El cuerpo de un hombre
muerto, frente a una tienda de muebles, permaneció varias horas tirado en una
acera de Wuhan, la ciudad china epicentro de la epidemia de neumonía viral,
antes de ser llevado por los servicios de emergencia. El hombre, de unos 60
años, llevaba en la cara una mascarilla de protección blanca e iba vestido de
negro.Tenía los brazos extendidos a lo largo del cuerpo y, de momento, nadie le
hizo caso. Sucedió a algunas decenas de metros del Hospital número 6 de Wuhan,
uno de los principales centros médicos reservados al tratamiento de personas
afectadas por el virus. La imagen, captada por Héctor Retamal, el
fotoperiodista de la agencia AFP, provocó impacto en el mundo.
La cuarentena impuesta en
Wuhan la semana pasada y la prohibición de circular en automóvil habían vaciado
sus calles, lo que explicaba el relativo anonimato en el que esta persona
falleció. El periodista vio el cuerpo inanimado el jueves por la mañana ante
una tienda de muebles y lanzó la imagen al mundo. Lo que hizo que llegaran al lugar la
policía y socorristas con trajes integrales de protección quienes, tras haber
examinado el cadáver, colocaron una manta azul sobre el cuerpo del anónimo.
El hombre muerto y sin
nombre, estaba tumbado sobre su espalda, en la posición decúbito supino, con
sus brazos a lo largo. Y, aunque, de momento, no se estableció un vínculo
categórico entre su muerte y el coronavirus –podría haber muerto por otra
razón–, la cuarentena a la que está sometida la ciudad de Wuhan —las
autoridades habían ordenado el aislamiento a más de 50 millones de personas en
toda la provincia– explicaba la soledad en la que había muerto esta persona
anónima.
Al fin, visiblemente
nerviosos, los agentes de policía rodearon el cuerpo con cajas para ocultarlo a
la vista del público, antes de que un equipo de científicos forenses examinara
con más detenimiento el cuerpo. Y, una vez terminado el trabajo, agentes y
sanitarios se quitaron sus trajes completos, tras rociar al muerto con desinfectantes. Y la vida siguió en China.
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