Qué trabajo le hubiera
costado al Gobierno de Villar del Río organizar un recibimiento más discreto
que la dichosa pegatina, comenta Gerardo Tecé en Público. “Qué trabajo le
hubiera costado montar un kilómetro de banderas de España, o una fiesta con
reparto de bocatas en IFEMA del Río. Tras diez meses de pena y miseria que se
hicieron eternos, al fin llegó la vacuna a la comarca de Villar del Río. Día
grande en el pueblo y fiesta mayor con moderación para celebrarlo. Como sucede
con los acontecimientos históricos, todos y cada uno de los vecinos recordarán,
pasados los años, qué hacían estos días de finales del 2020 en los que un avión
aterrizó en la zona cargadito con la solución a sus problemas. Yo lo celebré
tanto que lo único que recuerdo es que la dosis que más necesité al día
siguiente fue de ibuprofeno, dirán algunos. Otros vecinos, gente seria y de
bien que gracias a dios siempre la hay en cada pueblo, no se dejaron arrastrar
ni por el entusiasmo ni por la propaganda del cacique alcalde Don Pedro… Como
bien señalan estos días los papeles contrarios a Don Pedro, el Gobierno de
Villar del Río no ha tenido otra ocurrencia que poner “Gobierno de Villar del
Río” en el envoltorio de la compra de vacunas que ha hecho para distribuir
entre los vecinos. Como si las hubiera pagado Don Pedro de su bolsillo, criticó
con fiereza doña Isabel la ya famosa pegatina deteniéndose un momento con la
prensa camino de otra sesión más de fotos frente al hospital de la comarca que
en unos años, como asegura su primo don Teodoro, además de médicos en su
interior tendrá también en su fachada con letras doradas el nombre de quien,
con el sudor de su frente, lo construyó: la propia doña Isabel”.
La bronca en el balcón de
la plaza principal de Villar del Río es la habitual que se monta por estas
latitudes cuando llegan ocasiones especiales (y cuando no también). Aunque la
ocasión sea una gran celebración, un gran recibimiento. Es normal. Para tan
importante evento como es dar la bienvenida a las vacunas de Mr. Pfizer es
imposible pensar que todos los vecinos puedan ponerse de acuerdo en el cómo. La
pareja de alta alcurnia formada por la ya nombrada doña Isabel y su casado
marido don Pablo insisten en que no es por no celebrar, que no es que no estén
entusiasmados con la llegada de las vacunas, es que simplemente hubieran
preferido otro tipo de recibimiento distinto a la polémica pegatina. Una pegatina
que no deja de ser un acto de propaganda del cacique don Pedro que enturbia la
llegada de Mr. Pfizer a nuestra villa. Qué trabajo le hubiera costado al
Gobierno de Villar del Río montar un recibimiento más sobrio y discreto que la
dichosa pegatina, qué trabajo les hubiera costado montar, por ejemplo, un
kilómetro de banderas de España, o una fiesta con reparto de bocatas y bebidas
en IFEMA del Río, o unas fotografías frente al avión”…
“Con el jaleo en balcón
del ayuntamiento de Villar del Río, poco faltó para que en el pueblo se
olvidasen todos de doña Araceli, la más vieja vecina del lugar que, en honor a
sus largos años de vida, fue la encargada de recibir la primera dosis del
cargamento del avión del señor Mr. Pfizer. Con tanto ajetreo, es normal, Araceli
estaba mitad contenta por el milagro científico, mitad ansiosa. Su sobrino
nieto, el diablillo Miguel, le aseguró un rato antes de recibir la vacuna que a
las dos horas se le encendería una luz verde en el cogote y todo el pueblo
podría descargarse su receta del arroz con leche o conocer sus lascivos
pensamientos cuando ve aparecer a don Juan y Medio por la pantalla de la tele.
Días intensos en Villar del Río. Es decir, días como todos los días”.
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