A los 18 años, Ian Gibson,
un adolescente irlandés, hizo su primer viaje a España y se enamoró de “una
península llena de secretos y enigmas”. Tres años más tarde, en 1960, obtuvo la
licenciatura en Literatura española y francesa en el Trinity College de Dublín
y, poco después, se inicia como profesor de español en una universidad de
Belfast. En 1978, se vino a España para ya quedarse definitivamente en su
patria, en su tierra, en su país, porque nació donde le tocó nacer, pero eligió
ser español, convirtiéndose en un patriota español con sangre irlandesa.
Biógrafo de Lorca, Dalí,
Buñuel o Queipo de Llano y narrador e investigador de la Guerra Civil, amó este
país cuando de jovencito, en una librería de Dublín, encontró el Romancero
Gitano. Ahí comenzó el idilio. Luego, continuaría el amor apasionado con Federico,
con Machado con el Quijote y hasta con los boquerones en vinagre. Cada vez que
puede se escapa al campo a volcar su segunda gran afición y pasión, la
ornitología.
Se trata –según Luis
Valenzuela, que le entrevista en ElPlural.com–, de “un intelectual que no solo
quiere a España, sino que le duele como le dolió a Machado, Unamuno u Ortega. Y
por esas heridas de dolor supuran frases como que ‘Ningún país decente dejaría
a más de 100.000 víctimas de una dictadura en cunetas’. Un intelectual auténtico
de bellos rizos británicos, tez clara y rostro irlandés que cree que ahora es
un buen momento para plantear una unión con Portugal, otra pasión, la fusión
luso-hispana, que compartimos”.
Hoy, desde hace dos
meses, confinado en su casa de Lavapiés, su pueblo, leyendo, escribiendo y
trabajando, pasando muchas horas encerrado, Gibson reconoce que “no estoy
sobrellevando nada bien mi confinamiento. ¡Tengo ganas de mar, de volver al
Coto de Doñana, de subir al Generalife! Siempre he tenido que convivir con una
profunda angustia en relación con la muerte y ahora, en medio de esta plaga y
con mis 81 años a cuestas, se ha recrudecido.
Quizás mi único consuelo es haber podido dedicar gran parte de mi vida a
investigar y contar algo del misterio llamado Federico García Lorca, cuya obra
me acompaña siempre”.
Gibson cree que nada va a
ser ya lo mismo, que la “nueva normalidad” será todo menos que “normal”, por lo
menos para los de su generación. “Quisiera
creer que la humanidad va a aprender mucho de lo ocurrido, que optará, pasado
lo peor, por una vida más sencilla, más en contacto con la Naturaleza, pero me
cuesta tener esta fe, esta confianza. El ser humano es terriblemente egoísta y
le cuesta aprender de su experiencia”. Y piensa que la derecha española es
lamentable, probablemente la más nefasta de Europa. “Es incapaz de afrontar la
vergüenza del régimen franquista, su criminalidad. Y de reconocer la realidad histórica de un
país cuya alma es mestiza. ¿Dónde está la derecha moderada, culta, civilizada? No se vislumbra por ninguna parte. No dice
nunca nada, si es que existe. A mí esta
situación me tiene desesperado porque impide el progreso de un país que amo”.
Gibson dice que organizar
caceroladas en estos momentos tan dramáticos en vez de arrimar el hombro “es no
solo de gente malvada sino desquiciada, fanática. Pienso siempre en Antonio
Machado y su llamada al diálogo. No se puede dialogar con una persona que se
niega a hacerlo”.
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