martes, 15 de diciembre de 2020

¿Por qué usamos expresiones taurinas en una sociedad cada vez más reacia a los toros?

 

El castellano está “totalmente permeado de expresiones taurinas”. Y el “léxico de la tauromaquia sigue presente en la vida cotidiana, aunque algunos ciudadanos desconozcan su origen”.  Nos lo recuerda Henrique Mariño, en un interesante artículo aparecido en Público. “Pese a que el emisor pueda desconocer que su origen está ligado al mundo de los toros, siguen siendo de uso habitual en nuestro país. Hoy podría parecer, incluso, que muchas no tienen nada que ver con la tauromaquia (cambiar de tercio, al hilo de, dar largas, hasta la bandera, a las primeras de cambio, acoso y derribo, escurrir el bulto), aunque otras dan ciertas pistas (estar de capa caída, entrar al trapo, pinchar en hueso, estar al quite, menuda faena, caerse del cartel, estar para el arrastre) y algunas aluden al léxico del toreo (ponerse el mundo por montera, echar un capote, cortarse la coleta, dar la puntilla, rematar la faena, entrar a matar, salir por la puerta grande) o directamente incluyen el propio término (coger el toro por los cuernos, a mí no me torea nadie, me cogió el toro)”.

Mariño recuerda que “Carlos Abella refleja la penetración del lenguaje taurino en la vida cotidiana en ¡Derecho al toro!, cuyo ambiguo título hace referencia a la firmeza que debe mostrarse ante una determinada situación. En el libro hace referencia a otros autores, como José María de Cossío quien, en su enciclopedia ‘Los Toros. Tratado técnico e histórico’, señalaba que la ‘fiesta’ es ‘un hecho de profunda significación en la vida española y de raíces tan hondas y extensas que no hay actividad social o artística en que no se encuentren sus huellas, desde el lenguaje hasta la industria’. Andrés Amorós, en ‘Toros, Cultura y Lenguaje’, justifica el motivo por el cual los españoles abrazaron la jerga taurina: ‘No hace falta ser un experto lingüista para advertir su carácter más evidente: no es un lenguaje intelectual, abstracto. Todo lo contrario: nace de la experiencia inmediata. Es visual, intuitivo y muy pintoresco. Por eso lo adapta tan ampliamente el pueblo: porque rima a la perfección con su gusto por la expresividad”.

“Vemos en estos ejemplos cómo la historia de una colectividad humana influye en los dichos”, escribe el periodista, quien destaca que el mundo taurino “ha arraigado en nuestra manera de describir la realidad mucho más que el fútbol”, al tiempo que observa una diferencia entre ambas jergas. En la del balompié, “el hablante se da cuenta de que está empleando una metáfora”, es decir, “pone una voluntad de estilo en ella"” Sin embargo, añade Grijelmo respecto a los toros, “ya nadie identifica comparación o tropo en expresiones como hacer una faena o brindar una victoria”.

Mariño recuerda que Javier Moreno, director de comunicación de Igualdad Animal, discrepa en cambio sobre el uso masivo de estos términos y cree que habría que analizar en profundidad a qué ámbito se circunscriben. “Hablamos de una tradición que lleva muchos años dominando muchos espacios culturales, pero las nuevas generaciones no solo no sienten ningún interés por la tauromaquia, sino que tampoco usan unas expresiones con fecha de caducidad”, explica el portavoz de la ONG en defensa de los animales, quien se cuestiona qué parte de la población sigue empleando ciertas “coletillas”. Moreno reconoce que todos podemos emplear el léxico taurino “de forma automática”, pues hay expresiones “muy arraigadas e interiorizadas”, pero eso no significa que se “legitimen” las corridas. “Así, expresiones como cambiar de tercio se han popularizado, sin ser conscientes de que proceden del entorno de la tauromaquia… De hecho, podrían ser usadas hasta por un antitaurino, igual que sucede con las expresiones machistas en otros contextos, por lo que deberíamos revisar las costumbres adquiridas para cuestionarlas y decir lo que pensamos de forma consciente”.

El director de comunicación de Igualdad Animal sostiene que el lenguaje va mutando a medida que avanza la sociedad, por lo que muchas terminarán desapareciendo. “Su referencia ya no está legitimada socialmente y se extinguirán con el progreso de la humanidad, del mismo modo que está sucediendo con los chistes homófobos, machistas, casposos o racistas, que en su día podían hacerle gracia a alguien, pero hoy no”, concluye Moreno. “El mismo destino que le esperan a unas expresiones que aluden a una práctica que genera un gran rechazo social”. 

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