Santiago J. Navarro escribe en Nuevatribuna.es:
A lo largo del reciente
2020, distintas editoriales han explorado el mundo femenino, desde la óptica de
las luchas por las libertades de sus colectivos y en ese universo cabe
encuadrar libros como “Otra subversión es posible” (Sophie Lewis, Bellaterra) o
el cómic “Sunny Sunny Ann” (Miki Yamamoto, Astiberri), lugares de encuentro
donde el interesado se da de bruces con relatos originados en estas batallas y
otras similares. Pero son otros dos sellos, los responsables de sendos ensayos
en los que la raza y el sexo marchan de la mano en su duro combate contra el
machismo y el racismo.
Txalaparta editó en
octubre del pasado año “La matriz de la raza”, obra de la profesora de
Filosofía Social y Política, Elsa Dorlin, en la que, además “de explorar los
efectos del conocimiento médico en las relaciones de poder”, la autora parisina
examina “las dinámicas de poder dentro del propio conocimiento médico”, según
la catedrática Joan Wallach Scott en el profundo prólogo del libro. Y, también
a lo largo de ese mismo mes, Katakrak presentó “El blues de la invisibilidad”,
donde la también docente de Harlem Michele Wallace muestra diferentes trabajos
sobre la evolución del feminismo negro estadounidense.
Invisibility Blues es,
según su propia autora, un conjunto de “ensayos” que “abarcan la obra de toda
mi carrera como escritora y crítica cultural”, donde se da salida a las
ambiciones de “las mujeres de color” y, “en particular, a las mujeres de color
intelectuales y decididas a ser útiles”. En La matriz de la raza, todo es cosa
de “las filosofías de la igualdad, unas filosofías minoritarias, olvidadas, que
se alzaron contra la naturalización de la desigualdad entre sexos, y concluye
con las resistencias esclavas, unos fragmentos de historias de los vencidos que
minan los relatos de los dominantes y deshacen el entramado de la raza”.
Ambos libros son dos
conjuntos de documentos escritos con valentía y conocimiento de causa, algo que
no siempre está reñido con el entretenimiento, ejemplo de lo cual es, al menos,
uno de estos ensayos: para Joan W. Scott, la propuesta de “La matriz de la raza”
“no es solo algo teórico: su rigurosa presentación de los discursos médicos y
políticos y su escrupulosa atención a la lógica de los argumentos y a las
múltiples implicaciones de las ideas demuestran la importancia de un estudio de
la historia de la sexualidad como el que” su autora, Elsa Dorlin, “ha llevado a
cabo”. Por otro lado, para Michele Wallace, tal y como puede comprobarse en su
libro “El blues de la invisibilidad” (un texto más rudo en algunos de sus
capítulos, pero igual de necesario), el “feminismo negro no funciona bien –por
lo menos en EE. UU.- como perspectiva colectiva o como herramienta de
organización, pero todavía creo que es real, útil y funcional”.
El lector de hoy cuenta,
pues, con dos ensayos enriquecedores nacidos, además, el año de las
informaciones falsas y las conductas más deleznables para horror del
comunicador y la comunicadora esforzados en acercarse al mundo femenino más
perjudicado con el respeto que merece.
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