Además de una expresión
de sus sentimientos por las presiones recibidas, el llanto del presidente de la
CEOE fue un modo de expresar la causa de su angustia: la debilidad interna y el
miedo a una CEOE dividida y escorada a las posiciones más beligerantes de la
derecha. Así lo escribió Esther Palomera en Eldiario.es: “Lo que duele hay que
expresarlo. Cuando el dolor se encierra, llega a ser insoportable. De ahí el
llanto como ejercicio liberador de las emociones. Las lágrimas son sólo eso, el
reflejo de una emoción contenida, nunca una señal de debilidad, aunque haya
quien las tenga de cocodrilo, cuya leyenda cuenta que las fingen por las
víctimas que cazan. Pero las que vertió el presidente de la CEOE, Antonio
Garamendi, tras una cerrada ovación de los miembros del Comité Ejecutivo de la
patronal no le convierten en un sensiblero, ni en un manipulador, ni en un
histérico, como han deslizado en sus comentarios quienes le han atizado con
dureza por dar por bienvenidos los indultos del Gobierno a los líderes del
procés si con ellos se contribuyera, como se pretende, a recuperar la
normalidad institucional y económica.
“En un país en el que ya
no caben matices ni grises, en el que todo es negro y en el que la derecha ha
instalado que quien apoya la decisión del Gobierno es un traidor o un
vendepatrias y quien los rechaza, un firme defensor de la unidad de España,
Garamendi no puede quedar entre dos aguas. El suyo no pareció un llanto
manipulador con el que conmover a la patronal, mediante una pena fingida, sino
una válvula por la que asomó la tensión acumulada tras una semana de presiones
endógenas y exógenas para que rectificase sus palabras y negase el pan y la sal
al Gobierno de Sánchez. Vendido, traidor, sumiso, lacayo, melifluo, pelele al
servicio de la izquierda globalista y aliado del separatismo son algunas de las
lindezas que ha tenido que escuchar y leer tras sus declaraciones sobre la
medida de gracia. Algún día contará, seguro, quiénes y desde dónde le
presionaron. La lista es inabarcable…
“El suyo en la patronal
es un liderazgo débil como lo es en el PP el de Pablo Casado, que ha vuelto a
abjurar de los principios fundamentales del moderantismo para acusar a Sánchez
de protagonizar una ópera bufa, pedir su dimisión y la urgente convocatoria de
elecciones anticipadas para no ir a la zaga de Vox. El presidente de los
empresarios ha sucumbido en ocasiones a la presión de propios y extraños. Lo
saben bien en La Moncloa, donde hubo días que recibieron por la mañana el OK de
la patronal a algunos de los llamados decretos sociales aprobados durante la
pandemia y esa misma tarde lo rectificaron…En eso consiste la fortaleza del
liderazgo y la capacidad para tejer acuerdos, en no estar sometido a extraños
equilibrios y en saber escuchar, dialogar y mandar. Los otros son los débiles,
los que se enrocan en sí mismos por inseguridad o porque temen las
consecuencias de sus palabras y sus hechos. En definitiva, los que tienen la
potestas, pero no la auctoritas. En esto el presidente de la CEOE tiene el
mismo déficit que su ahora archienemigo, Pablo Casado.
“Algunas veces –termina
diciendo Esther Palomera–, el llanto también es una distracción del verdadero
motivo del desasosiego, que en el caso de Garamendi es presidir una entidad –que
aglutina a 4.500 asociaciones integradas en 225 federaciones y confederaciones,
a las que se suman otras 200 organizaciones territoriales y sectoriales– que
históricamente ha pensado y actuado más en clave ideológica que empresarial”.
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