El castellano está “totalmente
permeado de expresiones taurinas”. Y el “léxico de la tauromaquia sigue
presente en la vida cotidiana, aunque algunos ciudadanos desconozcan su origen”. Nos lo recuerda Henrique Mariño, en un interesante
artículo aparecido en Público. “Pese a que el emisor pueda desconocer que su
origen está ligado al mundo de los toros, siguen siendo de uso habitual en
nuestro país. Hoy podría parecer, incluso, que muchas no tienen nada que ver
con la tauromaquia (cambiar de tercio, al hilo de, dar largas, hasta la
bandera, a las primeras de cambio, acoso y derribo, escurrir el bulto), aunque
otras dan ciertas pistas (estar de capa caída, entrar al trapo, pinchar en
hueso, estar al quite, menuda faena, caerse del cartel, estar para el arrastre)
y algunas aluden al léxico del toreo (ponerse el mundo por montera, echar un
capote, cortarse la coleta, dar la puntilla, rematar la faena, entrar a matar,
salir por la puerta grande) o directamente incluyen el propio término (coger el
toro por los cuernos, a mí no me torea nadie, me cogió el toro)”.
Mariño recuerda que “Carlos
Abella refleja la penetración del lenguaje taurino en la vida cotidiana en
¡Derecho al toro!, cuyo ambiguo título hace referencia a la firmeza que debe
mostrarse ante una determinada situación. En el libro hace referencia a otros
autores, como José María de Cossío quien, en su enciclopedia ‘Los Toros.
Tratado técnico e histórico’, señalaba que la ‘fiesta’ es ‘un hecho de profunda
significación en la vida española y de raíces tan hondas y extensas que no hay
actividad social o artística en que no se encuentren sus huellas, desde el
lenguaje hasta la industria’. Andrés Amorós, en ‘Toros, Cultura y Lenguaje’,
justifica el motivo por el cual los españoles abrazaron la jerga taurina: ‘No
hace falta ser un experto lingüista para advertir su carácter más evidente: no
es un lenguaje intelectual, abstracto. Todo lo contrario: nace de la
experiencia inmediata. Es visual, intuitivo y muy pintoresco. Por eso lo adapta
tan ampliamente el pueblo: porque rima a la perfección con su gusto por la
expresividad”.
“Vemos en estos ejemplos
cómo la historia de una colectividad humana influye en los dichos”, escribe el
periodista, quien destaca que el mundo taurino “ha arraigado en nuestra manera
de describir la realidad mucho más que el fútbol”, al tiempo que observa una
diferencia entre ambas jergas. En la del balompié, “el hablante se da cuenta de
que está empleando una metáfora”, es decir, “pone una voluntad de estilo en
ella"” Sin embargo, añade Grijelmo respecto a los toros, “ya nadie
identifica comparación o tropo en expresiones como hacer una faena o brindar una
victoria”.
Mariño recuerda que Javier
Moreno, director de comunicación de Igualdad Animal, discrepa en cambio sobre
el uso masivo de estos términos y cree que habría que analizar en profundidad a
qué ámbito se circunscriben. “Hablamos de una tradición que lleva muchos años
dominando muchos espacios culturales, pero las nuevas generaciones no solo no
sienten ningún interés por la tauromaquia, sino que tampoco usan unas
expresiones con fecha de caducidad”, explica el portavoz de la ONG en defensa
de los animales, quien se cuestiona qué parte de la población sigue empleando
ciertas “coletillas”. Moreno reconoce que todos podemos emplear el léxico
taurino “de forma automática”, pues hay expresiones “muy arraigadas e
interiorizadas”, pero eso no significa que se “legitimen” las corridas. “Así,
expresiones como cambiar de tercio se han popularizado, sin ser conscientes de
que proceden del entorno de la tauromaquia… De hecho, podrían ser usadas hasta
por un antitaurino, igual que sucede con las expresiones machistas en otros
contextos, por lo que deberíamos revisar las costumbres adquiridas para
cuestionarlas y decir lo que pensamos de forma consciente”.
El director de
comunicación de Igualdad Animal sostiene que el lenguaje va mutando a medida
que avanza la sociedad, por lo que muchas terminarán desapareciendo. “Su
referencia ya no está legitimada socialmente y se extinguirán con el progreso
de la humanidad, del mismo modo que está sucediendo con los chistes homófobos,
machistas, casposos o racistas, que en su día podían hacerle gracia a alguien,
pero hoy no”, concluye Moreno. “El mismo destino que le esperan a unas
expresiones que aluden a una práctica que genera un gran rechazo social”.
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