un partido político,
se pide juego limpio por quienes a todas luces no lo han practicado. Lo vemos
constantemente, en el caso del PSOE, en el caso del Partido Popular y en el
caso de otras formaciones políticas. Esgrimir la estabilidad o esgrimir la
responsabilidad política o la razón de Estado para dar cobertura a ciertas
prácticas, sean determinadas formas de configurar un gobierno o sea saltar por
encima de casos de corrupción y de dignidad política, para resolver otras
cuestiones, responde a esos mismos parámetros de cinismo político”.
Advierte de que hay que
estar muy vigilante y ejercer importantes dosis de autocrítica para que estas
situaciones no se produzcan y saber encauzarlas, tanto en los partidos nuevos
como en los viejos. Cree que ni los partidos tradicionales están a punto de
fenecer (aunque alguno puede verse en un descalabro próximo), ni los partidos
nuevos están en una posición absolutamente inocente e incontaminada. “Cada
cierto tiempo se va planteando el tema de la nueva y la vieja política porque
hay que ajustar las instituciones y las organizaciones a los nuevos contextos
democráticos, sociales y económicos… Yo creo que la izquierda lo que debe hacer
es definirse como izquierda y salir de las trampas del populismo. Trampas que
llevan a un discurso que, pretendiendo transversalidad, pierde de vista las
desigualdades sociales y la complejidad de una sociedad que políticamente es muy
plural, en la que no se va a dar esa confluencia de todos los que quieren
cambio social en una fuerza política omniabarcante que dé lugar a ciertas
confusiones en torno al pueblo que convoca”.
Pérez Tapias termina
recordando que “el poder económico y el capital tienden al monopolio, y lo
único que lo puede frenar es una democracia de verdad. Insiste en que salir de
este contexto cínico donde nos hacen tragar con todo. Y concluye que no estamos
dispuestos a tragar con nada que no corresponda a principios de dignidad, de
libertad, justicia e igualdades. “Ahí es donde la ciudadanía tiene que hacer
valer sus derechos y su empuje, y así salvar la democracia y a nosotros mismos”.
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