El Ocean Viking.
Seis países de la Unión
Europea acordaron el pasado viernes acoger a las 356 personas migrantes que
permanecieron durante dos semanas en el mar a bordo del buque de rescate Ocean
Viking. La mayoría de ellos, africanos procedentes de Sudán, serán reubicados
en Francia, Alemania, Rumanía, Luxemburgo, Portugal e Irlanda, tras su
trasladado a La Valeta, en Malta, en botes del Ejército. El trabajado del Ocean
Viking, liderado por “Médicos Sin Fronteras” y la oenegé francesa “SOS
Méditerranée”, puso de manifiesto las carencias y los fallos de Europa a la
hora de ser coherente con las políticas de migración y los derechos humanos. Un
centenar de menores no acompañados, incluidos tres niños de menos de cinco
años, viajaba en la embarcación.
El Ocean Viking realizó
cuatro rescates sucesivos entre los pasados 9 y 12 de agosto, y, desde entonces,
esperaba a una distancia equidistante de Italia y Malta a que algún país
europeo le autorizara un puerto en el que poder desembarcar a estas personas. Jay
Berger, coordinador del proyecto, declara: “Hemos tratado a heridos de guerra
que estaban atrapados en la primera línea del conflicto en Trípoli y hemos
visto las cicatrices de quienes vivieron los ataques aéreos del centro de
detención de Tayura. Hemos hablado con supervivientes de naufragios e
intercepciones. Hemos escuchado historias de palizas brutales, descargas
eléctricas, torturas (incluso empleando plástico derretido), y violencia
sexual. Ni los menores están exentos de estos horrores. Los Estados europeos deben
analizar detenidamente su implicación en las situaciones en que quedan
atrapadas estas personas. Es triste que tengamos que repetir el mismo mensaje a
los líderes europeos una y otra vez sin asistir a cambio alguno. Tras cientos
de muertes en el mar e innumerables historias de sufrimiento, es hora de que
los líderes europeos reconozcan este desastre humanitario por lo que es y den,
finalmente, un paso adelante estableciendo soluciones humanas, comenzando con
la creación de un mecanismo que permita el desembarco rápido”.
Stefanie, líder del
equipo médico, en la clínica de la nave de SOS Mediterranée, explica cómo los
rescatados se alejaban inmersos en sus pensamientos, mirando al vacío, con
aquella mirada abatida y típica de víctimas que han pasado por experiencias
traumáticas. A sus 16 años, Hassan intentó embarcarse dos veces para cruzar el
Mediterráneo. En las dos, fue interceptado por los agentes libios que patrullan
el mar con apoyo financiero y técnico de la UE. La primera vez, logró escapar.
La segunda, fue encerrado en el centro de detención de Tajura, las
instalaciones que a principio de julio sufrieron un ataque aéreo que se cobró
la vida de más de 50 personas, según ha relatado el adolescente a MSF. “Mucha gente murió en el bombardeo. Logré
escapar con un grupo de personas. Puedes ver las cicatrices de las heridas en
los pies. Corrí descalzo por las llamas del centro destruido”, relata. Otro
joven, Abdel, cuenta que logró escapar del centro de Tajura un día antes del
bombardeo. Sin embargo, sus amigos y sus hermanos murieron, según su
testimonio. Llevaba un año y ocho meses en el país vecino.
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