Albert Soler Montagut se
lo preguntaba el domingo pasado. “Hace pocos días –escribía en Nuevatribuna.es– en una
tertulia radiofónica, me sorprendió escuchar la probabilidad de que Felipe VI
pudiera retirarle el cargo de Emérito a su padre, expulsarlo del Palacio de la
Zarzuela y hasta exiliarlo a ‘La Romana’, una zona residencial de lujo en la
República Dominicana (un lugar donde se puede encontrar residencias de varias
decenas millones de euros), siempre que progresara la investigación de la
Fiscalía de Suiza sobre un presunto cobro de comisiones por parte de don Juan
Carlos I. Ante estos acontecimientos, me ha venido a la memoria que durante el
juicio a Iñaki Urdangarín por sus corruptas actividades en el Instituto Nóos,
había quienes en voz baja valoraban la probabilidad de que su suegro (y puede
que, hasta su cuñado, ahora rey de España) pudieran conocer sus actividades,
una duda que sigue flotando en el ambiente de quienes no aceptan que la
Jefatura del Estado sea un cargo hereditario y no electo a través de las urnas.
Sin embargo, son muchos también quienes pondrían la mano en el fuego por la
honradez de Felipe VI, contemplándolo como un caso aparte en la turbia historia
con la que la canallesca arremete sin piedad contra su familia. Es curioso la
rapidez con que muchos fervientes monárquicos que hasta hace media hora eran
juancarlistas de toda la vida(algunos a pesar de su vocación republicana),
reniegan de pronto del viejo patrón del Bribón y se sienten felipistas
furibundos al considerar al hijo del
viejo monarca como un ejemplo a seguir, un dechado de integridad y un auténtico
demócrata que antes de verse salpicado por el escándalo que afecta a su
familia, ha preferido renunciar a la herencia de don Juan Carlos que
personalmente le pudiera corresponder. Con permiso de los lectores voy a parar
de escribir, porque me siento más escéptico que cuando he comenzado este
artículo. Pero antes quisiera dejar constancia que se si me dieran a elegir,
pediría con carácter perentorio el referéndum monarquía/república que tantos
reclaman. Aunque fuera sólo consultivo. Problema no veo ninguno en esta llamada
a urnas sino más bien ventajas. Pues si realmente la mayoría de los españoles
resultara ser partidaria de la monarquía parlamentaria que nos impuso el
franquismo, un sí reforzaría la imagen de Felipe VI y la credibilidad en lo que
de refilón (y con ganas de huir del franquismo más que de tener de nuevo un
rey) se votó en la Constitución del 6 de diciembre de 1978”.
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