Juan Antonio Molina
escribe en Nuevatribuna.es sus pertinentes reflexiones sobre el último discurso
del Rey en las Cortes, en la apertura de la XIV legislatura en el Congreso bajo
la presidencia de Felipe VI.
“Asistimos, en el acto
solemne de la apertura de las Cortes, al análisis, por políticos y sesudos
comentaristas de los mass media, de quienes aplaudían y con qué intensidad el
discurso del rey, sacando de dicha observación científica conclusiones
políticas de muy alto nivel y trascendencia. No es una práctica nueva, en
muchos momentos históricos el aplauso ha sustituido en cierta medida a la
voluntad popular mediante la figura de la ‘adhesión entusiasta’ en la que se ha
concluido que representaba el aplauso. Tanta consistencia política se le ha
dado a este acto, que era un rumor extendido que después de sus alocuciones,
Stalin solía castigar al primero que dejaba de aplaudir.
“Incluso, para que la XIV
legislatura diera comienzo con cierta estameña de palurda nostalgia, se
recuperaron los gritos de rigor, cosa extravagante en un parlamento con
democracia estable, con el sonoro ¡viva el rey! Por parte de la presidenta del
Congreso y que, esta vez institucionalizados, eran un plagio de los que Vox
había vociferado en el hemiciclo sin la solemnidad de lo oficial. El acto se
convirtió en unos representantes políticos en busca de autor, como en la obra
de Pirandello, que compusiera una ceremonia de ademanes en los que demostraran
su fe monárquica, su adhesión inquebrantable al jefe del Estado, sin mácula de
reserva mental alguna, que hubiera dicho
el bueno de Carrero Blanco, y que no estaban dispuestos a causarle ningún
disgusto al rey mejor preparado de la historia.
“De esta forma, los
comentaristas políticos, los creadores de las subjetividades sociológicas,
observaron cómo los miembros del Gobierno de Podemos aplaudían, pero no los del
grupo parlamentario del mismo partido. ¿Esto significa que, compartiendo una
misma ideología y unas siglas políticas, si estas en el gobierno eres una cosa
y en la oposición o fuera del gobierno otra? Pues sí, por muy extravagante que
parezca. Y siendo esto así, ¿hemos de reconocer que nuestra ideología y
nuestros valores pueden ser tolerados en la oposición, pero no podemos gobernar
implementándolos? Es algo que podemos deducir de la dual actitud de Podemos en
la apertura de la XIV legislatura. El PSOE superó esta actitud esquizoide en
Suresnes, pero quizá no sepan sus dirigentes que Suresnes es un cadáver y en
política, como en la vida misma, son muy pocos los resucitados.
“El incendiario discurso
real del 3-O colocó al poder arbitral del Estado al nivel de un beligerante
órgano partidario, irreconciliable con un sector mayoritario de los catalanes
de los cuales el monarca debió pensar, y no lo hizo, que también es rey. Si el
Estado se rebaja a una guerra ideológica y territorial, como si parte del
espacio físico que gobierna, fuera algo extraño e incómodo, pierde su capacidad
de constituirse en lo que debe ser: un ente superior capaz de armonizar las
expresiones políticas y culturales que constituyen la realidad de lo que
llamamos España. Por muchos aplausos, panegíricos y gritos de rigor que como
súbditos le dediquemos rendidamente, no dejará de ser el peor enemigo del rey,
el mismo rey”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario