“Un carmen en Granada” es un magnífico relato
vital de uno de los grandes biógrafos de la cultura española. Se trata de unas
memorias donde narra el hispanista publica sus orígenes en una familia muy
religiosa, su fascinación por España y anécdotas de sus investigaciones. Nació
en Dublín, en 1939l, y es un tipo simpático y afable, de mirada inquieta tras
sus gafas, curiosidad infinita y una gran pasión por España, un país que define
como “el más complejo de todo Occidente”. A punto de cumplir 84 años, Ian Gibson
observa la vida y los pájaros —es muy aficionado a
la ornitología— desde un quinto piso, en el corazón del barrio madrileño de
Lavapiés, donde reside desde hace 14 años.
Tras dedicarse durante
más de medio siglo a investigar y escribir sobre aquellas personalidades de la
cultura española, Gibson ha creído llegado el momento de convertirse en
protagonista de estas magníficas memorias que evocan un mundo y unos personajes
que parecen extraídos de algún relato de James Joyce. En sus páginas, describe
con inusitada sinceridad la vida de una familia irlandesa de clase media y no
duda en narrar sus tempranas dificultades. Este profesor de francés y español,
que llegó a Granada en los años sesenta para estudiar las obras literarias de
juventud de Federico García Lorca, quedó ya atrapado para siempre en los
misterios de la vida y muerte del poeta español más universal.
“La historia de España —avanza
Gibson a Miguel Ángel Villena, en ElDiaario.es— es muy conflictiva, marcada por
muchas guerras y dictaduras y no resulta fácil de abordar. Por otra parte,
escribir una buena biografía cuesta mucho dinero y requiere de unos grandes
anticipos de las editoriales o de subvenciones. Mi biografía de Dalí costó una
fortuna, tuve que viajar mucho y me ocupó durante 10 años. Hay que considerar
también que un historiador no tiene por qué ser un buen biógrafo porque debe
ser a la vez un autor con un estilo ágil y ameno”. Como conclusión de estas
distintas actitudes ante el género biográfico, según los países, Gibson
recuerda una frase que le dijo el escritor Antonio Muñoz Molina: “Pocos
españoles, por no decir ninguno, se ocuparían durante varios años en estudiar
la vida de otro”.
En “Un carmen en Granada”,
Gibson narra sus orígenes en una familia metodista y puritana, su gran
necesidad de amor y atención, sus celos hacia su hermana pequeña a la que
intentó matar, su rebeldía de adolescente entre una madre amargada y un padre
tímido y acomplejado. Y cierra el prólogo de sus memorias con una confesión
reveladora del papel de España en su vida y en su obra. “He tratado de relatar
con honestidad cómo fueron mi niñez y adolescencia (…) sin ocultar mi lado
atormentado y cobarde. Lado que España, su luz, sus gentes y sus culturas, así
como mi apasionante quehacer como biógrafo, me han ayudado sin duda alguna a
sobrellevar algo mejor”.
La mayoría de sus libros
fueron escritos en español. El Gobierno socialista le otorgó la nacionalidad
española en 1984, recibiendo premios tan relevantes como las medallas de
Andalucía y de Bellas Artes. Y sus memorias, que abarcan hasta la llegada de la
democracia, han supuesto de alguna manera un desahogo vital porque tenía que
'vomitar' algunos recuerdos y ya lo ha hecho.
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