Javier Urra escribe en
Diariocrítico el perfil psicológico que llevó a Vladimir Putin a tomar la
decisión de invadir Ucrania. “Analizando su infancia, pudiera inferirse que las
carencias afectivas y de espacio físico donde nació y creció fueron relevantes,
quizás la interiorización traumática le generó distanciamiento afectivo de los
otros, optando por reforzar desde el esfuerzo su autoimagen, forjando un
carácter donde hipertrofia su yo, ganando en impermeabilidad hacia los otros,
sin embargo, se aprecia que realmente tiene necesidad de probar y demostrar la
que pareciera confianza en sí mismo.
“En 1970, un jovencísimo
Putin ingresa en la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Leningrado,
donde se graduó con honores. Poco después es reclutado por el KGB, llegando a
convertirse en un agente muy reconocido. Lo consideraban un activo muy
importante por sus características psicopáticas, su frialdad y distanciamiento
emocional. Se puede afirmar que es muy duro emocionalmente, se sabe por su
conducta y por su historia. Fue responsable de la KGB, así que no es una
hermanita de la caridad.
Putin lleva más de 22
años como presidente de Rusia y se dice que quiere pasar a la historia como un
gran zar, un gran emperador que devuelve la grandeza de lo que fue la URSS. Sin
embargo, y analizando toda su trayectoria, es bastante claro que a Putin solo
le importa él mismo, y más concretamente cómo va a pasar a la historia. E,
imitando lo que hiciera Hitler, se apoya en la victimización de su pueblo. Llama
la atención su determinación en invadir Ucrania y su amenaza a Finlandia y a
Suecia, creando así más enemigos. “En el fondo, Putin cree que el resto del
mundo no le va a hacer frente realmente. Que tiene que salir ganador y es
impensable volverse atrás. Y no puede aparecer como alguien que fue vencido”. La
imagen que ofrece es siempre la de un hombre “muy viril” que desprecia a
Occidente y la debilidad. Es una persona que no admite la homosexualidad, lo
que él interpreta como falta de virilidad o falta de capacidad para ir a una
guerra. Hay que señalar con el dedo a Putin, no a los rusos, y él tiene que
saber que es una diana y que también se puede atentar contra él. Ahí es donde
se puede volver más paranoico, y por tanto aún más peligrosoporque nos ve a
todos débiles, empezando por Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, y no
soporta a la gente débil.
Probablemente, Hitler y
Putin, tenían miedo de sus sombras, sus inseguridades, y eso les permitía ser
crueles. Pero ¿qué tiene en común con Trump y Putin? La movilización de las
emociones, el uso del embuste, el creerse por encima del bien y el mal, el
considerar tontos a los demás. Putin busca la sumisión, se considera parte de
la Historia, donde se atacó a Georgia, Crimea, Ucrania, con el mismo objetivo
expansionista. Y solo piensa en su legado y en su objetivo: el poder. Es frío,
racional calculador y megalómano.
Putin se percibe
merecedor de reconocimiento, lealtad, hermanamiento por su decisión,
congruencia, gesta y valor. El sufrimiento de víctimas y exiliados, es el pago
que debe realizarse para pasar a la historia con mayúsculas. Demostró en
Chechenia, después de Crimea, que juega a un imaginario ajedrez geopolítico en
el que avanza, toma, conquista, se encastilla en el aislamiento ideológico, se
endurece y acoraza ante las sanciones económicas. Su política es la de hechos
consumados, sin generarle malestar las trampas y falsedades que transmite al
mundo e impone a su pueblo. Su nombre se rodea de largas sombras, como los
supuestos envenenamientos, los hackeos, interferencias en elecciones extranjeras,
dopaje generalizado en las olimpiadas.
Estima que Rusia es un
país lo suficientemente poderoso como para garantizar que no puede ser
procesado y condenado por una Corte Internacional. Se ha forjado una imagen de macho alfa,
fuerte, irreductible, que cuenta con un potencial nuclear disuasorio. “En el
fondo, se sabe un héroe que tiene por misión devolver a Rusia su vocación
imperial. Mantiene un férreo ocultamiento de su vida privada, al fin su
consorte es Rusia. Sabe ser cínico y racional, pero últimamente se muestra
mucho más emocional, y, ya sabemos que los sentimientos son un material
inflamable”.
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