Hace unas semanas, “Patria”,
la novela del escritor Fernando Aramburu, cayó en mis manos. Hace tres años, le
concedieron el Premio Nacional de Narrativa por dicha obra, de la que el jurado
destacó “la profundidad psicológica de los personajes, la tensión narrativa y
la integración de los puntos de vista, una novela global sobre unos años
convulsos en el País Vasco”. Me la leí y confieso que me arrastró desde el
principio. Luego, también leí ciertas críticas de Ander Zurimendi, periodista
gazteiztarra, autor del libro “Recoja sus cosas” que narra el proceso de
readaptación de un grupo de expresos vascos tras su salida de prisión en 2013 y
que comenta sobre esta obra que “no puede monopolizar la memoria vasca, en la
que cada uno aporta sus vivencias, su sufrimiento. Y es solo una pieza más en
el relato plural de lo que ha pasado en Euskal Herria.”
Cierto que el conflicto
vasco ya tiene su best séller. Y, difícilmente, ningún otro libro alcanzará la
misma cuota de notoriedad: 300.000 ejemplares vendidos, adaptación audiovisual
en marcha (por nada más y nada menos que HBO), recomendaciones del mismísimo
Mariano Rajoy… Cierto que Fernando Aramburu explica profusamente las vivencias
sufridas por las personas víctimas de ETA, especialmente los concejales y
empresarios de pueblos pequeños o medianos de Euskal Herria. Y parece ser que
su escritura ha reconfortado a la masa social que aglutina al PP, PSE y a la residual
UPyD, en tanto que ha dado un relato literario a su sufrimiento.
Sin embargo, según advierte
Zurimendi “Patria” no solo pretende describir aquello que padecieron estas
personas. Al contrario: parece que esté más interesado en ajustar cuentas con
su adversario ideológico, el nacionalismo vasco. “Por eso, la novela crea el
arquetipo de lo que es un independentista vasco. Y este vasco tiene, según
Aramburu, cualidades como no leer e incluso reírse de las novelas y rechazar su
lectura (personaje de Joxe Mari), que es homófobo y no acepta que Gorka sea
homosexual (Joxe Mari y Miren), es racista y maltrata psicológicamente a una
trabajadora sudamericana (Miren), es malvada, calculadora y de corazón frío
(Miren otra vez), le gusta la violencia en sí misma y quiere matar gente en
general (los compañeros de comando de Joxe Mari), y no quiere que sus hijos se
casen con personas que no hablan euskera. Podemos añadir que, en Patria, ningún
nacionalista viaja fuera de su pequeño pueblo (a excepción de los personajes
constitucionalistas, que sí lo hacen, como la hija de Bittori y el Txato). Ni
tienen aficiones intelectuales y son tirando a mediocres, como Joxian. No hay
aristas. No hay matices”.
“Patria” no solo pretende
describir el sufrimiento que padecieron esas personas. Parece que, según Zurimendi,
está más interesado en ajustar cuentas con su adversario ideológico: el nacionalismo
vasco. “Tenemos, pues, una novela de buenos y malos. Una novela que, por
cierto, he leído con interés de inicio a fin y que, en todo caso, me alegra que
Fernando Aramburu haya escrito. Ahora bien, es la novela de una de las dos
trincheras. Y ahora alguien me enmendará: ‘¡Pero si también habla de las
torturas!’. Hombre, sí, y lo liquida en cinco páginas (de 600). Habla de ello
tímidamente y no le da a su escritura, estilísticamente, ningún calor humano. O,
dicho de otra forma, presenta unos personajes con los que es fácil empatizar
(los constitucionalistas) y otros con los que nunca uno lo quisiera (los
nacionalistas vascos)”.
“La trampa –advierte, no obstante Zurimendi –es, de tan
evidente, ridícula. Y hacen que uno dude de los motivos que han llevado a un
escritor como Fernando Aramburu a caer en tamaña simplería intelectual. Hay que
elegir: o intentas hacer La Gran Novela del Conflicto con cierto equilibrio, o
escribes la novela que deseas y con la intención política que deseas. Pero
siempre con honestidad. Es precisamente esta cualidad la gran ausente en ‘Patria’.
Porque difícilmente se puede vender que se trata un libro universal; ese libro
revelador que con su sola lectura ya te permite entender lo que ha pasado en
Euskadi en los últimos 50 años. Al contrario: ‘Patria’ es una novela
interesante en la que el autor intenta influir a la opinión pública y conseguir
la derrota literaria de ETA. Perfecto. Es legítimo. Es tu apuesta. Pero déjala
clara”.
“El libro -concluye
Zurimendi-, ha disfrutado de una campaña propagandística sin parangón. ¿Es algo
negativo en sí mismo? No. Pero hay que constatar las cosas como son. Reconocer
que es una estrategia. Y jugar limpio. Por eso, la concesión del Premio
Nacional de Narrativa no es más que una decisión política destinada a ganar la
batalla del relato. Al menos de cara al público del Estado. ‘Patria’ –concluye
Zurimendi–, no puede monopolizar la memoria vasca, en forma de puzle. “Un puzle
en el que cada uno aporta su relato, sus vivencias, su sufrimiento. Y ‘Patria’
es sin duda una pieza muy necesaria. Pero no es El Libro, en mayúsculas, sino
una pieza más en el relato plural de lo que ha pasado en Euskal Herria”.
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