sábado, 8 de junio de 2019

Quique San Francisco, entre el humo y la cerveza.






Lo cuenta Zeleb en Público y lo recontamos nosotros. Quique San Francisco (según relató en Sálvame Deluxe) vive en un hotel de las afueras de Madrid tras ser desahuciado de su casa. No es una pensión, pero tampoco sabemos qué lujos disfruta un actor tan reconocible como imposible de domar para la causa del orden en las costumbres. Bebe (abundantemente) cerveza a sus 64 años y no deja de fumar.  Su vida es la de un niño criado entre bambalinas que a los ocho años salió a actuar en un montaje de “El sueño de una noche de verano”. Vivió en Barcelona, pero nació en Madrid, en 1955, fruto del amor (fugaz) entre la actriz Enriqueta Cobo (de nombre artístico Queta Ariel) y Vicente Haro. A su padre le conoció cuando tenía 17 años y se llevaron bien pese a no haberle visto el pelo apenas durante su infancia.

De niño salía en películas y programas de televisión, llegando a ser protagonista en “Santi, botones de hotel”, en 1965. Hay una estampa de Enrique San Francisco muy joven, al lado de Manuel Tejada, icono de la televisión franquista y padre de alguno de los chavales de “Verano azul”. Salió en varios títulos importantes del cine quinqui (Colegas, de Eloy de la Iglesia, por ejemplo) y comenzó a ser novio de Rosario Flores e inseparable amigo de Antonio Flores. Días y noches de vida loca, según confiesa el propio actor. Antes, se alistó a la Legión, donde el actor jura haber sido francotirador. Y cuenta que no siguió la carrera militar porque su madre le rogó que no lo hiciera, volviendo a la farándula, a la loca juventud de los 80, a Orquesta Club Virginia, a Amanece que no es poco o Colegio Mayor y a algunos excesos con las drogas, así como a una obra de teatro de Ana Diosdado interpretada por él.

Una noche sucedió lo imprevisto y Quique San Francisco a punto estuvo de no contarlo. Alguien le atropelló. El incidente se produjo en la madrileña plaza de Cánovas del Castillo, allá por el 2002. Circulaba él en su moto, cuando una comitiva que acompañaba a un coche oficial de un altísimo cargo se cruzó en su camino. Un vehículo le embistió y le dejó K.O. sobre la calzada, con la pierna triturada. Se le atendió inmediatamente pero el actor estuvo llevando muletas durante muchísimo tiempo. Le tuvieron que operar hasta en ocho ocasiones y, al final, como él mismo dice “me he quedado cojo”. Uno de los episodios que más le han marcado.

Profesionalmente, el siglo XXI supuso para Quique San Francisco una resurrección artística, su ascenso al Olimpo de una fama persistente y la construcción de ese personaje con cigarrillo y cerveza en la mano. El club de la comedia halló en él a uno de sus monologuistas estrella. Contra todo pronóstico y muy a su estilo, el actor se reinventaba. Y, exitosamente, vivió en adelante con la fama y un monólogo que no duran para siempre. Así llegó hasta hoy, en una bancarrota pasajera. Dijo en Sálvame Deluxe que la culpa era de varios representantes nocivos que había tenido. Sucede en el mundo artístico. Y le echa la culpa al representante. El caso es que Quique San Francisco sigue con su personaje canalla haciendo camino y dándose al monólogo por teatros, casinos de provincia y donde se le requiera y se le pague. Y así sigue él, contra, contra viento y marea, manteniendo su ademán canalla. Es genio y figura. Aunque jura que ya no sale por las noches y se queda en su habitación de hotel, en las afueras de Madrid, a la espera del próximo bolo, fumando un cigarrillo y repasando cómo ha sido su vida de humo y cerveza, de risas y vicisitudes que (seguro que sí) han merecido la pena. Porque, al final, hay que quedarse con las viejas alegrías, construidas en los instantes luminosos que él supo aprovechar.

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