En un artículo de
Aristóteles Morenos aparecido en “Público” el pasado 22 de enero (“Así malviven
los perros de caza abandonados”, las asociaciones protectoras pintan un
panorama “salvaje y cruel” y cifran en 50.000 los canes desahuciados. La
redacción provisional de la Ley de Bienestar Animal los supone desamparados. En
un vídeo, colgado en Twitter el pasado 9 de enero, muestra a galgos escuálidos.
Acaban de llegar a la Fundación Benjamín Mehnert, cuya sede en Sevilla se
dedica a recoger perros de caza abandonados. La hembra está aterrada. El macho
se encuentra en un estado de desnutrición extremo. Tanto que, según indica el
perfil digital de la fundación, le ha provocado el hundimiento del cráneo.
Desde el mes de octubre,
cuando se inició la temporada de caza, la Fundación Benjamín Mehnert
contabiliza 346 perros recogidos. Solo en diciembre, 146 animales. “Y aún queda
enero y febrero”, subraya la fundación proteccionista en un tuit. Hay vídeos y fotografías estremecedoras de
perros maltratados sin piedad. Y un mensaje atraviesa todo el hilo de la red
social: el Gobierno de Pedro Sánchez ha abandonado a miles de canes en la
actual redacción de la Ley de Bienestar Animal, que aún se encuentra en
negociaciones entre los grupos.
Es solo una de las
decenas de asociaciones animalistas que han proliferado en los últimos años en
España. El número de animales domésticos abandonados, principalmente perros y
gatos, es tremebundo. Inasumible para un país que se reclama civilizado. En su
censo de 2021, la Fundación Affinity contabilizó 285.000 perros y gatos
desamparados. De esa cifra, 168.000 corresponde a canes. La caza es la segunda
causa de abandono, después de las camadas no deseadas, según el balance anual
efectuado por Affinity. Y representa el 13% del total. Es decir, según el
cálculo de esta fundación animalista, 21.849 perros procedentes de la actividad
cinegética terminan cada año en la calle o en un centro protector de animales.
PACMA (el Partido
Animalista)) duplica esa cifra con creces. Sus estimaciones superan de largo
los 50.000 perros de caza abandonados cada año. En el año 2019, se efectuaron
un muestreo en cien de las más de mil protectoras que hay en España y
contabilizaron 8.500 perros desamparados. Una sencilla regla de tres, según
argumenta su presidente, Javier Luna, eleva la cifra a 85.000. Cada año
rescatan 400 canes, principalmente galgos y podencos. “Tenemos dos perreras: en
Córdoba capital y en Lucena. Los cazadores los dejan allí cuando ya no les son
útiles. Es un abandono, pero le llaman cesión. Y una forma legal para no ser
acusados. Muchísimos cazadores se ponen en contacto con nosotros. Y nosotros
preservamos su identidad para evitar que los maten”. Esa ha sido desde hace
años la práctica común. Muchos galgos son colgados en olivos, tiroteados o
ahogados en balsas de alpechín. Ahora hay menos muertes. La creciente presión
social y la proliferación de las protectoras han limitado significativamente el
número de sacrificios”.
El número contrasta
radicalmente con la versión ofrecida por los propios cazadores. “Son datos
falsos, que persiguen criminalizar al colectivo”, asegura José María Mancheño,
presidente de la Federación Andaluza de Caza. El representante gremial no
ofrece un dato alternativo. Se limita a refutar las estimaciones publicadas por
las asociaciones proteccionistas, que barajan una horquilla entre los 22.000 a
los 85.000 perros abandonados. “No hay una sola estadística oficial. Ni del
Seprona, ni del Ministerio, ni de la Dirección General de Derechos de los
Animales. Y PACMA lleva 25 años hablando de 50.000 perros abandonados. Si fuera
así, España estaría llena de perros”, argumenta Mancheño. “Los cazadores buscan
una carrera limpia. No quieren que el galgo haga recortes. Muy pocos galgos
sirven. La temporada empieza en octubre y termina en enero. El abandono
entonces es brutal”, denuncia Javier Luna.
En la caza mayor es
distinto. Aquí ya se utilizan otras razas caninas. El presidente de PACMA ha
documentado muchas rehalas y promovido abundantes denuncias. “Es terrible. Los
perros están amarrados todo el año. Viven en zulos. En perreras donde apenas
entra el aire a, con techos de chapa en verano, encadenados y bajo un olor
insoportable a heces y pipí. Están en muy malas condiciones físicas. Muchos
mueren con la cadena puesta. Y en la caza se exponen a muchos peligros: son
corneados por jabalíes o ciervos, caen a pozos o son disparados por los propios
cazadores. Es un mundo salvaje y cruel”. En Cabra (Córdoba) descubrieron 29
perros atados a varios olivos sin comida ni agua. Los animales estaban
esqueléticos. Se presentaron acompañados con dos veterinarios y los cazadores
fueron condenados a 18 meses de prisión, que es el máximo que recoge el código
penal para este tipo de delitos.
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