Carlos San Juan, un
médico valenciano jubilado de 78 años, puso en marcha ese lema para reclamar a
los bancos “un trato más humano en las sucursales bancarias”. En la campaña “Soy
mayor, no idiota”, lanzada a través de change.org, logró reunir 100.000 firmas
en cuatro días y en tan solo una semana se acercó a las 200.000. El hombre
explicó que “no paran de cerrar oficinas, algunos cajeros son complicados de
usar, otros se averían y nadie resuelve tus dudas… Y en los pocos sitios donde
queda atención presencial, los horarios son muy limitados, hay que pedir cita
previa por teléfono, pero si llamas, nadie lo coge y te acaban redirigiendo a
una aplicación que, de nuevo, no sabemos manejar, o mandándote a una sucursal
lejana a la que quizás no tengas cómo llegar”.
San Juan recuerda cómo “antes
entrabas en la caja y hacías un pago o cualquier otra gestión, pero cada vez
más para trámites sencillos te exigen usar tecnologías complejas que muchos no
sabemos utilizar”. Además, lamenta que “muchas personas mayores están solas y
no tienen a nadie que les ayude”, mientras que muchas otras como él quieren
seguir siendo “lo más independiente posible” también a su edad. E insiste en la
necesidad de que “los bancos atiendan a las personas mayores sin trabas
tecnológicas y con más paciencia y humanidad, y que mantengan oficinas abiertas
donde pueda atenderte una persona; que no todo sea por internet”.
En el programa el hombre
explica lo que le ha llevado a poner en marcha esta recogida de firmas. “Y fue
que me han llegado al corazón las escenas auténticamente dramáticas que he
presenciado… Yo he visto a una persona que ha llegado en una situación que no
quiero detallar, pero realmente se trataba de una verdadera urgencia y que, al
llegar al bando a las 11 y 1 minuto, le han dicho: ‘No, mire… Es que son las 11
y 1 minuto’. ‘Sí, bueno, usted lo ha dicho, y 1 minuto’, y entonces, con la
presión de los que estábamos allí esa señora pudo resolver el tema”. “Yo he
visto irse llorando a una persona muy mayor y, además, con problemas de
deambulación”, añadió.
Otro caso es el que se cuenta
es el de una anciana que sí pudo hablar con el cajero del banco para hacer un
retiro en efectivo. Le entregó su D.N.I
y le dijo: “Quisiera retirar 50 euros”. El cajero le respondió: “Para
reintegros de menos de 1000 euros, use el automático”. La anciana preguntó: “¿Por
qué?” El cajero le contestó, sin mayor explicación, mientras le devolvía el
D.N.I. : “Esas son las instrucciones. Por favor, hay gente detrás suyo
esperando, ¡vaya al cajero automático!”. La anciana permaneció unos segundos en
silencio, luego, devolvió el D.N.I al empleado y le dijo: “Por favor, ayúdeme a
retirar todo el dinero de mi cuenta…”. El cajero se asombró cuando revisó el saldo
de la cuenta de la anciana y le dijo: “Tiene 1.000.000 de euros en su cuenta y
el banco no puede entregar esa cantidad en este momento. ¿Puede volver mañana?”.
Sin inmutarse, la anciana le preguntó cuánto podía retirar en el acto. El
cajero le respondió: “Cualquier cantidad hasta 20.000 euros”. La anciana le pidió entonces: “Bueno, por
favor, entrégueme 20.000 euros”
El cajero regresó
enojado, sacó una pila de fajos de 20, 50 y de 100 y pasó los siguientes diez
minutos contando esos billetes hasta llegar a los 20.000 solicitados. Se los
entregó a la anciana y le dijo: “¿Hay algo más que pueda hacer por usted?”. En
silencio, la anciana guardó 50 euros en su cartera y le dijo: “Sí, quiero
depositar estos 19.950 en mi cuenta”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario