Montserrat Torrent, con 95
años cumplidos hace unos días –“soy cuatro días mayor que la reina Isabel”– ha tocado toda su vida el órgano, pese a su sordera
que la dejó incomunicada. Maricel Chavarría la entrevista en La Vanguardia y
resalta “la tenacidad de esta mujer que, en los sesenta se enfrentó a una
sociedad misógina o, cuanto menos, contraria a que el sexo débil ocupara
ciertos lugares en las iglesias. Ella siguió adelante y construyó una carrera
internacional que ha contribuido al renacer de ese instrumento a menudo asociado
sólo a la liturgia o a una mística tediosa. Hoy, en el salón de su casa convive
en plena armonía con la estantería, la mesa o el sofá y el órgano de bolsillo
que toca sin falta cada mañana, en silencio. Su irrecuperable sordera no la
priva del estudio y la interpretación. Ha culminado la grabación de su integral
de Correa de Arauxo que verá la luz en breve”
Torrent lleva medio siglo
impulsando la construcción de un órgano en la iglesia de Sant Felip Neri, en
Barcelona. Lo diseñó personalmente junto al organero Gabriel Blancafort. “Iba
con una bolsita recogiendo dinero, y si alguien me daba 500 pesetas, me moría
de la emoción”, recuerda. No superó el 15% de la financiación y su proyecto quedó
parado. Hasta que, en esta pandemia, se constituyó la Fundació Montserrat Torrent
y se recabaron fondos que han hecho posible que el hijo de Blancafort, Albert,
lo esté ahora construyendo”. Confiesa que el órgano ha sido el motor de su vida
y que es extraño, sí. “Antes de nacer, yo ya era pianista pues mi madre era
discípula de Granados y tocaba muy bien e instruyó a todas sus hijas
[Montserrat era la sexta, de siete]. Hace unos días, se cumplieron 90 años de
la proclamación de la República y 90 años de la entrada de un piano de cola en
mi casa. Así que era impensable que yo pudiera tocar el órgano. Con amigos
pianistas íbamos al Palau Nacional a escuchar a Suñé Sintes como algo fuera de
este mundo. Volvíamos cautivados, era inabarcable. Sin embargo, al llegar la
guerra civil e ir a Santa Coloma de Farners, descubrí que allí también había un
órgano que estaba bien”.
Torrent tocaba Nocturnos
de Chopin y sonaban terribles. Pero un día escuchó un preludio y fuga de Bach y
le enamoró. “Pensé en estudiar lo justo para tocar con dignidad cuando fuera en
verano, pero el profesor Paul Franck dijo que no aceptaba discípulos amateurs y
me acabó enganchando. Mi madre se llevó un disgusto: “Dejas el piano que es un
instrumento tan expresivo para tocar el órgano que es algo frío, ¡una máquina!
Parece mentira que hayas perdido la sensibilidad”, me decía. Así que me propuse
hacer del órgano un instrumento expresivo. Ha sido la lucha de mi vida. ¿Qué cuáles
eran los medios para conseguirlo? Hay diversos. Respirar entre frase y frase;
usar la articulación, alternar el legato y el staccato; jugar con el fraseo,
con el gozo de precipitar un poco... para llegar al punto álgido y recrearse.
El instrumento es demasiado solmene para permitirse una ductilidad exagerada
pero sí tiene potencial para tocar expresivo. Y los jóvenes de ahora... Óscar
Candendo, Juan de la Rubia, Juan Seguí... tocan así. No se puede decir que el
órgano sea una máquina”.
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