Voro Torrijos escribía el
pasado sábado en Lavozdelarepublica.es que, a pesar de los intentos
desesperados del cuatripartito (PSOE, PP, Cs y Vox) para frenar la degradación
de la imagen pública de la monarquía, cada semana que pasa, lo tienen más
cuesta arriba. “Se les amontonan las informaciones que desvelan los negocios
sucios, los enredos fiscales y los asuntos mujeriegos de Juan Carlos I. El
reguero de pólvora fraudulenta que se va destapando alimenta una mascletà
mediática y política imparable”.
“Por fin, el secretismo
militante de la prensa, sufrido durante 40 años, comienza a agrietarse. Gracias
a la presión de las redes sociales y de un admirable grupo de periodistas
decentes, los grandes medios están asumiendo la inevitable divulgación de las
travesuras del Borbón fugado. Los poderes mediáticos no tienen más remedio que
ir apuntando a ella, con la intención de marear la perdiz y de no perder una
audiencia ansiosa de conocer canalladas escondidas durante décadas. Y, sobre
todo, porque los poderes fácticos han decidido que, de perdidos, al río: ante
el jaque continuado al monarca retirado, les resulta inevitable dejarlo con el
culo al aire, en un intento desesperado de salvar la monarquía, en la figura de
su hijo, como preservador del régimen del 78”.
Torrijos asegura que la
presencia del culebrón borbónico en la prensa sólo es el principio. “La primera
investigación minuciosa sobre el tema, 'Un rey golpe a golpe' (2000), la
publicó la periodista Rebeca Quintáns en la revista 'Ardi Beltza', dirigida por
Pepe Rey -quien casualmente fue encarcelado por el entonces superjuez Baltasar
Garzón, hasta que la misma Audiencia Nacional la exonerara de injustificadas
acusaciones. Desde entonces, han salido a la luz decenas de libros sobre la
oscura vida del Borbón, que van desde su Operación de Gaulle del 23F (El golpe
del rey ') hasta su historial de mujeriego compulsivo (' El rey de las cinco
mil amantes '). Ante todo, este oprobioso espectáculo, el rey preparado –como dice la clac–, o el rey breve –como dice el optimista– empieza a ver las
orejas al lobo. Resulta muy complicado que el heredero del sucesor de Franco
pueda desterrar la recua de escándalos estallados, porque de una manera o de
otra lo relacionan inevitablemente. Es inverosímil que le pasaran por las
narices las corruptelas reales y las de su cuñado Urdangarín, sin darse cuenta.
O que, una vez demostrado que conocía la existencia de las corruptas
fundaciones y de las cuentas a Panamá de su padre, que lo tenían como
beneficiario, no dijera ni ciruela. Dejar pasar un año, después de enterarse, y
hacerse el loco –como la ignorante 'de
su hermana Cristina–, no le exime de encubrimiento para silenciar unos hechos
ilegales ante la fiscalía anticorrupción en su momento”.
Y termina, reconociendo:
“A la postre, las fechorías de esta familia irreal borbónica –de las más
desestructuradas que hay– están resultando letales para su supervivencia. La
divulgación de sus pifias funciona como una permanente campaña republicana, de
lo más eficiente. Si no fuera por el apoyo contradictorio del PSOE –si nos atenemos a su electorado–, la
monarquía no aguantaría, y el jaque actual podría convertirse, en un futuro no
muy lejano, un jaque mate definitivo”.
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