El pasado día 5 de maarzo moría a
los 82 años el poeta Joan Margarit. Paloma Torres recuerda en Frontera.com el
encuentro que tuvo con él en la mañana del 13 de mayo del año 2015 en la
Residencia de Estudiantes de Madrid, gracias a la entrevista que concedió al
suplemento ABC Cultural y que publicó el 6 de junio. “Tu mente, tu pasado, tu
futuro, tus esperanzas. Esto es tu instrumento. Hay gente que no sabe ni que
tiene un instrumento. Ayer yo te di mi propia interpretación de esa partitura
que es un poema. Pero tú has de tener la tuya”.
“De la conversación tuve
estas impresiones: que quizá Margarit será recordado también por sus ideas, que
sorprendían por su intensidad. Ya en el epílogo de la primera edición de uno de
sus libros más importantes, Casa de Misericordia (2006), por el que recibe el
Premio Nacional de Poesía, escribe que la poesía es quizá una cuestión de
intensidad, que tiene que ver naturalmente con el sentimiento, pero necesita a
la razón como catalizador. Margarit fue también un poeta del pensar, un pensar
lleno de afecto, en relación con la vida, emocionado por ella. Le bastaba
reconocer algo, tenerlo presente, y no necesitaba gastar tiempo en definirlo…Merece
la pena leer los prólogos y epílogos a sus poemarios, en ellos se encuentran
concentrados sus pensamientos. En ese mismo texto expresa uno de los más
centrales: la poesía es un consuelo, ayuda a soportar el dolor. Y allí se lee
el origen de este pensamiento vivido: visitó una exposición sobre la Casa de
Misericordia, con fotografías y documentos sobre estas instituciones que le
parecieron frías y severas, incluso malas, así lo escribe. Pensaba en las
solicitudes de las madres y concluyó que la intemperie debía de ser aún peor y
que por eso intentaban que sus hijos entrasen allí”.
Joan Margarit nació en
1938 en Sanhauja. Era un niño de la posguerra que no iba al colegio y
vagabundeaba por la ciudad. Al escucharle hablar en catalán, un guardia le dio
un coscorrón y le regañó: “¡Habla en cristiano!”. Él no abandonó nunca su
lengua materna, es autor de hermosos poemarios en dos lenguas, y no traduce
directamente la una de la otra, sino que vuelve a escribir el poema. Contó
algunas cosas sobre su proceso de escritura: primero, a mano (enseña una
libreta finísima con versos abigarrados y algunos tachados), y cuando ya casi
no se puede leer sobre el papel por las correcciones escribe el poema en el
ordenador, ya en dos lenguas, para continuar corrigiéndolos durante varios
meses más. Creía que ver un poema limpio en el ordenador tenía algunas ventajas
para la autocrítica, que consideraba una capacidad básica para un poeta: “Si tú
vas a tu libreta y ves tu letra, siempre tiendes a decir: ‘mi letra,
maravilloso poema’. En cambio, si ves una cosa escrita en el ordenador, al
menos tienes la décima de segundo primero en que te preguntas: ‘Pero ¿quién ha
escrito esta estupidez?’”.
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