Soy consciente de que
vivo cada vez más cerca de mi muerte que de mi nacimiento. Éste me llegó, hace hoy 76 años, en El Terreno
(Palma de Mallorca), pero eso no me inquieta.
Lo que, en realidad, me preocupa es vivir sin comprender muchas de las
contradicciones y sinsentidos de esta vida que se acerca más a un mundo caótico
dominado más por las fuerzas del mal que las del bien. Tal vez habría que
preguntarse qué es el bien y que es el mal o qué entendemos por el bien y por
el mal.
Mi vida está condensada
en 76 años de peregrinaje. Primero, llegó mi nacimiento en Mallorca, a la que
conocí en los años de mi infancia; luego pasé a Ibiza, en la que crecí y viví
hasta los 19; tres años más en París, y el retorno a Mallorca, en la que pasé de
1969 a 1985; y mi estancia definitiva en Madrid, hasta hoy. A lo largo de este
tiempo me casé, hace cincuenta años, cohabitando con mi amada y con la que tuve
tres hijos.
Por eso, celebro hoy un
año más de vida y esperanza. Y cuanto más larga parece ser la primera, más
encanto y expectativas tiene la segunda. Aunque sé que llegará el momento en
que ni vida ni esperanza alcancen a llenar mis horizontes. Así que, mientras
pueda y sea consciente de ello, seguiré cumpliendo años y disfrutando de la
vida de la manera que más me llena: tocando la trompeta y escribiendo y
rellenando hojas de experiencias que un día, lo sé, se agotarán. Y el momento
en que ya no pueda seguir, dejaré de crear y me limitaré a vivir como
buenamente pueda.
¿Cuál es, pues, mi deseo
de este año? Que lo que tengo ya hecho, escrito, caminado o acumulado en mi mochila,
salga al fin a la luz y pueda ser leído y compartido por otros, sin problemas
ni cortapisas de ninguna clase.
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