David Torres, en “Los
reyes son los padres”, aparecido en Público, desvela que el pasado año supuso
un duro golpe para el juancarlismo, que surgió al unísono con el destape, ese
cine bufo made in Spain repleto de señoras en pelotas, bingos, casinos,
piscinas, yates y jeques árabes. “A pesar de ser protagonista principal de la
función, el juancarlismo ha tardado mucho más en incorporarse al elenco,
probablemente porque el destape, en su caso, funcionaba a la inversa: mientras
las señoras se destapaban enseñando hasta el peroné, al juancarlismo le iban
tapando todas las vergüenzas una detrás de otra. Esta larga y complicada
operación de cirugía estética iba funcionando bastante bien, demostrando la
habilidad de los distintos poderes —legislativo, ejecutivo, judicial y
periodístico— en el sutil manejo del bisturí y la palangana. No fue hasta la
abdicación que el estriptís borbónico empezó a ir soltando lifting tras lifting
y prenda tras prenda —un elefante tiroteado, un oso borracho apuntillado, una
barragana pagada con dinero público— para terminar como suelen terminar los
líos de los poderosos con la hacienda española: en Suiza.
“Aun así, daban igual las
pruebas de delito fiscal y comisiones más que dudosas, ya que los juancarlistas
más recalcitrantes buscaron un refugio antiaéreo a prueba de evidencias: el
felipismo. Es curioso porque la inmensa mayoría de juancarlistas habían dicho
una y mil veces que ellos no eran exactamente monárquicos, sino juancarlistas,
es decir, creyentes a pies juntillas en la ficción de un monarca bonachón y
campechano que no se enteraba de nada, ni de los banqueros voraces que le
rondaban alrededor ni de las amigas íntimas que se le colaban en la cama.
Recurrían a la misma estrategia de esos niños que no quieren crecer y que
siguen creyendo en los Reyes Magos, parapetados en una fe ciega y sordomuda.
“Todavía recuerdo aquel
día de Reyes —termina David Torres recordando—
en que mi hermano y yo descubrimos, a los pies de la cama, un trozo de
carbón adornado con una tarjeta que señalaba donde podíamos encontrar los
regalos. El mosqueo fue enorme porque la caligrafía, ya fuese de Melchor,
Gaspar o Baltasar, era clavada a la letra de nuestro padre. Sin embargo,
decidimos hacer caso omiso y al año siguiente volvimos a mandar la carta al
triunvirato real, con un pequeño avance postal a Papá Noel, por si podía echar
una mano. Tiene que ser agotador continuar manteniendo la fábula con hijos y
nietos a cuestas, pero a Juan Carlos le sirve el recurso de que el 5 de enero,
día en que se celebra la Epifanía del Señor, es su cumpleaños. Este año,
además, desde Abu Dhabi”.
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